Unidad Investigativa

Publicado el Alberto Donadio

Ceremonial, etiqueta y protocolo

Del doctor José Joaquín Gori Cabrera, gustosamente publicamos:

CEREMONIAL, ETIQUETA Y PROTOCOLO

 

 

Dijo con sorna algún comentarista que nos países latinoamericanos no somos más que una bandera, un himno, un equipo de fútbol, una aerolínea quebrada y un aeropuerto.  Yo agregaría que una marca de cerveza. Nosotros ya no contamos con la aerolínea, pese a que AVIANCA usa todos los privilegios como si fuera una empresa colombiana, y en cuanto a la tradicional cerveza Bavaria, pues tampoco.  Tenemos un himno marcial de nítida sonoridad, pero con una letra que no compagina. Se canta siempre con gran entusiasmo, sin embargo.  Se han ido adoptando otros símbolos culturales, como el sombrero vultiao y el carriel, pero esos más que símbolos son representaciones de algún aspecto del país, como lo son la falda escocesa, la gorra de vasco, las boleadoras gauchas, la gorra cosaca o los Lederhosen bávaros.

 

Lo que es deplorable es percibir que ni siquiera contamos con una legislación armónica sobre la bandera nacional y que al parecer esto a nadie le importa.  Las normas que la crearon y las sucesivas reglamentaciones nos dejaron un laberinto inextricable. Hay Bandera del Presidente, pero el jefe de Estado actual usa otra  que no trae el escudo en fondo blanco y círculo rojo, como manda la norma, ni la leyenda que indica que es la bandera del presidente.

 

Y tenemos bandera de guerra, que para ser políticamente correcta ahora se debería llamar de paz, y que se diferencia de la común en cuanto lleva el escudo y una leyenda distintiva del respectivo cuerpo armado que la lleva.  Pero también existe la bandera mercante, con un círculo azul circuido por una zona roja rodeando una estrella blanca de ocho rayos. Es la que deben usar los buques de guerra – ahora mejor llamarlas naves de Estado – y que también deben usar las misiones diplomáticas y consulares. Por último, existe la bandera normal, de uso ciudadano, sin escudo ni emblemas y con los tres colores, amarillo, azul y rojo, doble amarillo por rojo y azul sencillos.  Estas son las oficiales. Lo sorprendente es que no se respetan. Cada repartición del Estado se inventa la propia; y la gente, a su vez, ahora prefiere una bandera con el escudo nacional incorporado, como la tienen el Ecuador o Venezuela. 

 

Es de nuestra idiosincrasia la cultura del desorden, la disposición abierta a la improvisación y una tendencia irresistible a llevar la contra a las normas. Tanta espontaneidad tiene su aspecto positivo, pero no debemos llevarla al extremo de mostrarnos como provincianos incultos y despalomados.  ¿No pueden los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa dedicarle algún esfuerzo a refundir en un solo cuerpo de normas todo lo relativo a la bandera? Estos dos ministerios tienen la obligación legal de velar por el cumplimiento de las normas sobre símbolos patrios.  

 

Otro desorden imponente gobierna las condecoraciones. Nuestras máximas órdenes, la de Boyacá y la de San Carlos, se otorgan a la guachapanda y a capricho, “at Her Majesty´s pleasure”,  como en las épocas en que los caciques y grandes jefes disponían a su antojo de los emblemas de la tribu.
 

Tras la época de dictaduras tropicales que asolaban el Continente con personajes funestos como el Generalísimo Doctor Trujillo o Papá Doc, el presidente Alberto Lleras hizo dictar un decreto por el que se prohíbe exhibir en los despachos públicos retratos del presidente de turno o bautizar monumentos, calles y obras públicas con nombres de personas vivas. La norma ha sido reiterada por otras disposiciones, siempre en vano.  El presidente Belisario Betancur recordó su vigencia en una directiva presidencial, que la Cancillería envió rápidamente al exterior… junto con el retrato del propio presidente Betancur, con instrucciones de exhibirlo en las embajadas y consulados. Hoy en día los flamantes diplomáticos que nos representan en el exterior lo primero que hacen es divulgar por redes sociales fotos de su posesión, por regla general al lado de una bandera de Colombia y el retrato oficial del presidente Duque. Tal parece que la norma se considera desueta. Lo procedente sería derogarla. La desuetud o la obsolescencia no son senderos legales previstos en nuestra Carta como medio para derogar normas. Curiosamente, son las reinas del ámbito jurídico, el comodín que supera todo.

 

La misión de resguardar el decoro y la seriedad en todo este gran ámbito de la majestad de la Nación, el culto a sus símbolos y el respeto del ceremonial de Estado corresponde a la Dirección General del Protocolo. Su director tiene que tener rango de embajador y en cierta forma tiene que ser una combinación de maître d’hôtel, director de orquesta, guardián de la majestad del Estado y de la dignidad de sus dirigentes, referee de boxeo y rector de colegio; en suma, el Gran Chambelán del Estado.

(firmado digitalmente)
JOSÉ JOAQUÍN GORI CABRERA

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