Una mente variante

Publicado el una mente variante

¿Es realmente necesaria esa opinión?

Los actos del habla dan cuenta de la forma más transparente, de todos aquellos juicios de valor que son parte de nuestra historia y que terminan siendo las creencias que van dando forma a la realidad que vivimos. Cada interpretación que damos a la vida, a lo que nos sucede y hasta lo que le sucede a otros, está cargada de todo eso que somos de forma consciente o inconsciente.

Conversar es un arte, es un llamado a escuchar (en muchos niveles), a sorprenderse, a mantenerse a los hechos, a construír desde que las 2 partes estén dispuestas a hacerlo; conversar es poner en evidencia lo que se es en un sano ambiente en el que cada persona sea escuchada, valorada y comprendida en su punto de vista, sin ser infringida por otro, afectada o disminuída, todo lo demás es puro alegato.

A la luz de lo divino, las conversaciones equilibradas son tan importantes como la vida misma de cada ser que habita en este plano, porque cada una de las conversaciones que tenemos (e hilando más fino, cada una de las frases que decimos) son actos creativos que van dándole forma a la realidad en la que vivimos; así que cuando se origina un conflicto al hablar, se rompe el estado del equilibrio en el que podemos convivir de una forma sana, agradable y tranquila. Cada vez que se emite una conversación en la que se imponen razones, se establecen críticas o juicios, se destruye no sólo la esencia de lo que ya es, sino que se cortan las alas de lo probable, de lo que en potencia puede ser el tema de la conversación en sí misma; cada vez que una conversación no fluye y termina siendo una imposición, una discusión o un “monólogo” en el que una voz obstruye en vez de edificar parte de la información que nos sirve para crecer, aprender o mejorar, se está manifestando un presente cargado de pasado, miedos o creencias que impiden que los resultados que vemos en el mundo que nos rodea sean diferentes de lo que son.

 

 

Cuando la información deja de ser relevante y se convierte en ruido

¿Has tenido una conversación en la que alguna de estas frases sea usada como respuesta?: “Le digo lo que opino, porque me preocupo por usted” “Con todo respeto pero…” “Yo de usted…” “¿Por qué no intenta hacer…” “A mí se me ocurre que…” “No sé usted cómo hace, porque yo haría…” “Usted siempre hace lo mismo, no entiendo cómo quiere que las cosas sean diferentes” o las de la familia del fijo: “Fijo se le olvida, fijo no lo hace, fijo le sale mal…” entre otras.

 

Eso es ser ruído, todos lo hemos sido en algún momento, queriéndolo o no, todos hemos interpuesto nuestra versión de los hechos frente a lo que sucede o frente a las decisiones de otra persona. No hay nada malo en eso, lo “malo” (si se puede decir así) es quedarse ahí, es que el “mi opinión” sea el eje central de una conversación en la que los hechos o las personas involucradas necesitan hacerse cargo de su vida, sus decisiones, su rol o sus acciones. Lo “malo” es empezar a educarse en el “me escuchas porque es mi opinión” y en el “opino gústele a quien le guste”… como todo exceso, esto del opinar tiene un lado oscuro en el que las opiniones nos ayudan a no  profundizar, a no solucionar y hasta a imponer a otros “el concepto” que tenemos sin realmente permitir que se manifiesten argumentos de peso o sin que sencillamente se respeten los hechos tal cual como sucedieron.

Nuestra sociedad está llena de creencias que hacen que el hablar pase de ser un intercambio de historias a convertirse en un campo minado de juicios o de “deber ser” que en ocasiones es un monólogo eterno en el que cada persona explica por qué “tiene la razón a su manera”, “sabe cómo hacer mejor las cosas” o “debe validar el comportamiento de otro”.

¿Te imaginas una vida en la que pudieras sostener una conversación en la que los hechos no son opinados sino son referenciados tal cual suceden? ¡Cuánto drama nos ahorraríamos, cuánto estrés dejaríamos de sentir, cuánta tranquilidad se sentiría, cuán dueños seríamos de nuestras vidas, sin tener la opinión que nos haga dudar de la certeza que tenemos dentro, verdad?

 

No seas el ruído que limita

Esta es una invitación a que te permitas ponerle freno al juicio que sale de ti cuando estás teniendo una conversación, a que te lleves a apegarte a los hechos y a que te regales la oportunidad de oír lo que tu interlocutor te está diciendo, este es un llamado a mantener conversaciones largas y profundas, sobre intereses del alma, sobre temas que te ayuden a crecer, que pongan en manifiesto tus sentimientos, intereses y sueños.

Esta es una invitación a ver que desde lo que conversamos (y hasta opinamos en redes) estamos ejerciendo un gran control sobre todo aquello que vivimos, experimentamos y creamos para el futuro; esta es una invitación a vernos como los creadores de la realidad que vivimos y los garantes de que quienes conversan con nosotros pueden permitirse ser y elevar sus palabras, sino una invitación para elevarnos con ellos y para generar espacios que más que discusiones, sean conversaciones en las que el abrirse de corazón y libre de juicios sea el objetivo central.

 

Así que antes de opinar, recuerda contestarte ¿es realmente necesaria mi opinión? ¿Puedo ahorrarme tiempo de ruído y escuchar? ¿Voy a ser ruído y pretendo apagar la voz de otros?

 


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