Tareas no hechas

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Carlitos Jaramillo rambotizado

Para Ana María Betancur a quien le oí mencionar el término por primera vez.

“Jajaja, estúpido lamesuelas, mamerto arrastrado”, contestó Carlitos Jaramillo en el facebook dando término a la polémica que había empezado en la mañana con alguien que no conocía; volvió al tuiter, miró una vez más las notificaciones y las frases de su TL, respondió a dos de ellas con frases afiladas y luego sentenció lo que para él era el actual gobierno y la clase de hampones en cuyas manos estábamos; abrió otra ventana, fue a un blog de series de televisión para mirar los comentarios sobre The Good Wife, de la que acababa de terminar las últimas temporadas en una maratónica jornada que le ocupó tres días con sus noches; hizo un gesto de supremo desprecio leyendo el primer comentario, “Este estúpido no ha visto nada” refunfuño; entró a Instagram, ojeó fotos al azar unos minutos; abrió otra ventana y dio una pasada a la colección de chicas semi viringas que estiraban la trompa y la mano frente al espejo; volvió al facebook y miró si el de la polémica le había contestado algo; entró de nuevo a tuiter, revisó notificaciones y estalkeó a una chica que se veía muy buena en el avatar; miró gifs y retuiteó dos que lo hicieron reír; luego abrió el skype, donde había dos notificaciones: una llamada perdida de su madre y el aviso del cumpleaños de su primo Andrés. Vio la fecha: 15 de mayo. Iba a minimizar la ventana para volver a facebook cuando vio la fecha de nuevo: 15 de mayo. Miró hacia corcho de la pared, frente al escritorio; pegada a éste, con un chinche rojo, había una hoja de Excel con un cronograma en el que se destacaba un círculo violeta con la fecha: “15 de junio. Entrega final”. Se quedó mirando el círculo violeta mientras hacía cuentas mentales y abrió grande los ojos; se llevó las manos a la cabeza y brincó de la silla aterrorizado: “Marica, apenas tengo un mes y no he empezado”, casi gritó. Y a partir de ese momento comenzó su proceso de rambotización.

Se demoró en dormirse, acosado por el retumbar de su propias palabras: “Marica, me súperrequete cogió el día”; esa voz en off que era la suya y a la vez ajena tenía el tono de una advertencia letal, la señal de un abismo por el que estaba a punto de despeñarse. Cuando por fin logró dormirse soñó que corría jadeante por una selva agreste, perseguido por un batallón de soldados y perros rabiosos; se resguardó en el tronco hueco de un árbol, alertó el oído para ubicar a sus persecutores y en el murmullo del viento entre las ramas reconoció la voz de su madre, susurrante y monótona: “Mijo, ¿usted no ha hecho nada?”. Saltó de su escondite desesperado y empezó a correr mientras oía a sus espaldas la jauría de perros sabuesos cuyos ladridos se trasmutaban en la voz ronca de su padre: “Este güevón si no sirvió fue pa nada en la vida”; redobló el paso con el corazón agitado y entró en una manigua de lianas, ramas y hojas de árboles deformes y antiguos, y cuando menos pensó estaba vadeando un pantano espeso infestado de fieras acechantes: cocodrilos que tenían la cara de Felipe, su primo ingeniero y exitoso; serpientes con la sonrisa de su tía Beatriz, la de Llanogrande, cuando tomaba café en el parque Lleras; un mostruo de Gila marcando un celular de última denominación y mirándolo con el gesto suficiente de su prima Nati; un hipopótamo abriendo las fauces como su tío Carlos, insigne empresario, cuando bostezaba.

Carlitos fuerza sus pasos entre la sustancia viscosa hasta que logra remontar la orilla y sigue a toda carrera sin dejar de sentir en sus espaldas los ladridos, los silbidos, los ronquidos; llega al borde de un risco donde resbala sobre una piedra y se desbarranca entre ramas, piedras y espinas, que lo cortan, lo chuzan y lo traspasan antes de quedar tirado en la rivera de un río borrascoso. Allí, yaciente, el sonido del viento se vuelve a concretar en la voz de su mamá: “ Mijo, usted cuándo es que va a aterrizar”. Y esa voz es la que lleva la desesperación hasta las últimas consecuencias y dispara en Carlitos Jaramillo la determinación urgente de enfrentar al enemigo a como dé lugar; sobreponiéndose al dolor y la debilidad saca su cuchillo de la pretina, corta la piel para sacar una astilla que se le ha atravesado en el abdomen y se pone de pie para enfrentar al Rinoceronte con la cara de su tío, gerente general de una multinacional, que se acerca amenazante. Carlitos esgrime su arco cargado de flecha metálica, que quién sabe de dónde apareció, y apunta a la frente del rinoceronte, al ladito del cuerno, mientras mira fijo, con la boca torcida en un gesto de desprecio y dureza hechos de dolor: “Vivir por nada o morir por algo”, dice apuntando con su flecha al tío-enemigo que lo tilda de vago e inútil.

Y así es como Carlitos Jaramillo se despierta al otro día a la seis de la mañana con la balaca en la cabeza, la ametralladora en ristre, la canana en bandolera y se tira de la cama dispuesto a enfrentar el mundo y las responsabilidades, a ver cómo es que es la vaina, carajo; irrumpe en la mañana como un volcán, con la determinación de embutir en una sola jornada todos los días en que no ha hecho nada; limpia la casa como dando bala, organiza su habitación cumpliendo una misión imperiosa; barre meticulosa, apresuradamente, y trapea los pisos restregando entre bufidos; luego irrumpe en el computador ignorando el intenet para ir directo a la carpeta de la tesis; mira archivos y lee y corrige y escribe, agitado; luego salta hacia la biblioteca y como apuntando con un arma toma un libro y se lo lee a toda velocidad; vuelve a entrar a saco de mata en la pieza y escribe un cuento, estudia un documento pendiente, toma notas; al medio día sale a pagar los servicios públicos que se habían vencido; a medida que está más activo va adquiriendo más energía y más orgullo; al regresar a casa nota la suciedad y el desorden en que tienen la portería del edificio y llama a la administración a decir que qué es esa falta de diligencia; vuelve al computador y trabaja compulsivamente; llama a la librería donde encargó un libro que le hace falta para completar la bibliografía y dice:Lo necesito para más tardar mañana; almuerza de prisa, de pie, mientras habla por teléfono con los compañeros del grupo de estudio diciéndoles que cuando es que se van a reunir pues, que qué es esa vagancia, y los compañeros le dicen: Te echás a las petacas y cuando te da por correr querés poner a correr a todo el mundo, volvete serio; Carlitos cuelga indignado con el cinismo de la gente, por eso es que estamos como estamos; asalta la habitación, se lanza hacia el computador y trabaja, escribe varias páginas, revisa la bibliografía que le falta, lee artículos científicos, responde correos pendientes, hace una lista de citas que le sirven para su trabajo; al finalizar la tarde se levanta abruptamente y va a la cocina, la limpia dejándola reluciente y luego acomete el baño armado de cepillo, jabón y esponjillas; refriega las baldosas con énfasis, resoplando, sudando, se diría que con rabia, hasta dejarlo blanquito; luego vuelve a la habitación y esa noche del primer día de la rambotización permanece frente al teclado organizando cuadros en excel, cuadrando presupuestos, enumerando tareas, definiendo estrategias, hasta las dos y media de la mañana, hora en la que cae exhausto en la cama, con una sonrisa de orgullosa satisfacción.

Al día siguiente ataca el día desde las seis de la mañana. Sale a trotar y vuelve a clavarse en el computador; de vez en cuando mira con cierto desprecio el loguito del google crome en la parte inferior de la pantalla y continúa su jornada guerrera, que se desarrolla más o menos como la jornada anterior. Al tercer día, un tanto satisfecho por lo adelantado, con los ladridos de los perros acallados, con la voz de la madre amordazada, con las miradas de las fieras controladas, baja el ritmo. Al cuarto día el loguito del google crome vuelve a tomar color y titila ante su vista. Carlitos le da click y entra a facebook y revisa tuiter. Trabaja un rato y cada tanto da una pasada para mirar posts y notificaciones. En la noche busca la última serie que no se ha visto y entra a los foros recargado de energía.

Al quinto día se levanta de la cama a las once de la mañana y va directo al computador; y en el computador va directo al internet; busca si el tipo de la polémica le respondió, mira las notificaciones en su TL, responde a dos de ellas con frases afiladas y luego sentencia lo que para él es la situación actual del mundo y sus causas; abre otra ventana y va al blog de las series televisivas para mirar los comentarios, ojea las fotos en instagram, estalkea a otra chica que también se ve muy buena en el avatar, mira gifs y retuitea, vuelve a mirar las notificaciones… retoma su vida.

Hasta dos o tres semanas después, cuando volverá a encontrarse de frente con la fecha perentoria y se verá perseguido por las fieras que lo transformarán en Rambo por unos días.

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