Si yo fuera el ministro de justicia, buscaría liderar una reforma a fondo de la justicia y del sistema judicial colombiano, para lo cual recurriría a la ayuda de la comunidad académica y científica, de los medios de comunicación abierta y de las redes sociales; y, de la mano de las fuerzas políticas que hoy quieren modernizar el país, intentaría sensibilizar la sociedad sobre la importancia de la misma.

Les pediría a ellos utilizar los siguientes hechos como parte del contexto que le debe servir de fundamento a esa reforma, invitándolos a completar ese contexto con sus aportes y, después, con la solución a la problemática planteada.

1. Aunque existen peores, nuestra economía es un desastre: según cifras del DANE, el 15% de la población vive en la pobreza extrema (aguanta física hambre); otro 40% vive bajo la línea de pobreza (apenas si les alcanza para comer); y, del total de la fuerza laboral activa, el 60% (unas 12 millones de personas) vive del rebusque, bellamente llamado informalidad.

2. Colombia es la capital mundial de la producción de cocaína, lo que ha permitido que el dinero producto del narcotráfico corrompa a grandes sectores de la sociedad, incluida su clase dirigente (empresarial, política, militar y religiosa).

3. Según datos muy serios de distintas investigaciones, unos 5.000 millones de dólares producto del narcotráfico ingresan al año a nuestro sistema financiero, a pesar de las precauciones que éste toma para evitarlo.

4. Cientos de miles de las personas más pobres del país son doblemente utilizadas: primero por las mafias para comercializar sus productos y luego por el Estado que las muestra como resultado exitoso en su lucha contra el tráfico de drogas. Las captura, las procesa y las condena a través de un sistema penal ciego, sordo y obsoleto, ante una realidad que siempre lo supera. Esos resultados son un insulto a la inteligencia y a la sensatez de una persona del común.

5. Hoy, mientras leemos o meditamos sobre esta problemática, en cientos de miles de casas humildes y de pequeños tugurios, personas semejantes a nosotros, paisanos nuestros, no tienen nada que cocinar para ofrecerles a sus hijos.

6. Entre tanto, muchísimos miembros de nuestra clase dirigente, en este justo momento, están planeando y ejecutando la apropiación de recursos públicos que, se estima, son superiores a los 50 billones de pesos al año. Estas personas solo piensan en enriquecerse y no tienen conciencia del daño que causan a la sociedad.

7. La miseria, el narcotráfico y la corrupción administrativa sirven de alimento a las organizaciones criminales al margen de la ley. En la pobreza y la falta de oportunidades existen ejércitos eternos al servicio de unas organizaciones crimínales que nunca pierden frente a un Estado que parece darle la espalda a la realidad.

8. El Estado Colombiano es un Estado fallido, que ni siquiera gobierna en los centros carcelarios. En las cárceles colombianas se expenden todo tipo de drogas y servicios sexuales, allí gobiernan las mafias y el INPEC es un pequeño ejército subalterno de éstas. En una cárcel colombiana se puede conseguir y consumir desde el mejor whisky, hasta la cocaína de más alta pureza, así como también se puede acceder a servicios sexuales con famosas prostitutas o conseguir niñas y niños vírgenes, para ser “estrenados” allí. ¿Y dónde está el Estado? Y ¿el hacinamiento carcelario? ¿Acaso no es más indigno y repudiable que las “cárceles” en las que las FARC mantenían a los secuestrados?

9. La policía nacional ha corrido la misma suerte, ha degenerado en subalterna de las organizaciones criminales, habida cuenta de que sus miembros saben de su poderío y resulta más práctico recibir beneficios que un tiro en la cabeza o tener problemas con ellos. Todos los vecinos saben de su cercanía de siempre con las casas de vicio.

10. El ejecutivo y el legislativo siempre fueron considerados los lobos del poder, mientras el judicial era considerado como la oveja o posible víctima de éstos. A partir de la Constitución de 1991 se modificó el sistema de elección de las altas cortes y se les dio incidencia en la elección de las altas dignidades del Estado. Esto volvió a los magistrados de esas altas cortes verdaderos profesionales de la política. Los puso a hacer campaña para hacerse elegir, en evidente menoscabo de la dignidad que otrora poseían quienes pertenecían a las mismas, y los dispuso a participar de pulsos políticos para elegir candidatos y a disfrutar de cuotas políticas para sus amigos y familiares en diferentes instituciones del Estado. Dañamos la sal y ya sabemos que sucede cuando esto pasa.

11. Hoy en Bogotá, cientos de personas, entre ellos, magistrados y ex magistrados, el Fiscal y los ex fiscales, el Contralor y los ex contralores, la Procuradora y los ex procuradores, el Registrador y los ex registradores, el Defensor del Pueblo y los ex defensores, los ministros y los ex ministros suelen tener sus propios candidatos para las altas cortes, por lo que los “magistrados” de la sala administrativa del Consejo Superior de la Judicatura se convierten en el centro del poder judicial del país y de contera (como dicen los juristas), en el retrete donde se vuelve estiércol la dignidad de las corporaciones que antes encarnaban la dignidad de la justicia en Colombia.

12. La comisión de acusaciones de la Cámara de Representantes es responsable de la impunidad de la que gozan las altas dignidades del Estado. ¿Quién vigila, investiga y juzga al Presidente, al Fiscal General, al Procurador General, al Contralor General y a los magistrados de las altas cortes?

13. Es lamentable que los magistrados de Tribunal Superior de Distrito Judicial, quienes sí tuvieron que aprobar un concurso de méritos y prepararse intensamente para ejercer su cargo, vean menoscabado su prestigio moral por personajes muchas veces venidos de la nada, que terminan gobernando el poder judicial en Colombia.

Si yo fuera el ministro de justicia, pensaría que la reforma a la justicia tiene que ocuparse de los hechos que abordan este contexto y muchos otros de los que la comunidad académica le podría agregar.

En los próximos días estaremos ofreciendo una propuesta, ojalá, con la ayuda de los lectores.

Amigo lector, si usted fuera el ministro de justicia, ¿qué incluiría en la reforma a la justicia?

[email protected]

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