Hace apenas unos años, un número significativo de mujeres lideran los programas de Derecho en Colombia, algunas de ellas, no todas, con enfoques feministas, de igualdad, de paridad, de perspectiva de género, diversidad y más. Como debe ser, varias son doctoras y académicas relevantes en el área del mundo jurídico, muy acompañadas de un grupo importante de profesoras e investigadoras que han llegado a los programas de Derecho, con el halo propio del mérito a un escenario masculinizado por siglos; asimismo notable ha sido el incremento e incluso superación del número de estudiantes y egresadas abogadas mujeres, un fenómeno que se ha denominado la “feminización de la profesión jurídica”, a lo que igualmente se suma el ingreso paulatino de docentes y estudiantes feministas — sin embargo, estos recientes y lentos ingresos, no han sido suficientes para la transformación de la formación jurídica en Colombia.

Aún falta mucho para la despatriarcalización de la formación jurídica y sus ramificaciones en los escenarios de incidencia en Colombia: la administración de justicia, el liderazgo de las grandes políticas públicas, los bufetes, las listas de árbitros/as, las firmas de consultoría, las academias, las escuelas de abogados/as, y la doctrina, que siguen siendo del mundo de los señores. ¿Será que el derecho corresponde al mundo patriarcal? Un simple vistazo de las mallas curriculares, los programas, los syllabus, la bibliografía, los contenidos o una simple indagación a los/as estudiantes sobre los/as doctrinantes relevantes, darán cuenta que el escenario más que machista es eminentemente patriarcal –es estructural. Revisen el syllabus de cualquier asignatura para comprobar los porcentajes mínimos de bibliografías de mujeres consultadas. La excepción, que las hay, nunca será la regla.

¿Pero qué se entiende por despatriarcalizar el mundo de la formación jurídica? Algunos/as dirán que las cifras son generosas para las mujeres en este escenario que antes era exclusivamente dominado por los hombres. Colombia tiene una generosa oferta de educación superior, entre pregrado y posgrado; para el caso de programas de pregrado en derecho, según el informe de la Corporación Excelencia en la Justicia-CEJ, a corte de 2022 se tenía registro de 196 programas, pero solamente el 23% están acreditados, lo que equivale a 46 de ellos. Otro dato importante es la concentración de dichos programas de alta calidad en las seis grandes ciudades principales, lo que equivale al 67% de los programas acreditados. Estas cifras nos hablan de la centralización, de la geografía del abandono regional y poco menos de la patriarcalización del campo jurídico, aunque también podría leerse en ese sentido.

Vamos a las cifras en clave de mujeres. Para ellas, es necesario recordar que siempre se disputan el escenario, y con serias dificultades. Las lógicas del cuidado les generan cargas adicionales desproporcionadas en comparación con el rol ganador histórico de los hombres. No obstante, ellas tienen un incremento significativo en el acceso a las tarjetas profesionales de abogados/as expedidas entre 2016 y 2021: de las 108.063 expedidas en este periodo, entre el 52 y el 56%  más de la mitad, correspondieron a mujeres, según la CEJ.

Ahora bien, el tema de la empleabilidad es relevante a la hora de analizar la denominada feminización del mundo jurídico. Para el caso de la Rama Judicial, según las estadísticas presentadas por la Comisión Nacional de Género de la Rama Judicial, de 35.021 servidores judiciales, 15.931 eran hombres (45.49%) y 19.090 mujeres (54.51%). Sin embargo, tal como lo señaló la magistrada Fajardo, en un evento dedicado al análisis de la violencia de género en Colombia, dichos números no se compadecen con la masculinización de la cúpula del poder de la Rama Judicial: “En ese sentido, en la base de la pirámide de trabajadoras judiciales, las mujeres son mayoría con 16.335 empleadas frente a 12.796 empleados; en el rango medio hay más hombres como jueces del circuito que mujeres, con una diferencia de 1.182 a 1.100; en los puestos magistrados del tribunal, hay 514 hombres frente a 286 mujeres” (El Tiempo, 2023).

La teoría del “techo de cristal” se hace aún más evidente en la cúspide de la pirámide, con 64 magistrados de altas cortes frente a solo 28 magistradas. La diferencia, en clave de paridad, presenta un buen ejemplo en la integración de la Corte Constitucional, el Consejo Superior de la Judicatura y la Justicia Especial para la Paz – JEP, que además hace gala de interculturalidad y de integración ancestral. Pero como lo dice la magistrada Fajardo, las cifras son apenas parte del ejercicio por mejorar. Eso del género debe irradiar a la administración de justicia desde afuera y desde adentro y en todos los niveles. En la hermenéutica, la argumentación y en toda la administración de justicia.

¿Y la doctrina? Esa sigue marcada por el mundo masculino. ¿Y la investigación jurídica y socio jurídica? También. Un último estudio titulado “Las élites del pensamiento jurídico en Colombia, rupturas en el saber del derecho” (Diana Maite Bayona Aristizábal y Antonio Milla), además de reflejar la concentración de la producción jurídica en universidades élites en unas pocas ciudades, nuevamente reitera que esto del campo jurídico sigue siendo un escenario de hombres. Retoman el ranking AD de autores investigadores de derecho en Colombia, de manera particular el denominado índice H (correspondiente a la cifra H de publicaciones que son citadas un número H de veces) en donde relacionan, “20 mejores autores” de los cuales apenas tres son mujeres: Gloria Amparo Rodríguez (2o lugar), Julieta Lemaitre (6o lugar), y Beatriz Londoño (12o lugar), todas magníficas académicas. Asimismo, elaboran una segunda tabla titulada Ranking Scopus de investigadores/autores de derecho, el cual arroja un listado de 20 en donde nuevamente aparecen los mismo tres nombres de mujeres, ubicadas en los puestos 9o (Beatriz) , 11 (Gloria) y 19 (Julieta). Estos datos y cifras hablan nuevamente del campo patriarcal de formación y práctica en el mundo del Derecho.

¿Machismo o patriarcado en la formación jurídica? ¡Sí! Sin duda, el machismo es apenas un síntoma del gran sistema patriarcal. Las cifras dadas hablan de un tema estructural más profundo, más allá de “usos y costumbres”. Todo un sistema o un orden que ha acumulado violencias de todo tipo, muy a tono con la gran pretensión de controlar todos los escenarios sociales, económicos, jurídicos y políticos. En ese gran sistema, el Derecho ha sido un instrumento fundamental para potenciar la violencia y la discriminación por siglos en contra de las mujeres, niños/as y disidencias sexuales. La religión, la ideología, la familia, el Estado, el Derecho y más han contribuido en conjunto a esa historia de injusticia, la cual sigue teniendo un capítulo doloroso y por superar en el mundo de la formación jurídica y de la práctica de los/as abogados/as.

Nota 1: Un buen ejemplo del escenario patriarcal está dado en el mal recibo que ha tenido la terna de mujeres para la Fiscalía General de la Nación, por lo demás, constitucional y legal. Siempre nos falta tela pal moño, como dice el dicho popular. Y es la hora que no han leído y estudiado las hojas de vida y que no pueden escoger entre tremendas penalistas. Creo que la Corte Suprema de Justicia ha dado gala del título de esta columna en este momento histórico.

Nota 2. Agradezco a mis lectoras y amigas: Margarita Suárez Mantilla y Nicole Anzola Virgüez.

 

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