Antes de escribir esta columna consulté e indagué por los libros, películas, series, lo que fuera, sobre la menopausia: mucho secretismo sobre este asunto, ¿por qué? Patético identificar que dicho tema  se ha puesto de moda en tiktok e Instagram –será porque el algoritmo ha detectado mi inconsciente.

Eso de la inteligencia artificial ya es preocupante, pensamos en helados y aparecen helados, invocamos la masa muscular y aparecen los programas para generarla, pensamos en menopausia y aparece la propaganda del rejuvenecimiento vaginal, los calores, del cómo verse como Jennifer López a los 50 años o los movimientos juveniles de la gran Madonna, últimamente criticada por los consabidos y sabios años. El patriarcado no perdona.

Lo complejo del asunto es que la menopausia está de moda en el mundo de los influencers, eso es ya más que irónico. La quisiera ver de moda en la ciencia, la literatura, las películas, las series y más. Un tabú o secretismo que termina invisibilizando, estigmatizando y discriminando aún más a las mujeres. Invisibles, inoloras y supuestamente poco apetecibles.  Listas para la vida privada y monacal.

Algunas escritoras, sin hablar directamente de la menopausia, han relatado amores y pasiones en la tercera edad. Saltan de los calores a la cama, nada mal. Recuerdo las letras de Isabel Allende o de la poeta y cuentista colombiana: Carmen Cecilia Suárez Mantilla. Estas dos, dignas de mi admiración, escriben con pluma de amor y sexualidad más allá de los 60. Abuelas, dirían algunos/as.

Leamos esto de Carmen Cecilia Suárez Mantilla:

“Las camisas de dormir

para mujeres maduras son de algodón,

con bordaditos,

como hechas por las monjas

del sagrado Corazón.

Me miran extrañados

cuando digo que quiero algo sensual,

en satín,

con encajes.

“De esas sólo hay para niñas de 20,

o en sex shops”,

me responden.

Me pregunto

si esto no refleja

el inerte “aburrimiento”

de la institución

matrimonial.

(Carmen Cecilia Suárez en su libro Poemas para leerte antes de morir)

Y es que ni los ginecólogos/as manejan el asunto, a menos que tengan una interesante formación feminista; abordan el tema como una simple cuestión de hormonas y riesgos cardiovasculares, recomiendan exámenes de calcio, vitamina D, fármacos ansiolíticos, incluso hablan de artrosis vaginal, y de rejuvenecimientos para que el marido las busque más, cosas así. Tremenda ignorancia en el mundo de la ginecología, de la ciencia, de la psiquiatría, de la sicología y más. Nos deben y mucho.

Pero los cuerpos y los cerebros de las mujeres enfrentados a la nueva etapa están convulsionados a manera de torbellino. Celebro que muchas de ellas dicen que esta parte de su historia pasó como si nada. ¡Maravilla esto! Pero para muchas otras, el costo es altísimo, y a veces interminable. Siempre el costo de crecer, sangrar, perder la sangre y luego de envejecer.

Muchas historias vienen a mi mente cuando pienso en menopausia.  La de mi madre fue fatal, luego de esa etapa, la opción de ser mujer se fue diluyendo y los males físicos aparecieron hasta quedar en una silla de ruedas; la menopausia no fue la causa directa de su discapacidad, pero su creciente vulnerabilidad en medio de los silencios impuestos por los tabús, demuestra que los tiempos coinciden; la artrosis de una conocida se fue metiendo en sus dedos, generándole un terror inimaginable. Otras se han afectado mentalmente de forma contundente, cayendo en depresión, pastillas, aislamiento en sus relaciones sociales, divorcios y más. Por cierto, lo de los divorcios va más allá de la menopausia, e incluso por muchas otras razones eso del derecho fundamental al divorcio debería consagrarse y sin más enredos.

Pero sigamos con la memoria. Una gran mujer, tuvo un amante durante los diez años de la fase menopaúsica, y así la cosa pasó sin más altibajos que los deseos acrecentados con la libido altísima característica de la premenopausia. Sin embargo, hoy esa misma amiga presenta problemas óseos y más, los normales de la edad que se enganchan contra las mujeres post menopaúsicas, más susceptibles de padecer Alzheimer, artritis, artrosis, presión alta y problemas cardíacos, osteoporosis, diabetes, y más.

Eso de las hormonas, hoy reemplazables pero no de forma confiable, es como el control de un automóvil, que se descontrola en esta etapa de forma sorprendente, y la solución propuesta es pintarlo para que siga por lo menos pareciendo como nuevo. NO. Solamente un entendimiento veraz actualizado y aplicado por la medicina, una aceptación social y el amor propio de su cuerpo con valoración de la sexualidad servirán como apoyo real para sobrellevar este nuevo y complejo proceso, que en el silencio y estigmatización aislantes de los tabús existentes para muchas hoy en día se torna inaguantable.

Pues en medio de las preguntas por el tema tabú, llegó a mi mano un libro de la Premio Nobel Annie Ernaux que relata un amor en plena menopausia, a eso de los 54 y con un joven 30 años menor que ella. Esta mujer que siempre habla de temas herejes, en la misma obra se refiere al aborto, la sexualidad y el erotismo, estos dos últimos en plena menopausia. ¡Por fin encuentro una obra sobre el tema! Sumen títulos, ¡por favor!

Algunas frases de Annie Ernaux, en su libro: El hombre joven, hablan de lo que puede hacer el cerebro mientras las hormonas hacen la mala labor:  “…sentía por mi un fervor que ningún amante, a mis cincuenta y cuatro años, me había profesado jamás.”, “…con él recorría todas las edades de la vida, de mi vida”, “…nuestra relación podía contemplarse a la luz del provecho. Él me daba placer y me hacía revivir lo que yo nunca habría imaginado poder revivir. Que le pagara viajes, que le evitara buscar un trabajo que le había impedido estar tan disponible para mí, me parecía un acuerdo equitativo, un buen trato, sobre todo cuando era yo la que fijaba las reglas.”, “…la razón principal por la que quería continuar con esa historia era que ésta, en cierto modo, ya había sucedido, que yo era un personaje de ficción.”, “…mi cuerpo ya no tenía edad. Hacía falta la mirada abiertamente reprobadora de unos clientes en nuestro lado en un restaurante para demostrármelo.”, “Íbamos a ver las películas cuyo tema era la relación entre un hombre joven y una mujer madura. Salíamos decepcionados, enfadados por un guion en el que no encontrábamos lo que vivíamos, donde la mujer era una implorante que terminaba abandonada y destruida.”. Dejaron de necesitarse, ella siempre lo apoyó y él estuvo ahí para ella, pero ella hizo todo para la salida.  Quizás la frase más importante de todo el libro está al final:

“Era otoño, el último del siglo XX. Me sentía feliz de entrar sola y libre en el tercer milenio.”

Esa frase lo dice todo, y sin más termino esta entrada de blog.

Nota: Sobre esto, una gran reflexión con las feministas y mujeres: Ana Patricia Pabón Mantilla y Margarita Suárez Mantilla.

 

 

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