Oradour sur Glane es un pequeño pueblo francés ubicado en el departamento de la Haute Vienne en la región de Limousin.


Este es quizás uno de los lugares más tristes y desolados que he conocido durante toda mi vida, ese día como muchos otros, llevé conmigo la cámara de fotos y acá está la prueba fehaciente de mis sentimientos encontrados (entre lágrimas e imágenes), este pueblo y sus habitantes fueron masacrados masivamente, torturados y quemados aún con vida durante la II Guerra Mundial bajo el mando del Mayor Adolf Diekmann quien dirigía en ese momento, la tercera compañía del primer batallón del Panzergrenadier de la SS (organización militar, policial, política y de seguridad de la Alemania nazi). La inmensa mayoría de sus habitantes no lograron sobrevivir a tan enorme invasión y masacre que se llevó a cabo en las horas de la noche con la excusa de la captura de un miembro de la resistencia francesa.

Actualmente, este pueblo está dividido en dos partes, el antiguo y el nuevo. En el antiguo, se puede observar y ser testigo de la masacre allí vivida, puesto que han decidido dejarlo en las mismas condiciones en las que quedó después de aquel funesto día. Es un lugar lleno de ruinas, sufrimientos, recuerdos de todos y cada uno de sus habitantes. Es un centro de Memoria y recogimiento. Por su parte, el nuevo pueblo, fue construido al lado del antiguo y se fue poblando poco a poco, sin olvidar por supuesto, la fatídica historia de su vecino.

Los habitantes de Oradour Sur Glane, fueron sorprendidos por tanques de guerra de las tropas nazi quienes bombardearon todo lo que encontraron a su alrededor, prendiendo fuego a las casas y destruyendo completamente el pueblo el 10 de junio de 1944. Todos sus habitantes sin ninguna excepción fueron reunidos a la fuerza en la plaza Champ de Foire con sus documentos de identidad respectivos.

Los alemanes dividieron a los habitantes allí reunidos en dos grupos: de un lado las mujeres y los niños y del otro lado los hombres de todas las edades. Éstos últimos fueron repartidos en diferentes filas en la plaza del pueblo y luego fueron ametrallados uno a uno y enseguida les prendieron fuego. Hubo quienes lograron sobrevivir y en su desesperación por correr y huir, les dispararon en sus piernas y luego los fusilaron. Y por su parte las mujeres y niños no contaron con mejor suerte, por el contrario, estos fueron encerrados vivos en la iglesia y luego les prendieron fuego. Por supuesto todos murieron por la asfixia y por las llamas que quemaron y consumieron uno o uno los cuerpos de estas pobres e inocentes víctimas de una guerra sin sentido.

Y como si fuera poco, y para estar seguros que su trabajo lo habían llevado a cabalidad, los SS se aseguraron que no quedara nadie dentro de las casas, entrando en ellas e inspeccionando personalmente y allí encontraron algunas personas enfermas e incapacitadas las cuales no habían podido reunirse con el resto de habitantes y ahí mismo bajo su morada, fueron torturados y masacrados.
En total hubo 642 víctimas en esa inolvidable noche del 10 de junio de 1944.


