”Si la centro izquierda no es capaz de deponer sus egos y unirse para el 2022, mucho menos sería capaz de gobernar a Colombia”.
Richémoi
Si yo fuera Alejandro Gaviria, claro que aspiraría a la presidencia de Colombia y buscaría ganar, con honradez, imaginación e inteligencia; pero pondría por encima de mi aspiración los intereses de los jóvenes y de las próximas generaciones de colombianos.
Dado mi carácter sereno, académico y conciliador, buscaría, en primer lugar, invitar a todas las fuerzas políticas a jugar limpio y hacer campañas austeras y con respeto por los adversarios.
Le pediría al expresidente Uribe que busque un candidato o candidata cuya serenidad le ayude al país a salir adelante y superar la historia de violencia, corrupción y pobreza, ahora agravada por la pandemia.
Buscaría armonizar la centro-izquierda del país para que en marzo presentáramos unas listas únicas y fuertes al congreso con verdaderos líderes sociales, con personas de carne y hueso, de aquellas que todos los días despiertan y concilian el sueño pensando y planeando un país más justo para todos.
Centraría mi esfuerzo en lograr que El pacto Histórico y La coalición de la Esperanza hicieran una consulta única en marzo, en la que yo participaría, para escoger a quien, ojalá, pueda ganar en primera vuelta.
Para lograr esto, buscaría hacer entender a Colombia y, en especial, a los dirigentes de los partidos que Gustavo Petro no es el diablo y que, al contrario, es un ciudadano ejemplar, como quiera que desde que firmó la paz con el Estado colombiano no sólo ha sido un servidor público honrado, sino también que se ha jugado la vida denunciando los carteles de la corrupción y el narco paramilitarismo en el país.
Pondría todo mi empeño en que esa consulta de marzo unificara por primera vez en la historia a la centro izquierda colombiana, por encima de los egos de sus dirigentes.
Sinceramente creo que, si anteponemos las necesidades y aspiraciones de los más pobres del país, no será difícil convencernos de la importancia del momento histórico para diseñar un programa común en el que la aspiración principal podría resumirse en los siguientes puntos:
- Corrupción cero. Este tiene que ser el punto de unión, el anillo de compromiso de todas las fuerzas alternativas. Ese ha sido el principal enemigo de Colombia desde siempre.
- Democratización y total transparencia en el sistema de contratación pública. Aquí se centra el foco principal de la corrupción. Yo me ofrecería, en caso de no ganar la consulta (¡que la voy a ganar!), a liderar de la mano de un eventual gobierno de izquierda la lucha contra este enemigo aterrador.
- Implementación total de los acuerdos de paz e invitación a todos los grupos al margen la ley a que también se desmovilicen con las mismas ventajas que éste ofrece.
- Tránsito rápido a las energías limpias y ofensiva diplomática por la despenalización del tráfico de drogas, principal auspiciador de todas nuestras violencias.
- Que en nuestro escudo diga Equidad y Educación, en vez de Libertad y Orden.
- Que la solidaridad y la economía solidaria sean fundamento de nuestra organización política, económica y social.
- La alternancia de género en el poder ejecutivo. Cuando un hombre sea presidente debe ser sucedido por una mujer y viceversa, y también en gobernaciones y alcaldías.
- Una reforma a la justicia en la que desaparezca cualquier privilegio o fuero para los gobernantes, puesto que, según la Constitución, todos somos iguales ante la ley y las autoridades, ante este principio, deben ser ejemplo y asumir mayores responsabilidades. Construir colonias agrícolas para los condenados por corrupción y prohibición de visitas conyugales.
- Crear el impuesto a la tierra improductiva, como lo propuso desde los años setenta don Hernán Echavarría Olózaga.
- Prohibir la reelección, así sea de manera intermitente, en la presidencia, gobernaciones y alcaldías. Esto ayudaría a acabar con las hegemonías, a la renovación de los partidos y al ingreso de los jóvenes a la política.
- Paridad de géneros en el Congreso y solo la posibilidad de dos períodos en el mismo, así sea en distinta cámara.
- Hacer una ley, si se quiere, de punto aparte. Una ley para que todas las personas que tengan cuentas pendientes con la justicia (incluso los privados de la libertad), sean amnistiados a cambio de la VERDAD, de aceptar los cargos, de entregar partes significativas de sus fortunas y del compromiso solemne de no volver a delinquir en lo que les queda de vida, so pena de tener que pagar todos sus delitos, incluso los amnistiados.
- Por último, invitaría al Consejo Gremial, a los grandes, medianos y pequeños empresarios, a promover la ley de la generosidad, una ley tendiente a legalizar, mediante una reforma tributaria, el aporte del 25% de sus utilidades netas, durante los próximos 25 años, en favor de la paz y la restauración del país.
Con la sola legalización del cannabis y la posibilidad de exportarlo, tanto el medicinal como el recreativo, Colombia podría rápidamente reemplazar las rentas que hoy recibe por el petróleo, exportando salud y recreación a todo el planeta.
Con estas reformas absolutamente posibles, tendríamos los recursos suficientes para poder garantizar una renta básica digna a los colombianos más pobres y la posibilidad de acceder a educación de alta calidad en busca de la equidad que nos ha sido ajena.
Si El pacto Histórico y La coalición de la Esperanza, representadas en sus líderes, deponemos egos y aspiraciones personales podremos comenzar a construir una nueva historia para Colombia después de la pandemia.
Deponer los egos y dogmatismos, en favor de un cambio de rumbo de la historia de nuestro país, es un deber moral en estos momentos.
Y usted, amigo lector ¿qué haría si fuera Alejandro Gaviria?