Una mente variante

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Somos lo que nos permitimos ser

Si nos detuviéramos a evaluar los últimos 10 años de nuestras vidas, de nuestra experiencia laboral, de nuestra vida como padres, hijos, hermanos, primos, etc; podríamos darnos cuenta de que los cambios han sido cosa de todos los días, que queriéndolo o no hasta nuestra salud, estado físico y estado emocional son diferentes. Entonces… ¿por qué estamos con la idea de que nada va a cambiar?¿por qué estamos convencidos de que todo es igual o hasta peor y por qué estamos tan cerrados a la incertidumbre y al cambio?¿por qué nos estamos privando de la oportunidad de crecer?

Más allá del miedo hacia el cambio (que cada vez es más grande en esta sociedad) y más allá del pretender que lo que creamos pueda llegar a ser devastador para nuestra vida futura, está el temor a hacernos cargo. Ese paso hacia adelante que nos compromete a tomar medidas sobre lo que creemos, que nos lleva a ser conscientes del aprendizaje que llega, que nos hace dueños de las consecuencias de lo que pedimos o deseamos; ese paso hacia adelante que nos confronta con todo eso que no sabíamos de nosotros y que nos lleva a vernos cara a cara con lo que somos.

Por esto es que tenemos adultos que odian los lunes, que no tienen pareja por no salir heridos, que no se “arriesgan” a asumir una responsabilidad porque no se sienten capaces de mantenerla por años, por esto es que hay personas que se sienten amarradas a la estabilidad de sus trabajos, personas que se “desconectan” viajando, o adultos que validan su vida con otros para sentirse acompañados en la responsabilidad y en el caso de sabotearse, tener a quienes culpar y a quienes acudir en busca de “la ayuda” que necesitan para “salir de esa en la que se metieron”.

 

La trampa de calificar

Calificar es lo que nos ha alejado de la experiencia de vivir desde la inocencia, la creatividad y la gratitud, nos ha llevado a vivir con miedo de lo que vendrá y con las expectativas tan altas que nos olvidamos de que tenemos los pies en la tierra y que es desde nosotros mismos que viene el bienestar que deseamos ver manifestado.

Calificar es darle peso a algo y se ve reflejado en momentos en los que elejimos referirnos a algo como “malo, positivo, negativo, grave, urgente, peligroso, aburrido…” hace que nos estemos llevando a vivirlo a medias, porque terminamos persiguiendo eso que creemos que es lo que vamos a experimentar; convencidos que ninguna experiencia podrá darnos más que eso que etiquetamos (aplica para la familia, las relaciones sentimentales, los trabajos, el entretenimiento…)

 

Somos lo que nos permitimos ser

Eso es todo. La vida ya tiene para nosotros posibilidades, retos, aventuras y aprendizajes; pero somos nosotros quienes nos llevamos a vivirlos o nos mantenemos al margen esperando que alguien más nos muestre que se puede hacerlo o que no es tan grave como nuestra mente y nuestra sociedad nos lo hacen creer.

Más allá del “seamos positivos porque si” esta es una invitación a hacernos cargo de lo que trae el día a día, liberándonos de los escudos “seguros” que nos dan los calificativos o de las prevenciones de lo que nos limitamos a ser por miedo a asumir las consecuencias.

Es un llamado a reconocer que dentro de nosotros están los argumentos que nos alejan de la toma de decisiones y que dentro nuestro está también la energía que nos lleva a trascender todo lo que vivimos y aprender de ello (si queremos).

Este es un llamado a permitirnos ser lo que vamos siendo día a día, sin etiquetarnos ni enfrascarnos en “el deber ser”, en la moda del momento ni en lo que nos hemos convencido que es lo seguro para nosotros; porque en todos esos lugares ya hemos estado y permanecer en ellos es sólo una elección. Es un llamado a vivirnos más allá del arrebato que trae el “atrevernos a hacer algo distinto”, el “llevarnos a vivir al límite” y todas esas cosas que intentan proyectarnos una imagen de nosotros contraria a lo que hemos venido siendo y que sólo nos deja más vacío e insatisfacción con el día a día (con historias que contar, claro, pero con la necesidad de llevarse a eso, al precio que sea las veces que sea necesario).
Este es un llamado a desconectarnos de las estrafalarias experiencias y de las etiquetas que nos creemos a diario, y a tenernos como prioridad al prestar atención a las sutilezas que vivimos porque es en ellas en donde realmente somos y estamos, en las que podemos crecer gradualmente y reconocer nuestro papel como creadores de nuestra realidad y de lo que estamos manifestando para nuestra propia vida. Es una invitación a ser en lo que somos el día de hoy sin disminuirnos ni restarnos valor y sin la necesidad de amplificarnos para estar siempre pidiendo más de las experiencias y de otros.

 

Para dar una mirada:

¿Qué parte de nosotros está creando una vida compacta en la que no entra ni la propia experiencia, ni el sentir de otros?

¿Qué calificaciones nos alejan de vivir experiencias plenamente o nos condicionan como personas?

¿Hay calificaciones autoimpuestas en mí? ¿Las reconozco y las puedo cambiar?

 

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