Umpalá

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El “Santurbán” rumano

El anuncio de una explotación de la mina de oro más grande de Europa en el corazón de Transilvania, provoca protestas alrededor del mundo.  Los activistas rumanos se inspiran de las victorias colombianas contra la mega minería

En Roșia Montană, la montaña de los tomates, una zona que abarca dieciséis aldeas en la región rumana de Transilvania, siempre se ha explotado el oro. Diferentes expediciones arqueológicas han encontrado restos que prueban que desde el siglo I antes de Cristo se cavaban túneles para la explotación del mineral. Incluso, según algunos historiadores, los yacimientos de oro habrían sido uno de los motivos principales que guiaron el avance de las tropas romanas, que sometieron a los Dacios antes de continuar la ruta hacia el resto de Europa.
El argumento de base de la Rosia Montana Gold Corporation cuando a mediados de la década del 2000 anunció la intención de recomenzar la extracción del mineral en la zona era ese “La explotación aurífera siempre ha estado ligada a la región”. A partir de este punto y tanto en su sitio internet como en los folletos distribuidos a la gente de la región y los anuncios pagados en los canales de televisión rumanos, la compañía desarrolló una estrategia de comunicación clásica en el sector de la minería transnacional: familias felices, el hombre con casco, la mujer con niños, que irán a escuelas en las que habrá un computador en cada pupitre y que si se enferman serán atendidos en hospitales equipados con la última tecnología, y volverán a casa (una casa nueva) recorriendo carreteras por fin asfaltadas.
Ese mismo enfoque lo retomo la compañía bajo un nuevo nombre, Gabriel Resources, que el consorcio canadiense-americano-israelí asumió cuando comenzaron las críticas contra la que, de llegar a explotarse, sería la mina a cielo abierto más grande de Europa.
“La más grande de Europa, porque en ningún otro país de Europa permitirían un proyecto en esas condiciones. Mis padres son originarios de esa región, también yo. Es verdad que la minería siempre ha existido, pero una cosa es excavar túneles y otra arrasar las montañas. Lo pueden decir de muchas maneras, pero el principio es simple: van a destruir las montañas prácticamente filtrándolas para sacar el oro” dice Valer Bologa, uno de los activistas reunidos para protestar contra el proyecto frente a la sede de la UNESCO en Paris.
En la pancarta que lleva su vecino y en muchas de las otras aparece la palabra “Cianuro”, se refiere al mismo tiempo a la que puede ser uno de los puntos más problemáticos de la técnica de explotación de la Gabriel. El proyecto necesitará la creación de un lago artificial en el que, durante los diez años que duraría la explotación, se depositarán 215 millones de toneladas de cianuro y metales pesados.
La idea de la utilización de cianuro a gran escala tiene un triste precedente: en el año 2000, la ruptura una presa de contención operada por la compañía australiana Esmeralda Exploration, causó el vertimiento de 100.000 toneladas de cianuro en el delta del Danubio. La BBC llamó al desastre, en la zona de Baia Mare “La peor catástrofe ecológica en Europa después de Chernobyl”.
El precedente de Baia Mare puso en guardia tanto a organizaciones ecologistas locales como a Greenpeace y la Federación Europea de Partidos Verdes, que se opusieron desde el principio al proyecto de Roșia Montană cuando éste fue anunciado a mediados de la década del dos mil. Por razones históricas y de conservación del patrimonio religioso, tanto la iglesia ortodoxa rumana (mayoritaria en el país) como el gobierno húngaro, expresaron también su oposición. Apáticos a las grandes causas en un país donde la derecha se acerca al ultraliberalismo y los partidos de izquierda están aún bajo la dirección de herederos de la dictadura comunista, pero atraídos por el apoyo que varios de los grupos de rock y pop más conocidos de Rumania y Moldavia dieron a la contestación, los jóvenes terminaron por vincularse. Desde el 2010, se han creado en el país cerca de un centenar de comités de defensa de la región. El anuncio público por parte del político Victor Ponta, entonces en campaña en el sentido de que no daría luz verde al proyecto, parecía enterrar para siempre las aspiraciones desenterradoras de Gabriel Ressources.
La semana pasada, Ponta, ahora primer ministro, anunció que para acordar una licencia de explotación a la compañía canadiense, sólo bastaría el visto bueno del congreso.
“Eso lo vivimos como una traición, Ponta ganó votos entre la gente que se opone al proyecto y una vez en el poder aceptó un acuerdo en el que la Gabriel va a explotarnos por diez años, envenenarnos por la eternidad y apenas entregar para el ´progreso’ del país un seis por ciento de lo que extraerán” dice Alexandru Urdas, representantes de la Liga de Estudiantes Rumanos en el Extranjero, institución que promueve las manifestaciones que , tras el anuncio de Ponta, comenzaron a aflorar, primero en Bucarest y luego en las principales ciudades europeas. Desde el pasado 28 de agosto, cuando se estableció una vigilia nocturna que se ha convertido en la manifestación ciudadana más importante de los últimos veinte años, se han realizado marchas y plantones en Berlín, Londres, Roma y París. Como consecuencia de la atención que han recibido los manifestantes, las acciones de la Gabriel perdieron un 17% de su valor en los últimos cuatro días.
“Llevamos años y años ganando pequeñas batallas que han permitido retrasar el comienzo de las excavaciones” dice Eugen Lehau, quien anima la manifestación parisina con versiones en inglés, francés y rumano de “Blowin in the Wind” de Bob Dylan y canciones de la Revolución del 89 adaptadas a la causa ecologista. Si los años de denuncia y manifestación han logrado comprometer seriamente la financiación de la mina e implicado que grandes aseguradoras como Allianz se desvinculen del proyecto, los activistas no confían en una posición favorable del Senado.
“Así que nos la jugamos por pedir a la UNESCO que declare a la zona Patrimonio de la Humanidad. No sólo por su valor ecológico, sino histórico. La explotación arrasaría con iglesias, basílicas, minas de la época romana, fragmentos de murallas y más aún, acabaría con el modo de vida campesino en una de las regiones más arraigadas a las tradiciones rumanas” dice Ion, otro de los participantes.
En cambio se muestra escéptico respecto al referendo sobre el tema propuesto, tras las manifestaciones de los últimos días, por el residente Traian Basescu “pero no tememos al resultado” dice “sabemos que en Colombia se realizó una consulta y la gente rechazó un proyecto similar. Lo que nos da miedo es que no lo convoque, porque, y con Ponta nos hicimos a una idea de a qué bolsillos va a ir a parar el poquito de oro que se quedará en el país”.

en Twitter @r_abdahllah

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