“Yo soy un libertino y tú eres un asceta, sin embargo he decidido dejarte el trono;
está muy bien que las distintas formas de pensar se alternen el gobierno del mundo.”
Margaret Yourcenar
Si yo fuera Álvaro Uribe Vélez, aprovecharía esta pandemia, me sentaría a meditar y a trascender. Haría conciencia del infinito poder que se sigue después de estar en contacto con el ser. Me refiero al poder que no precisa de presencia física o material alguna y por eso, buscaría reconciliarme conmigo, con el silencio y buscaría un horizonte de paz y felicidad, no sólo para mi familia, sino para los colombianos. Que el verbo se haga carne y que, por fin, se impongan en Colombia los necesarios y superiores intereses de la gente.
Procedería a mi retiro. Organizaría una misa de curación y reconciliación. Pediría a los sacerdotes Javier Giraldo y Francisco de Roux que la presidieran. Y me gustaría que a ella asistieran, además de mis familiares y amigos, los más representativos de mis adversarios y contradictores políticos. No quisiera retirarme sin ofrecerles disculpas, mirándolos a los ojos y sin pedirles que las hagan extensivas a sus seguidores.
En esa misa haría uso de la palabra por unos minutos. Para agradecer a Dios los favores recibidos, por la salud que siempre me ha acompañado, por mi familia, por mis amigos y por la generosidad que siempre me han brindado la mayoría de los colombianos.
Así mismo, les pediría perdón a las personas que se hayan sentido afectadas por mí, de pensamiento, palabra, obra u omisión, como consecuencia de mi vehemencia en el ejercicio del poder y la política.
Allí les pediría a los colombianos unirse en torno al gobierno. A este y a cualquiera que llegue después, para que, unidos, saquemos el país adelante. Con ese fin, además, invitaría a todas las personas al margen de la ley a desarmarse y alejarse de la muerte y la violencia. Les pediría que se presenten ante la JEP, si es del caso, a contar con sinceridad y patriotismo, la VERDAD con mayúsculas y solo la VERDAD con mayúsculas, no creo en la verdad con minúsculas. Para que, entre todos, por fin, superemos ese sino trágico de nuestra historia y del que me tocó ser protagonista.
Invitaría al Congreso a que, en breve tiempo, haga posible el re acomodo de los partidos que yo mismo ayudé a anarquizar. Al Centro Democrático, le pediría que se una al Partido Conservador. Que se alíe a esta organización histórica, para defender a una sola voz, la primacía del orden. Pero eso sí, sin armas distintas a los argumentos y a las buenas razones.
Allí mismo, manifestaría un deseo: que las mujeres del país asumieran el poder en el futuro inmediato. Para que me representara, designaría a Paloma Valencia como la heredera de mi legado político. Ojalá ella herede mis virtudes y no mis defectos. Mi propósito es que ella lidere un movimiento desde ese nuevo partido y con el respaldo de las mujeres y sean ellas las protagonistas del futuro de Colombia.
A los demás partidos los invitaría, también, de manera respetuosa, a renacer, a fortalecerse. Desde luego, poniendo cada uno de relieve a Dios, la libertad, al medio ambiente, o el valor que se considere necesario. Siempre desde el ejercicio de la razón y la argumentación, jamás desde la violencia.
Invitaría a todas las fuerzas vivas del país, al gobierno, a los partidos políticos, a los colombianos y muy especialmente a las mujeres, a sacar adelante una gran reforma a la Constitución, una novísima, en la que se plasmen estos puntos mínimos:
Que en nuestro escudo diga Equidad y Educación, en vez de Libertad y Orden.
Que la solidaridad y la economía solidaria sean fundamento de nuestra organización política, económica y social.
La alternancia de género en el poder ejecutivo que, cuando un hombre sea presidente, debe ser sucedido por una mujer y así sucesivamente, y también en gobernaciones y alcaldías.
Una reforma a la justicia en la que desaparezca cualquier privilegio para los gobernantes, puesto que, según la Constitución, todos somos iguales ante la ley y las autoridades, ante este principio, deben ser ejemplo y asumir mayores responsabilidades.
Crear el impuesto a la tierra improductiva, como lo soñó desde siempre don Hernán Echavarría Olózoga, pues él tenía razón, siempre debió ser así.
Prohibir la reelección, así sea de manera intermitente, en la presidencia, gobernaciones y alcaldías. Esto ayudaría a acabar con las hegemonías, a la renovación de los partidos y al ingreso de los jóvenes a la política.
Hacer una ley, si se quiere, de punto aparte. Una ley para que todas las personas que tengan cuentas pendientes con la justicia (incluso los privados de la libertad), sean amnistiados a cambio de la VERDAD, de aceptar los cargos, de entregar partes significativas de sus fortunas y del compromiso solemne de no volver a delinquir en lo que les queda de vida, caso en el cual tendrían que pagar todos sus delitos, incluso los amnistiados.
Por último, invitaría al Consejo Gremial, a los grandes, medianos y pequeños empresarios, a promover la ley de la generosidad, una ley tendiente a legalizar, mediante una reforma tributaria, el aporte del 50% de sus utilidades netas, durante los próximos 25 años, en favor de la paz y la restauración del país. De este país que nos lo ha dado todo y merece todo de nosotros. Sería maravilloso para las próximas generaciones.
Al presidente Iván Duque Márquez le agradecería sus muestras de gratitud y lealtad, y lo invitaría a dejar, a partir de ahora, su huella personal en la historia de Colombia, a realizar su sueño como presidente de la República con total autonomía y lejos de cualquier deuda conmigo o con el Centro Democrático.
De esta manera, abandonaría la vida pública y me concentraría en escribir un libro sobre la VERDAD y solo la VERDAD de lo que tuve conocimiento como ciudadano, político y hombre de Estado, para que quede como mi testimonio en los distintos centros de memoria del país. En su elaboración, pediría el apoyo de los ilustres escritores William Ospina y Héctor Abad Faciolince.
Con estas manifestaciones buscaría reencauzar el país. Hemos cometido muchos errores y debemos corregirlos. Esta sería mi última participación en la vida pública de Colombia, ¡mi querida y tremenda patria!
¡Que Dios nos bendiga a todos los colombianos presentes y futuros!
¿Qué haría usted apreciado lector, si fuera Álvaro Uribe Vélez?
Imagen: El Hijo del Hombre, René Magritte