Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Padres

papanairo

Don Luis Quintana, el padre de Nairo Quintana, está sentado en el sprint vinotinto. Cabello canoso, bigote recortado a tijera, arrugas profundas. Contempla la glorieta Maldonado, la bomba Esso, los colectivos que van a Moniquirá. Se detiene una flota después de la glorieta. Sale del carro sosteniéndose de la manija, bufa, empuja, se enrojece por el esfuerzo. Se rasca la cabeza sin dejar de examinar a la pareja de campesinos que bajaron de la flota. Hablan por un momento y luego caminan en dirección opuesta. Gira con dificultad, aferrándose al capó del carro. Da un paso corto y otro más largo. Su cabeza oscila como si intentara zafar los pies que se aferran al asfalto. Resopla. Camina. Pasos cortos seguidos de pasos largos. Oscila como un metrónomo. Llega al baúl del carro. Lo abre. Lo contempla. Baja la tapa y observa la glorieta. Saca un pañuelo del bolsillo trasero del pantalón. Se limpia el sudor. Aguarda el arribo de los pasajeros que lo saludarán con entusiasmo, que le preguntarán por Nairo. Responderá entre dientes. Hablará con timidez. No se ha acostumbrado a dar cuentas de las hazañas o de las derrotas de su hijo. Hoy le preguntarán por lo que dijo Nairo sobre la Federación. También le pedirán su opinión sobre las palabras de Mariana. No dirá nada. Es problema de ellos. Él no se mete en los asuntos de su hijo. Su preocupación es llevar gente hasta Cómbita. Ayudarlos a bajar los paquetes, despedirse con un apretón de manos y regresar a la glorieta. Allí aguardará a los pasajeros que le preguntarán de nuevo por la pelea entre Nairo y Mariana, por la Federación, por el papá de Pajón. Callará o hablará entre dientes. Ayudará a subir bultos al baúl o abrirá las puertas. Porque lo suyo no es el ciclismo ni las opiniones. Lo suyo es llevar gente a Cómbita.

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