MAYO 14
La señora italiana de la pizzeria atiende a través del túnel que forman una puerta medio abierta, una mesa para bloquear la entrada y una barrera de plexiglas. Lleva una mascarilla y guantes y sostiene un aerosol con solución hidoalcohólica.
Y las gafas de siempre.
“Qué bueno que abrió” le digo “Nos hizo mucha falta”
Y sonríe
Yo no puedo por supuesto ver su boca, pero acabo de descubrir que la sonrisa es una vaina que si le ponen una mascara se escapa y se sale por los ojos.
La señora dice que los clientes van llegando. Aún no puede abrir pero puede preparar para llevar. Es la estrategia de superviviencia de los pequeños negocios.
El bar de la esquina fue más lejos y, jugando en los límites de la legalidad, propone cerveza del barril para llevar.
Sentarse a tomar en la calle , uno de los grandes placeres que ofrece este moridero, aún no está permitido pero nadie se puede oponer a que uno tome una pola espumosa mientras camina.
(Lo escribo y baveo. En una época más feliz estaba prohibido tomar en las calles, pero no estaba prohibido acompañar una comida con un trago. Técnicamente eso quiere decir que uno puede bajarse una botella de vodka con un paquete de papas fritas y decir que lo primero es el acompañamiento de lo segundo.
Como añoro esos días.
Y los otros, los que no volverán, en los que uno podía tomarse las botellas que encontraba empezadas por ahí.
Alguien ha dejado botellas de Poliakov en los bordecitos de las ventanas del barrio. Qué cruel tentación. Una de ellas está junto a dos botellas de saké vestidas lo más de elegante en un salón donde hacen depilaciones
quiero beber y depilarme borracho)
Mi bar favorito en cambio no abre. Cada día pasó por allí con esa cierta esperanza. Es un bar paila, como de esos de cerca a las universidades en Colombia, con afiches sobre afiches. Nunca había pasado por ahí de día. No sabía ese dibujo de fiesta de la bella época que tenía en la puerta.
La señora de la pizza le envía besos a Leonardo de lejos.
Asumiendo que la distancia social es un imposible dentro de la misma familia, o más que un imposible es un absurdo ¿Cómo y que tanto vamos a tocarnos con ese resto de la humanidad que empieza al otro lado de la puerta?
Mi primera ruptura de todos los protocolos de distancia social fue con L., un colombiano que trabaja en las distribuciones alimentarias de los suburbios. Luego de casi dos meses sin acercarme a menos de un metro con nadie, excepto tal vez Ana la vecina del balcón, L, a quien no conocía en persona , me vio y estiró la mano con un “Tonces?”.
Y yo hice lo mismo y dije “Ahí vamos”.
La segunda ese mismo día fue con un fotógrafo franco-belga. Llevaba un morral Totto. Yo lo vi y le dije.
“Explique cuál es su relación con Colombia”
Y el tipo así, esa cara de susto, del que todavía no entiende que esa marca Totto se lleva como el número de la bestia, indeleble.
Y el man cuando entendió me dio un abrazo.
Y así.
Luego N. , cuando pasé por su casa, todavía en confinamiento y bajó con una taza de té y me dijo “¿Podemos tocarnos la punta de los dedos?”
Y luego V., que me gritó de casualidad en la calle y gritó y se frenó en seco a un paso y dijo
“¿Puedo abrazarte?”
Yo dije que sí, yo a todo lo que sea cariño digo que sí.
En los círculos BDSM y sexopositivos, es cuestión de principios y buena educación preguntar antes de cada etapa o de cada práctica. ¿Puedo quitar esta prenda?, ¿Puedo apretar más? , ¿Puedo morder aquí?. Un no es un NO. Un “Sí” entusiasta es un enorme SÍ. La idea es que la gente acepta lo que desea sin pensar en la presión social.
Y no se insiste y no se busca convencer.
No digo que ese sea un ideal en todos los contextos. Digo que así me sentí
Luego vi a a L. y nos saludamos de beso en la mejilla como siempre, luego a otra L. (casi todo mundo tiene nombres que empiezan por L.) y me abrazó sin preguntar.
Quince años atrás tuve un cercano amigo argentino (se llamaba “Carlos” o “Miguel” según la ocasión).
Siempre me daba la mano burlándose porque decía “Ustedes los colombianos son tan machos que se asustan si un hombre los saluda de beso.
Lo que es más o menos cierto. Saludo a casi todos mis amigos manes extranjeros de beso, pero con los colombianos, así sean de hace décadas y así uno los quiera mucho, siempre la mano firme y el corazón grande.
Maldito virus que se nos vino a atravesar en la deconstrucción de esas manías.