Cuando la pequeñez no sea un concepto sino una vivencia vibrante en toda la magnificencia de su significado; digo, la pequeñez propia con respecto a la infinitud del universo y a la multitud de miles de millones de seres que también se consideran únicos; la conciencia de ser uno más de los miles de millones de protagonistas que consideran al paisaje como decorado de su historia y a los demás como extras y personajes secundarios; la conciencia cierta de ser una parte rica de el todo y no el centro único. Que la grandeza fuera esa conciencia. Una claridad de comprensión que hiciera innecesarias estas palabras escritas para convocar una verdad que no vivo.
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Debajo de este embotamiento hay un claridad que golpea. Si no fuera así las aristas no tallarían debajo del yeso que entiesa el espíritu. He pensado que lo único que quiero es dormir, pero cuando duermo los sueños inquietos hacen que quiera estar despierto; vagar, pero cuando deambulo una aguja de brújula me punza el centro de la desorientación; desmadejarme, pero nunca alcanzo a caer del todo; abandonar, pero en la lejanía el camino da una curva que desemboca en casa; morir, pero lo deseo con pletóricas ganas de vida. Es una claridad, pienso, entonces, que no es mía la que golpea debajo de este embotamiento. que muy bien podría ser plácido o por lo menos yerto sin su presencia.
Para hallar esa claridad, pienso, tendría que no ser yo y no pensarla, buscarla sin quererlo y sin darme cuenta. Ser alguien que no sea alguien y que no la necesite como en realidad la necesita. Acercarse con la certeza de que ella y uno somos ilusiones y a la vez cosas que no son cosas, ciertas.
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Pecho adentro,
En la uña
En las mínimas partículas
Arde mi corazón de Jesús,
Tres purgatorios.
Desierto
Carrasposo fulgor
Papel de lija.