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CORONAVIRUS: Cartas desde París en Cuarentena. Día 21

Abril 4 – 2020

Hoy encontré a Jesús.

No en sentido literal. O bueno sí. O figurado. No.

Literal.

Hoy encontré a Jesús.

Leonardo y yo siempre nos sentamos en el mismo banco frente a la misma panadería, pero las cosas han cambiado. Hay una pandemia y tales. Así que nos sentamos en otro banco. Había un texto escrito por tierra. No es que yo recoja cualquier porquería …

(En realidad sí. Recojo lo que sea. Más si tiene letras encima)

pero en estos días uno se ha acostumbrado a ver tirados guantes de latex y tapabocas en medio del polvo que se acumula en las calles. Hoy alguien había botado una bolsa vacía de harina, sin duda la última de París. La hoja escrita estaba alineada con una colilla. Cualquier cosa diferente es cariño.

Era una plegaria.

«Os conjuro, por todas vuestras bondades. Que mi nombre sea escrito en vos, porque he aceptado que toda mi felicidad sea vivir y morir como vuestro esclavo.

Amen»

Mi historia personal con la religión ha sido de extremos. Mi abuela paterna era católica practicante de esas que esperan que sus nietos lo sean. Me enseñó el catecismo y aún me acuerdo varias listas de prácticas piadosas y pecados perdonables. Luego, por un tiempo, fuimos cristianos evangélicos. Las cuatro horas y media que duraba la alabanza saltada y cantada del domingo me entrenaron para el pogo de los festivales de rock. Dejamos de ir porque había que madrugar. Luego fui agnóstico (tenía trece años) y después ateo (a los catorce, cuando murió Cobain). Como no tenía ni la actitud ni la pinta ni la personalidad para que admitieran en el capítulo Piedecuesta (Santander) de la Orden de la Sangre de Satán, me contenté con blasfemar frente a familiares y allegados.

Los años, además de la caída del cabello, me han traído la sabiduría de dejar de pelear con Dios: no tiene ningún mérito pelear con alguien que no puede defenderse porque no existe.

No creo en energías, ni en karma, ni en la ley de la compensación ni en los acuerdos toltecas ni en los cristales, no creo que lo que se hace se pague, ni que las cosas pasen por una razón. Tengo un montón de gente alrededor que cree en eso y en Dios(es/as) y en ángeles y en angeología. Pienso ahora que el sistema de creencias espirituales de alguien no es un criterio para apreciar o no a una persona.

Puedo estar equivocado.

Puede que con el tiempo cambie de opinión.

Hay un dicho que dice que “No hay ateos en las trincheras”. Hay también una asociación de veteranos de guerra que se llama “Ateos en las Trincheras”. Siempre he pensado que si algo terrible me pasa en la vida, terminaré por intentar incluso servirme de la fe.

Siempre he estado seguro de que eso no bastará para que Dios exista.

Esto no es una discusión teológica.

Hace unos días pedí canciones y llegaron dos “Don’t stand too close to me” y”No hay cama pa’ tanta gente”. Ahorita (es sábado y nadie saldrá de fiesta) tengo un montón de ganas de conversar sobre Dios y sus ausencias.

Yo no, pero ¿Ustedes creen que está por ahí mirando?

Yo no, pero ¿Que esto sucede por ‘algo’?

No sabía que hacer con ese Jesús encontrado. Ya en mi escritorio tengo una fotocopia pastificada de “EL SUR” que me robé la tumba de Borges. Un pato. Tres Piedras. Un cuarzo. Un ícono orotodoxo. Un golem que compré con K. en Praga. Un casette de In Utero. Un carrito de policía desvalijado.

Le digo a Leonardo que haremos una colección de tesoros encontrados en esa colina de enfrente que es nuestro territorio. Jesús estará al lado de un Mickey Mouse decapitado y una balón de plástico que podría perfectamente servirle de cabeza.

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