Hace unos días salí a una cita con un chico de esos que inspiran dejar la soltería y empezar a creer en mariposas. Todo parecía ir bien, risa va, risa viene, ningún silencio incómodo y ningún celular cerca, bueno tampoco a nivel de estar incomunicados. Una cita de verdad o eso parecía hasta que el blazer verde fluorescente de una de mis mejores amigas apreció en el último escalón del sitio donde estábamos.
“Bueno, es solo una, pensé”. Se sentó a la mesa con nosotros y el chico tan amable y con sonrisa sincera la acogió, como si desde un principio hubiera hecho parte de la cita. Dos minutos bastaron para que a lo lejos llegaran dos pequeñas “funsize”, con risa alborotada y ganas de una cerveza, hablando de sus inconformidades masculinas y maldiciendo por mensajes no recibidos, uno que otro cuestionamiento y con la idea firme de emborracharse hasta perder la cabeza. ¿Por qué hoy, por qué con él? ¡Lo van a espantar! estaba segura.
Las 3 empezaron a hablar frente a mi cita como si lo conocieran de años, fueron tan ellas mismas que hasta el sexo de la última semana salió a relucir y ahí estaba él, sentado escuchando atentamente sus ocurrencias y riendo con los chistes y bailes de una de ellas que parecía chihuahua recién sacado a pasear.
Por un momento pensé que el chico iba a salir corriendo con la excusa de que la casa se estaba incendiando, o que su mejor amigo había sido arrollado por un automóvil, pero no. Sorprendentemente seguía sentado allí y de hecho llamó a dos amigos más. La noche pasó en medio de risas, baile, decisiones rápidas, varias curiosidades y hasta un regalo de cumpleaños repartido a todo el mundo menos a su dueño.
Hoy entiendo que estas mujeres son mucho voltaje para la primera cita y entenderé si él nunca vuelve. Pero también comprendí que las amigas son esos pequeños complementos que te acompañan de la mano en todas la decisiones, buenas o malas, así no estén de acuerdo.
Y me puse a pensar en el “alma gemela”. Esas dos pequeñas palabras con un gran concepto y con la creencia de que alguien en algún lugar sostiene la llave de tu corazón con la casa de tus sueños y solo tienes que encontrarlo, pero que si lo buscas mucho no llegarás a él y si no mueves un dedo tampoco te caerá del cielo, solo te queda preguntar ¿dónde está esa persona? (¡Carajo! Por qué el destino tiene que ser como el álgebra de Baldor).
¿Y si amaste a alguien y no funcionó significa que esa no era tu alma gemela, solo el subcampeón del gran programa llamado “por siempre felices” y mientras cambias de grupo de personas y edad y los concursantes se vuelven más escasos, son tus oportunidades de encontrar a tu alma gemela cada vez menores?
Creo que el concepto de alma gemela está sobrevalorado y que cada una de las personas que nos hacen reír, compartir, vivir y hacer más amenos los días tediosos que conllevan el juego del destino, son nuestra alma gemela, esas mismas que reclaman por Whatsapp ¿por qué no tienes tiempo para mí? ¿Por qué no me has llamado? Esas mismas amigas que se quedan cuando todas las citas se van, las únicas que ayudan a recoger los pedacitos rotos de corazón y armarlos, aún sabiendo que semanas atrás nos repitieron una y otra vez “no lo hagas”.
Estoy segura que no es necesario casarse con alguien para encontrar ese complemento perfecto que le dé luz a los días grises y nos invite de vez en cuando un postre. Tenemos varias almas gemelas rondando nuestros días, (¿En serio hay gente que deja a sus amigos por sus parejas? ¿en qué están pensando?)
Se preguntarán por mi cita, pues aun no sé, creo que se fue a comprar cigarrillos o solo está asimilando el universo de excentricidades que pueden traer mis amigas en un mundo de casualidades como el mío.
¿Quiere conocer un poco más de mi mundo de casualidades? Sígame en Twitter: @JohanaArroyave