Como vivo en las nubes con las fechas me confundí por una semana y me perdí el homenaje que la comunidad colombiana le hizo al cónsul Daniel García-Peña como despedida de su cargo en París. Llevo horas dándole vueltas a la frase y aún me suena como el pie de foto de una imagen de páginas sociales.
La cosa al contrario tiene mucho de inusual, en los diez años que he vivido fuera de Colombia nunca había escuchado que la comunidad decidiera por sí misma realizar un evento de este tipo y ahora que lo pienso nunca creo haber escuchado que los colombianos supieran siquiera quién era el consul de su país.
Más inusual aún es que si los colombianos de París organizaron ese homenaje es porque no querían que García-Peña se fuera. Es inusual porque las relaciones entre los colombianos y sus funcionarios suelen estar marcadas por el interés , la tensión y la desconfianza. Las tres cosas se acentúan cuando se trata de cargos “de libre nombramiento y remoción” , esa figura monstruosa que convierte posiciones que deberían estar al servicio de la gente en una moneda con la que se pagan a posteriori favores políticos o se trabajan los votos y contratos que han de venir. En un puesto transitorio , no es raro que ciertos funcionarios diplomáticos asuman su cargo con desinterés, haciendo lo mínimo o menos que eso y manteniendo una distancia con la gente a la que deberían servirle, en parte porque los ciudadanos no pueden ejercer sobre ellos ningún control y en parte por una innegable diferencia de clases y origenes.
Durante los dos años y pico que García-Peña permaneció como cónsul en París se dio como tarea acabar con la desidia-de-funcionario y con la distancia-de-consul. De lo primero habría que decir que modernizó el consulado convirtiéndolo en un lugar digno al que uno podía ir sin la predisposición con la que se va a los lugares a los que se va a hacer papeleo. Para describir cómo se lograron esos cambios habrá que empezar por contar un detalle de fina coquetería como fue la instalación de una máquina con café, agua fría y chocolate GRATIS, además de un computador en el que los usuarios podían consultar e imprimir GRATIS algún documento pendiente. Habría que hablar de las modificaciones en el espacio físico, la creación de una sala de espera y la implantación de tableros digitales, terminales para permitir el pago con tarjetas bancarias (consignar en Francia es complicadísimo)y una biblioteca abierta al público y especializada en literatura colombiana.
Quienes han estado siguiendo la historia habrán reconocido en el párrafo anterior algunos puntos carta que ha circulado en internet y aparecido en medios como Las Dos Orilllas http://www.las2orillas.co/colombianos-en-paris-quieren-garcia-pena-siga-siendo-el-consul/ además de ser retomada por Enrique Santos en su columna de El Tiempo http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/la-diplomacia-del-nuevo-pais-enrique-santos-molano-columnista-el-tiempo/15203656.
El objetivo inicial de la carta, que redactamos y firmamos con treinta colombianos residentes en Francia y algunas asociaciones políticas y artísticas era lanzar una petición en internet para invitar a la reflexión a los responsables del cambio consular con la esperanza de que permitieran a García-Peña continuar su labor. Nuestra petición, junto a otra lanzada en los mismos días reunió unas trescientas firmas.
Como lo he dicho, estoy en desacuerdo con el principio de “nombramiento y remoción” y más con el uso que se le da en Colombia, pero la petición no iba tan lejos, sólo se solicitaba que al menos se le permitiera a García-Peña permanecer en el cargo los cuatro o cinco años que le han sido acordados a sus predecesores y sobre los cuales él se había proyectado para continuar las reformas y mejoras en el consulado de París antes de que una llamada en plena época navideña le solicitara su renuncia sin mayores explicaciones.
Dos años más no parecía una solicitud desmesurada, sobre todo si consideramos que la persona que va a remplazarlo y que al parecer tiene una absoluta urgencia de ocupar el cargo, es decir, Claudio Galán, tiene ya y desde hace dos años, una representación una diplomática a su cargo, el consulado colombiano en Viena.
La excelente gestión de García-Peña no explica más que en parte el interés de los colombianos de París por “quedárselo” , a ella se suma el esfuerzo del cónsul por eliminar la distancia existente entre la institución y los ciudadanos. “Se lo ve almorzando con los que trabajan de obreros” me decía una conocida hace un par de días.
Retomando otra de las ideas expuestas en la carta habría que decir que no sólo como persona García-Peña se ha acercado a los colombianos, incluso a aquellos privados de la libertad, sino que ha logrado acercarlos al consulado a través de conciertos, conferencias y eventos para el público infantil. Bajo la dirección de García-Peña el cónsul dejó de ser un tipo encerrado en una oficina al que era imposible acceder y el consulado una extensión de la burocracia nacional.
Más que haberme perdido el homenaje, que fue sencillo y sentimental según me cuentan, y al que asistió gente de todas esas colombias diferentes que existen en París, lo que me da embarrada es que García-Peña se vaya a pesar de haber sido el primer cónsul que yo conozco que gracias a su gestión y a su carisma terminó por hacerse querer.