Umpalá

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Cartas desde París en Cuarentena: Día 37

 

Abril 21

Ahora que en Argentina parecen haber descubierto que la mejor manera de evitar la propagación del Coronavirus es el barbijo, imagino que de eso estará hecho el futuro. Barbijo para todos y todas, barbijo por la mañana y por la tarde, barbijo para las damas y caballeros, barbijo pa’l que le guste y pa’l que no le guste, barbijo a las malas.

He visto el futuro, hermano, y es barbijo”

Parafraseo a Leonard Cohen.

Quienes me conocen saben que soy tan fan que el día que tenga un hijo lo llamaré sin duda Leonardo. A principios de los 90, Kurt Cobain (Quienes me conocen saben que soy tan fan que el día que tenga un hijo lo llamaré sin duda Kurt ), escribió una canción en la que pedía “un más allá de Leonard Cohen para poder suspirar eternamente).

Al mismo tiempo, y sin que nunca llegará a conocerlo en persona, Cohen cumplía esa voluntad y describía ese más allá en una canción que llamó The Future.

Un “más allá”/futuro en el que según Cohen habría

  • Crack y sexo anual

  • El regreso de Stalin y del Muro de Berlín

  • La explosión de tu vida privada

  • Fantasmas

  • Fuegos en los caminos

  • y un montón de poeticas piojosos queriendo sonar como Charlie Manson.

Y barbijos, entonces.

Barbijo para todos y todas,

barbijo por la mañana y por la tarde,

barbijo para las damas y caballeros,

barbijo pa’l que le guste y pa’l que no le guste, barbijo a las malas.

Con drones y policías y bolillos telescópicos y nuevas versiones de gas lacrimógeno para que lo huelan hasta aquellos a los que el virus les mató el olfato

N. soñó (aquí resumo el resumen de un sueño) que iba en un autobús por la costa y los pasajeros, jóvenes, de buen humor, medio ebrios y felices, comenzaban a pasarse de boca en boca un chocolate. Ella gritaba, les decía que no fueran inconscientes. Allí terminaba la posible fiesta.

N. dice que tiene miedo de ser la que arruine las fiestas.

Que la batalla está perdida. Ella se había convertido en el enemigo de la única forma que conocemos: viendo un enemigo en quienes tenía enfrente

Varias veces se ha criticado el lenguaje guerrero que algunos gobiernos han utilizado para referirse a la pandemia y en el problema de tratar al Coronavirus como un enemigo en el sentido militar del término, porque terminamos asumiendo que luchamos contra una entidad que tiene la intención de destruirnos o conquistarnos.

Una pandemia es una pandemia, no el sueño militar de tanto líder machito.

El problema es que nos quedé gustando la metáfora fácil de la guerra y que luego, en ese luego que parece ir llegando, terminemos, como en el sueño de N., convertidos en enemigos mutuos.

Cada vez que escuché historias sobre la Rumania de Ceaucescu, me sorprendió que luego de consolidarse, el régimen recurriera mucho menos a la tortura y la detención-desaparición de civiles que nuestras dictaduras del Cono Sur y nuestras democracias del Cono Norte. Dejó de ser necesario porque funcionó la estrategia de convencer a los ciudadanos no sólo de que la policía politica, la Securitate, los vigilaba, sino de que todos se vigilaban entre sí.

El futuro puede ser eso, que esas personas que empiezan a aparecer en las calles en estos últimos días de un confinamiento cada vez más imperfecto llevando no sólo máscaras (compradas quién sabe dónde, porque en Francia es imposible conseguirlas legalmente) sino guantes y viseras en plexiglas, se conviertan en los vigilantes y enemigos de los deportistas que salen a trotar tres veces al día tosiendo y regando sudor y babas a kilómetros de distancia de su residencia. Y viceversa. Que el equilibrio entre minimizar una pandemia y seguir viviendo de tal manera que se viva para algo se convierta en una guerra de ideologías cuando la necesidad, ahora más urgente que nunca es una lucha radical contra las desigualdades que las circunstancias actuales han vuelto a poner en evidencia.

Y que a partir de ahí nos convirtamos en los espías de los demás, al servicio de una estructura de poder que estará feliz de que nos sigamos espiando cuando esta crisis haya quedado atrás.

Que el criterio para saber qué derechos tenemos en esta sociedad termine siendo, digamos, el tamaño del barbijo.

He visto el futuro, mi hermano, son un montón de ojos que miran de lejos, juzgan y delatan, siempre con las mejores intenciones.

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