Foto del diario Hoy día.

Borges tenía veintitrés años cuando publicó su primer libro. Aunque es una inexactitud usar ese verbo porque no pasó de una impresión. Jorge Luis (que aún no era Borges), antojado de ver su nombre en un libro, le pidió a su papá que le prestara dinero para contratar un impresor y le pidió a su hermana que hiciera el grabado para la portada.

Fue a la Imprenta Serrantes, que había sido famosa en Argentina por imprimir y vender la revista pornográfica “Mimí” en la segunda década del siglo XX. Borges negoció trescientos ejemplares, de un libro de sesenta y cuatro páginas, por ciento treinta pesos. A pesar de lo acordado, el joven llegó con un libro de más de setenta páginas. Los impresores fueron inflexibles, por lo que se vio obligado a sacar cinco poemas mientras lo contemplaban con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Cinco días después, en julio de 1923, Fervor de Buenos Aires salió a la luz. No tenía paginación, índice, colofón ni justificación de tirada. Pero esos eran los males menores: la edición tenía errores ortográficos y de imprenta.

Algunos ejemplares reposaron en las pocas librerías que aceptaron el poemario. Las ventas fueron escasas, prácticamente nulas. Por eso Borges decidió ir a la revista literaria Nosotros, donde él había publicado un artículo dos años atrás (revista donde también publicó su papá). Allí introdujo ejemplares en los bolsillos de los abrigos colgados en la recepción. De esa manera regaló libros a personas que estaban en el medio y quienes leerían algunos poemas (o el poemario entero) por curiosidad profesional. El resto de ejemplares fueron regalados a amigos y conocidos de Europa y Argentina.

La primera reseña salió dos meses después. Torrendell le reprocha a Borges que sus poemas “no hacen vibrar la emoción entusiasta”, debido a su “preocupación de aclarar conceptos y sensaciones”. A pesar de lo anterior, concluyó:

“Jorge Luis Borges, desde luego, escribe sólidamente y compone con seriedad. Yo lo he seguido devotamente mientras ha querido obsequiarme con su clara recitación. He admirado sinceramente su esfuerzo, si bien todavía no he podido rendirle mi emoción. En algunas de sus poesías, principalmente en Ausencia y Llaneza, y en otras fragmentariamente, prodúcese la complacencia y hasta la satisfacción de lo bien realizado”.

En 1943 salió la segunda edición. En ella Borges eliminó nueve poemas, le cambió el titulo a tres e introdujo Campos atardecidos. La tercera edición salió en 1969 (cuarenta y seis años después de que el joven introdujera ejemplares en abrigos de desconocidos). En esta edición hay cambios sustanciales y un prólogo en el que afirma que “Fervor de Buenos Aires prefigura todo lo que haría después”. Y, más adelante: “en aquel tiempo buscaba atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora, las mañanas, el centro y la serenidad”.

Esquirla: la librería Alberto Casares vende en veintiocho mil seiscientos euros un ejemplar de la primera edición de Fervor de Buenos Aires.

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