No es necesario que lo hagas.
El cumplir metas, el multitasking, la «reunionitis» y todas las prácticas que nos son impuestas o autoimpuestas para medir nuestro desempeño o para definir nuestra productividad, no están hechas para ser sostenidas durante largos periodos de tiempo. No es justo para contigo, no es justo para lo que haces, no es justo para tu salud mental, no es justo para el ambiente laboral ni para tus relaciones; y además de no ser justo, no es requerido que te obligues a mantenerlas.
Este ritmo rápido en el que todo se mueve nos pide que nos «mantengamos», nos abre a homogenizar nuestros altibajos y nos obliga a reconocernos como: «siempre disponibles», «estables», «atentos y dispuestos en cualquier momento». Y en medio de todo aquello que nosotros requerimos para «cumplir con nuestro deber» se queda todo lo que sentimos, lo que pensamos, lo que procesamos a nuestro ritmo, lo que necesitamos para conectar con nuestro bienestar y equilibrio.
Lo injusto del obligarte a «estar bien»
Cada vez es más notorio que el «deber ser» del trabajo puede llegar a estar tan alejado de nuestro bienestar como nosotros lo permitamos, que puede ser tan intenso como nuestras inseguridades lo son, que puede restarnos energía como límites nos cueste crear, que puede convertirse en una fuente de gratificación como reconocimiento nos falte brindarnos… Y obligarnos a «estar bien» y no comprender nuestras fluctuaciones, alimenta todo lo que nos resta poder y confianza.
No es justo contigo que no te detengas, que no tengas un momento para darte un respiro, que no cuentes con la apertura de corazón y mente que te permita reconocerte: en tus emociones fluctuantes, en tus pensamientos que cambian, en tu cuerpo físico que se incomoda o no se siente bien todo el tiempo, en tus relaciones que no siempre estén alineadas con los objetivos impuestos o autoimpuestos que vienen del hacer.
Y no es justo porque todos cambiamos, todo el tiempo, a cada minuto. No es justo porque en el transcurso del día cambias innumerables veces (más de las que la mente puede siquiera imaginar), no es justo pedirte que «estés siempre bien» porque a diario puedes experimentar no solamente diferentes estados anímicos, sino diferentes tipos de pensamientos (cada uno de diferentes calidades y cargas emocionales o energéticas).
Sin obligarte a sostener pero sin dejar de cumplir
Lleva tu atención a los momentos en los que a diario te obligas a sostener ritmos de trabajo que no atienden a tus necesidades emocionales, físicas y espirituales; a esos ritmos en los que te pierdes, te cansas y te agobias con todo lo que sucede, a esos ritmos en los que te sientes preso u obligado a dejar de ser tu para cumplir con lo que se te pide o con lo que crees que debes hacer. Y recuerda que puedes conectar con el equilibrio, que no es necesario que sostengas ese ritmo que te aleja de tí, que puedes desarrollar estrategias para atenderte en tu sentir para que puedas fluír con mayor tranquilidad y honrándote, mientras atiendes a lo que la mente cree importante.
Definir límites, escuchar el cuerpo físico, tomar momentos durante el día para permitirse sentir, redefinir el horario de trabajo y sus ritmos, llenar de amor los juicios con los que te cohibes en tus fluctuaciones, desarrollar el hábito de escribir lo que piensas y sientes, empezar a desautorizar dentro de tí a quienes te presionan y te condicionan o rodearte de personas que te ayuden a desconectarte de lo que te priva de ser tú en el trabajo, son algunas de las acciones que puedes tomar para empezar a abrirte a tu sentir sin juicio, sin presión… para aceptarte en tus cambios y fluctuaciones. Porque son más normales de lo que crees y tu hacer puede convivir con ellas.