Tejiendo Naufragios

Publicado el Diego Niño

Disculpen la desconfianza

Años atrás me di un beso con una amiga. Callé durante catorce meses. No le dije a nadie. Ni siquiera a mis amigos del colegio a quienes conozco hace veinticinco años. A nadie se lo dije hasta la noche que se lo confesé a mi novia. Ella fue la primera y la única en saberlo (hasta ahora).

Si yo callé un besito en un rapto de irresponsabilidad, imaginen cuánto callaría si hubiera sido el coautor del atentado de la General Santander.

Pero Ricardo Carvajal no lo hizo: llamó a alguien para decirle: “Pusimos la bomba en la General Santander… nos tocó encaletarnos”. ¿Cuál guerrillero, criminal, narco, ladrón de esquina confiesa un delito en una llamada? Hablamos, además, de un hombre de 39 años. No de un niñito de doce años o un adolescente descarriado. La fiscalía no ha dicho cómo supo a quién tendría que intervenir el teléfono. Ni cuándo lo hizo. Sólo dijo que rescató una mano que sobrevivió intacta a un estallido que derritió el jeep, que dejó el alojamiento en escombros, que acabó con las ventanas a varios kilómetros a la redonda. Le tomaron las huellas y resultó ser un cabecilla del ELN. Después, por algún truco de adivinación, proyecto quiromántico, supieron a quién intervenir el teléfono. Poco después el hombre confesó que había puesto la bomba en la General Santander.

Disculpen la desconfianza, pero esa historia no es creíble.

Mi hipótesis es que sabían del atentado. Inteligencia militar tuvo conocimiento de que algo sucedería. Dejaron que los implicados compraran el vehículo, alquilaran la bodega, trasladaran los explosivos, cargaran el jeep. Los siguieron, interceptaron sus teléfonos, midieron sus pasos hasta tener la certeza de lo que sucedería. En ese momento, por razones desconocidas, permitieron que el jeep saliera de la bodega, recorriera Bogotá cargado de explosivos, entrara a la General Santander y estallara. Todo el trabajo de inteligencia de meses hizo posible que dos horas después el Fiscal supiera quién era el muerto y poco después quién era el socio, cuánto explosivo usaron, dónde cargaron el vehículo y el teléfono en el que se interceptó la confesión.

No sabían, sin embargo, los detalles del final de la operación: cómo entró el jeep a la General Santander, quiénes estarían en el filtro de seguridad, qué harían, si detendrían el vehículo o lo dejarían seguir, dónde estacionarían o si seguirían derecho, etc. Por esa razón el fiscal y el ministro dieron una versión falsa, como lo demostraron en Red+ y Noticias Uno. Sin embargo, ese hecho quedó anulado con el anunció del ELN.

Para finalizar, quiero dejar claro que, sin importar cómo sucedieron las cosas, nada le resta responsabilidad al ELN. Ellos claramente diseñaron un atentado para asesinar policías. Asesinarlos vilmente. Sin piedad. Eso no tiene ninguna justificación. Ningún atenuante.

PD: En 1985 el ejército y la policía sabían que habría una toma del Palacio de Justicia, pero no hicieron nada para impedirla.

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