Umpalá

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Coronavirus: Cartas desde París. Día 26

Abril 9

EHPAD

Establecimiento para el Alojamiento de Personas Mayores Dependientes.

Recuerden esta sigla.

Es decir, si pueden. En Francia (no sólo en Francia) son fanáticos de las siglas. No se dice “Salario Mínimo” sino SMIC, no se dice “tren de cercanías” sino RER; no se dice “Indigente” pero no porque se prefiera “Persona en situación de calle” sino porque está la muy cómoda “SDF”.

George Orwell, que en 1948 describió en “1984” cómo sería la vida en el 2020, explicó en varios de sus ensayos y textos de ficción que las siglas sirven para remplazar realidades concretas por abstracciones que no evocan nada.

Y que los dirigentes (qué rara esa palabra, qué inapropiada) lo saben muy bien.

Con las siglas vemos las letras. No los dramas. No quiénes los sufren.

Con EHPAD vemos una serie de letras. No a los viejos que viven adentro.

No sé como traducir “EHPAD”.

No sé si decir “Hogar de Ancianos”, “Ancianato”.

Recuerden esa sigla.

Las páginas que recopilan los muertos que va dejando el Coronavirus en Francia muestran un comportamiento errático en los últimos días. 1417; luego, 541; antes, 518. Otro día fueron 833. Hoy 1341.

Vemos números ¿No?. No gente que ya no era capaz de llenar sus pulmones.

Imaginemos eso. Alguien que no puede respirar. Como debajo del agua si alguna vez les ha pasado.

Excepto que no hay superficie.

833. 1417. Hoy 1341.

Los números no varían porque la enfermedad se comporte diferente que en China o Italia. Como allá, los contagios siguen una curva que se va aplanando conforme pasan los días de confinamiento. Las cifras son confusas, porque hay días que se cuentan los muertos en los EHPAD y otros no. .A veces se suman a la cuenta personas que murieron hace varios días. Durante más de dos semanas, las autoridades sanitarias ni siquiera mencionaron los muertos de los ancianatos.

Muertos que hoy suman 4.166, un tercio de las víctimas que la epidemia ha dejado en Francia.

Las autoridades (qué rara esa palabra, qué inapropiada) han justificado de todas las maneras posibles los retrasos en las cuentas, pero no han llegado a explicar cómo fue posible que hasta que la prensa comenzó a hablar de las muertes de los viejos, hubieran asumido que no era relevante contarlos. Como si sobraran. Como si ni un puntico en las gráficas merecieran. Como si se estuviera repitiendo (de eso hablaba hace un par de días) la canícula del 2003 cuando 20.000 ancianos murieron en Francia no tanto por el calor como que porque no tenían a nadie que les alcanzara un vaso de agua.

Abandonar a los viejos, en su casa o en un EHPAD, es parte de la cultura francesa. Apenas los hijos tienen un trabajo estable, y peor aún si se tiene pareja e hijos, los padres se retiran a una casa de campo (si tienen suerte) y no se los ve casi nunca. No es raro que los padres entreguen a sus hijos el apartamento en el que han vivido toda la vida y para no causar problemas se retiren a un EHPAD. No es raro que desde los cuarenta años, los franceses empiecen a ahorrar una parte de su sueldo para el EHPAD que tendrán que pagarse.

Esa “causa cultural” se invocó en un momento para explicar la explosión de casos ( y muertos) que el Coronavirus iba dejando en Italia. Como allá la gente no abandona a sus abuelos y muchas veces en lugar de despacharlos a una institución cuando no pueden valerse por sí mismos, los lleva a su casa, el contagio de la población más vulnerable fue acelerado.

El abandono en Francia, lo pensaba yo también, podía haber sido una cruel protección contra el contagio.

Ahora que las cifras no paran de subir, los responsables (qué rara esa palabra, qué inapropiada) de las políticas de salud admiten que los abuelos franceses se mueren tanto como los italianos.

Sólo que se mueren solos.

Al comienzo de la pandemia, cuando vimos que el virus había escapado de Wuhan, nos repetimos que esta vaina sólo mataba a los viejos. Al enterarnos que también jóvenes morían, nos decíamos que era sobre todo a los viejos que mataba.

Ahora, que acecha por ahí en la respiración del prójimo, en la gota de saliva seca en la manija de una puerta, nos consolamos con que de todas maneras si uno no es muy viejo, tendría que esta muy de malas pa morirse.

EHPAD. Francia ni siquiera pensaba que a los viejos había que contarlos.

No dudo que nuestros padres y abuelos hubieran muerto sin dudarlo por darnos una vida mejor (por eso mismo se mataron poco a poco en trabajos mal pagos)

Nosotros no fuimos capaces de renunciar a la rumba o a las compras en el supermercado para que no se murieran.

Como generación nada podremos exigir a nuestros hijos (ni cuidado, ni sacrificios, ni compañía) en el momento en el que nos llegue la vejez, esa cosa que también sobre todo mata a los ancianos.

 

 

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