Umpalá

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Cartas desde París en Cuarentena. Día 14

Los sueños jamás dan miedo

Yo sueño que estoy en pijama, en ropa interior o desnudo en lugares donde no debería estarlo. Sueño que debo volver al colegio o la universidad porque me faltó un examen.

Bobadas.

Pero está el entresueño.

Por la noche entresueño con «cosas». Uso esa palabra que rara ve me sirve en el día, porque a la luz del sol los objetos tienen cada uno su forma y su nombre. En la noche no sabemos. Hay los sueños. Allí están de su lado, pero también esa frontera. Esos momentos en los que queremos gritar y no podemos. En los que sabemos que ya no soñamos, pero aún no recuperamos las funciones de nuestro cuerpo

El entreseueño. Las pesadillas viven es ahí. Ahí vive Freddy Krueger.

Tengo un entresueño recurrente. Algo que entra por debajo de las ventanas, que ocurre detrás de los muros. Que va coupando al espacio. Es un entresueño claustrofóbico pero sobre todo conspiranoíco. Todo mundo sabe de ese algo, menos yo.

Eso me ha pasado de vez en cuando y desde hace tiempo. Ahora tiene todo el sentido.

Leonardo también tiene entre sueños. Y grita. Antes de dormirme siempre despejo el camino entre mi cama y su habitación para asegurarme de que un cable de cargador o ficha de armo todo no s eme atraviese en el camino y termine en accidente doméstico

Eso me ha pasado de vez en cuando y desde hace tiempo. Ahora tiene todo el sentido

Leonardo nunca fue apegado a UN peluche. Cada noche escoge uno. En medio de la noche. Justo cuando estoy en lo mejor de mi REM quiere cambiarlo.

Eso ha pasado de vez en cuando y desde hace tiempo. Ahora tiene todo el sentido

Leonardo llora. Ya no quiere el peluche vaca con el que duerme desde las nueve (todas las vacas se llaman Lola)

 

Quiere el peluche conejo (todos los conejos son anónimos)

 

Por supuesto, él siempre quiere el peluche que no está en ninguna parte. Son las tres de la mañana. Leonardo (entre llantos) quiere el peluche vaca. Enciendo la luz. Busco. Le hago toda una lista,

 

Mira Leo, está la rana.

-!No, quiero el conejooo!

Mira Leo, el dinosaurio !

-No, quiero el conejooo!

Mira Leo, Peppa Pig

-!No, quiero el conejooo!

Mira Leo, el pequeño Pony.

-!No, quiero el conejooo!

Mira Leo, el tapir

-!No, quiero el conejooo!

Mira Leo, Emmanuel Macron.

!No, quiero el conejooo!

 

ESCÚCHAME BIEN, LEONARDO , NO HAY CO-NE-JO.

-Entonces quiero la vaca.

Lola.

Eso ha pasado de vez en cuando y desde hace tiempo. Ahora tiene todo el sentido.

Tengo muy pocos recuerdos de su primer año, ese año de insomnio, de privación de sueño más bien . Es como si lo hubiera borrado de mi memoria. Todo iba bien en términos absolutos, pero fue una época dura. A lo mejor para que uno quiera a los hijos toda la vida, un mecanismo inconsciente borra la peor época de trasnochadas. Funciona, porque uno sí que los quiere.

Leonardo ha integrado un nuevo ritual. En el momento entre el que acaba de comer y el que se lava los dientes, hay que salir a la ventana a aplaudir.

Los aplausos son cada vez menos fuertes. Yo trato de que no lo note.

El mundo no va a cambiar (no va a cambiar cuando ni cuando yo no estemos aquí y los árboles abran en el concreto grietas por donde entrará la luz) peor cambiará la manera en la que lo vivimos.  EL 11 de septiembre del 2001  en la mañana, aún había gente que pensaba que tras la caída del Muro de Berlín habíamos llegado al final de la historia. Un final donde todos (y no sólo los colombianos  de clase media) soñaríamos con vivir bajo el modelo estadounidense.

El 11 de septiembre nos dejó varias guerras y un falso choque entre civilizaciones , el resurgimiento de la extrema derecha y nuevas olas de xenofobia.

Pero también nos dejó un nuevo llamado a la tolerancia, un redescubrimiento  de las identidades y una reflexión sobre vivir dentro de las diferencias para llevarle la contraria a la norma de la asimilación.

El 11 de Septiembre marcó el arte, inspiró los espíritus, porque la humanidad (tal vez sólo para eso sirve) es capaz de sublimar a través de la estética la desgracia y el horror.

Tengo fé de que esta crisis , tal vez no ahora, sin duda no ahora, cuando todos escribimos cosas tan banales como la que ustedes leen, saldrán grandes obras de arte. En alguna parte se prepara el próximo Delfín Quishpe.

https://www.youtube.com/watch?v=NecoBo0BhEk .

Tal vez la pandemia marcará el derrumbe de la utopía polimorosa porque sólo la familia nuclear será considerada segura y de nuestro sueño de la desaparición del auto particular porque la gente tendrá miedo de los transportes en común. Tal vez, sé de buen fuente que así o esperan varios anarquistas, será el momento en el que, falta de consumo, se desmoronarán la economía capitalista y el consumismo artificial e, incapaces de dar respuestas, desaparecerán por sí mismas las estructuras estatales y eclesiásticas.

Tal vez podamos reflexionar lo que realmente necesitamos y no es indispensable.

Los dejo con esta hermosa cita, atribuida a casi todos los pueblos indígenas y también a Thoreau, Oscar Wilde, Mandela, Filemón de Sausage y Jack Russell Terrier.

«Sólo después que el último árbol sea cortado, sólo después que el último río haya sido envenenado, sólo después que el último pez haya sido atrapado, sólo entonces nos daremos cuenta que no nos podemos comer el papel higiénico»

 

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