María del Rosario Yanett Anillo es una estudiante colombiana de 22 años cuya historia no es solo la de una joven con excelencia académica, sino la de una vocación construida desde el amor fraternal y la resiliencia familiar. Ella, quien adelanta estudios en Ciencias Biológicas en Fordham University en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, desde muy temprana edad vivió en carne propia los retos que implica tener un familiar con el Síndrome de Turner, una condición genética poco frecuente que afecta aproximadamente a 1 de cada 2.500 nacimientos de niñas en el mundo, quienes pueden considerarse milagros vivos dado que esta enfermedad permite que menos del 1% de los embarazos pueda llegar a término debido a abortos espontáneos.


“Mi hermana Lucía nació con 45 cromosomas en lugar de 46 que la mayoría
tenemos, una diferencia que médicamente se conoce como monosomía 45X y que trae consigo múltiples desafíos físicos, médicos y emocionales, entre muchas dificultades y necesidades médicas constantes, desde controles cardiológicos, visitas con endocrinólogos, hasta tratamientos hormonales”, señala.

Es por esto que, inspirada por su historia familiar, desde niña desarrolló un
profundo amor por la ciencia, entendiendo que “la medicina no solo revisa libros
y estudia enfermedades, sino que también comprende contextos, acompaña
procesos y ofrece esperanza”. A raíz de la condición de su hermana, María del
Rosario decidió estudiar el Síndrome de Turner con un enfoque en genética
bioquímica, ya que las personas con diagnósticos complejos se enfrentan a muchas explicaciones difíciles de entender y a la búsqueda de respuestas que a veces ni la ciencia tiene.

Es por eso que hoy, 28 de agosto, fecha en la que se conmemora el Día
Internacional del Síndrome de Turner, historias como la suya cobran relevancia
para la ciencia colombiana, y para la esperanza de miles de pacientes. Ella ejemplifica el poder de la resiliencia, la empatía y un talento extraordinario para
transformar vidas. Un día como este no solo sirve para recordar a todas las niñas y mujeres que enfrentan esta condición, sino también para promover la empatía y el conocimiento.

Como ella advierte: “las pacientes desafían diagnósticos, enfrentan tratamientos complejos y soportan miradas prejuiciosas y mal informadas. Sin embargo, pese a todo, siguen adelante con una sonrisa y con una fuerza que compensa con creces su baja estatura. En esta fecha quiero hacer una invitación a todos: a ser más empáticos, a informarnos, a comprender que detrás de cada persona que se ve diferente existe una historia llena de retos que la mayoría no conocemos ni vivimos”.


Su trabajo y dedicación se han dirigido a potenciar la conciencia y la detección
temprana del Síndrome de Turner, una enfermedad de la cual no hay suficiente
información en el mundo, en especial en idioma español donde María del Rosario
está siendo pionera en la investigación de “una enfermedad cuyo diagnóstico
oportuno requiere componentes de concientización, educación médica y acceso
equitativo a pruebas diagnósticas”, dice.


Desde que María del Rosario era niña ha participado en actividades comunitarias
y en programas voluntarios como el de la Cruz Roja Colombiana. Para ella, “servir a los demás no es una obligación, sino una forma de vivir con propósito”, y desde los 13 años empezó su camino en el voluntariado, reconociendo que “cada año que pasa sin un diagnóstico es una oportunidad perdida de crecimiento y tratamiento”.


Años más tarde, en el verano de 2022, diseñó el programa de voluntariado
hospitalario “Manos Milagrosas” en la Clínica La Milagrosa de Santa Marta,
donde también ha realizado más de 50 horas de servicio, promoviendo la
responsabilidad social entre los jóvenes. Lo anterior lo complementa hoy con sus estudios universitarios en Estados Unidos, con los cuales espera “ser parte de una generación de médicos que no les dé la espalda a los pacientes con condiciones poco frecuentes, que escuchen sus historias y brinden atención digna y esperanzadora”, agrega.


En el ámbito académico, a sus 19 años trabajó como asistente de cátedra de
Química 101 durante el desarrollo del proyecto de investigación CHEM105 en la
Universidad de Massachusetts en Boston. Desde esa misma ciudad, su
compromiso ambiental también ha sido notable siendo voluntaria en campañas de concientización sobre energías renovables y protección de fauna silvestre en
Massachusetts. Además, ha llevado actividades recreativas a hospitales locales y participado en eventos filantrópicos como Stand For The Kids, en beneficio del Hospital Infantil de Boston, y fue voluntaria de la Fundación 3Point en escuelas públicas de Boston durante el otoño de 2022.


“A pesar de los desafíos, he mantenido un rendimiento académico de excelencia
que se refleja en mi promedio y en mi participación en distintas sociedades de
honor. Estos logros no han sido producto del azar, sino el resultado de una profunda determinación y de la disciplina que me sostiene incluso cuando falta la motivación. Este camino, aunque lleno de obstáculos, también ha estado repleto de aprendizajes valiosos”, concluye esta joven promesa de la ciencia.


Este camino le ha enseñado que la verdadera fortaleza no siempre se mide en lo
externo o lo físico, sino en la capacidad de seguir adelante cuando se extraña lo
conocido y de recordar siempre las razones profundas que la motivaron a
comprometerse con un propósito. Ser estudiante, inmigrante, voluntaria, científica en formación y soñadora al mismo tiempo no ha sido sencillo, pero, sin duda, ha sido el mayor honor y la experiencia más transformadora de su vida.

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