Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

La alquimia del terror

virus

Reseña de la novela Virus de Alvaro Vanegas. Calixta editores, 2017.

Entregué la hoja de preguntas, cambié dos alumnos de puesto, me senté en la cátedra con cara de revólver, saqué Virus, lo abrí y cerré inmediatamente, mirando a todos lados como si los hubiera descubierto haciendo copia. Apreté los ojos, moví la cabeza en gesto negativo, abrí la primera página y me dejé llevar por la historia. Al rato escuché un golpe en la puerta. No hice caso. Le siguió un silencio que fue roto por tres golpes que subieron en intensidad y luego desaparecieron.

—Disculpe; tenemos parcial —dijo un profesor con un sobre de manila apretado contra el pecho.

Iba a decirle que debía ser una equivocación, pero el salón estaba desocupado, los exámenes sobre el escritorio, los pupitres desordenados. Miré el reloj: las 5:20. Habían pasado más de dos horas sin que me hubiera dado cuenta. Observé Virus con una mezcla de temor y respeto. Tomé los exámenes, los embutí en la maleta, apreté el libro contra el pecho y me fui masticando una disculpa. Caminé con la historia susurrándome en la memoria, pidiéndome que continuara leyendo. Fui a un café y me entregué de nuevo a la lectura de la que me sacó una muchacha. La examiné como si viniera de otro planeta.

—Debemos arreglar el local antes de irnos —dijo con las manos en el cabo de la escoba y cara de que me lanzaría un palazo si no le hiciera caso.

Miré la mesa: el tinto estaba igual que lo dejé horas atrás, pero frío, con el mezclador apuntando al techo. Metí el libro en la maleta y me fui a la casa para leer Virus como el que introduce sustancias psicotrópicas al cuerpo.

La lectura de Virus es adictiva porque hay acción en cada rincón. Pero no es una acción repetitiva, cansona, hueca. Eso, que parece chimbo, como diría mi padre, es muy difícil en una novela extensa. Sin embargo, Alvaro saca su casta de escritor ubicando el foco en diferentes personajes para refrescar al lector. Por ejemplo, Iván está en una avenida y Ximena, su esposa, está el apartamento en el momento del nacimiento del virus. En el caso de Iván, el brote se vive así:

Paulatinamente, los ocupantes de todos los automóviles empezaron a salir de los mismos. Miraban con curiosidad, pero mantenían la calma. Unos cuantos parecían tan asustados como Iván. ¿Por qué no siguen dentro sus carros entonces?, se preguntó. Su desconcierto fue mayor cuando se escucharon varias detonaciones, muy probablemente disparos. Segundos después, un policía, claramente huyendo de alguien o de algo, pasó corriendo junto a su carro y, durante un segundo, sus miradas se cruzaron.
—¿Qué pasa? —preguntó Iván, pero el uniformado no pronunció palabra ni se detuvo.

En tanto que Ximena vivió el brote de la siguiente manera:

—¿Qué está haciendo, vieja loca? —gritó Ximena. Así como podía ser la más amable de las mujeres, se enfurecía con una facilidad desconcertante.
La Vieja Loca no contestó. La volvió a mirar durante unos instantes, como midiendo su próximo movimiento, y sin mediar palabra volvió a atacar. Ximena la volvió a esquivar y le propinó un derechazo directo a la nariz; luego, sorprendida por su propia reacción, se miró el puño. Un poco de sangre manchaba la punta de la argolla en su dedo anular ¿Cómo era posible que la mujer ni siquiera se hubiera quejado?

A Iván y Ximena se les une Camilo y Martina en el rol de protagonistas. El lente narrativo, entonces, tendrá cuatro enfoques que serán como riachuelos que correrán hacia el final mientras van construyendo el derrumbe, la hecatombe, la ciudad, el pánico, la angustia y el final de finales.

El segundo elemento, que me parece mejor que el anterior, es la construcción de personajes. En este punto Alvaro exhibe su músculo narrativo como fisiculturista en competencia: crea personajes redondos, con matices, de ánimo y genio voluble. Personajes construidos por su entorno y por sus actos. Y lo que me parece más asombroso: personajes que continúan construyéndose a pesar de que el mundo se cae a pedazos.

Ahora, prefiero los personajes de la segunda parte: un sacerdote que asesina a todo el que esté implicado en el brote del virus y quien anda en amoríos con una prostituta, una pandilla de entidades más cercanas a las hienas que a los humanos y Rosario, mi personaje favorito en una novela de personajes inolvidables. Permítame matizar la respuesta: me encantan las escenas de acción de la primera parte y los personajes de la segunda, sin que esto quiera decir que no hay acción en la segunda parte o que están mal hechos los personajes de la primera. La novela es una pieza maciza, en la que fluyen escenas, personajes y trama desde la primera hasta la última palabra. No hay grietas en las que cojeen los personajes ni hondonadas en las que flaquee la trama. Virus es de esas piezas de alquimia que toman al lector por las solapas, lo arrastra por sus páginas y lo suelta días después, despeinado, con los ojos rojos y una sonrisa de satisfacción. Créame, lo digo con la autoridad de quien le sucedió: al siguiente día fui a dar clase con la misma ropa, los mismos exámenes arrugados en la maleta, los ojos rojos y sin haber preparado clase.

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El lanzamiento oficial de la novela se hará a las siete de la noche del jueves 26 de octubre en The Shots Lab (Calle 45 # 20-20).

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