Se lo presto si me lo devuelve

Publicado el prestosidevuelve

Me resisto

Hace dos años cerré Facebook luego de que mi cuenta de correo hubiera sido hackeada. Durante dos días tuve que soportar que un desconocido manejara mi perfil en esta red, además de leer los correos de mi mail y seguramente, luego de imaginarse un poco mi vida con un par de mensajes en el inbox que pudieron haberle dado alguna pista.

Desde entonces, no manejo una cuenta con mis fotos ni un perfil lleno de información sobre mi vida, mis estudios, mi trabajo y cuanta cosa quiera demostrarle al mundo que soy yo.

Hace menos de un año, cuando vi la película de Facebook, admiré a Mark Zuckerberg y pensé varias maneras de hacer negocio manipulando esta sociedad amurallada y rutinaria en la que vivimos. Me excedí imaginando aunque claro está, ninguna de esas ideas, podría de verdad llevarse a cabo.

Pensé, por ejemplo, que todos deberíamos tener un mapa, como en Harry Potter: “El mapa del merodeador”. Allí, podríamos ver cómo se mueven nuestros amigos, hacia donde van, de donde vienen, con que velocidad caminan y junto a quién lo hacen.

También me imaginé un programa en Internet donde se pudieran ver todos los chats de blackberry de los amigos, era simple: solicitabas amistad y de inmediato, si te aceptaban, podrías ver qué había hablado tu amigo en el día, con quién y a qué horas. Supongo que por eso se solicita la amistad, porque una vez aceptada, quienes te agregaron no son culpables de ninguna consecuencia.

El día que vi esa película, creí que era necesario el video en los celulares, eso de hablar suena poco convincente, ya es momento de ver en vivo a la persona con la que conversas, ya es hora de confirmar los mensajes y pedirle que te de una panorámica del ambiente para saber que te dice la verdad acerca del lugar donde está.

Porque sí, en este nuevo mundo de las redes sociales y de Internet, el dilema más grande es la mentira.

Es fácil mentir.

Por ejemplo, podemos fingir ser alguien perfecto. Montar fotos sin peros a Facebook, eliminar los mensajes negativos, estar siempre disponibles, poner perfiles exquisitos y provocadores.  Sin embargo, no podemos mentir si tenemos un Blackberry, no vaya a ser que aquel que nos busca también tenga uno y se dé cuenta por el GPS que estamos en el lugar equivocado.

Podemos ser amigos de muchos, actuar con felicidad y mantenernos con un nombre lleno de caras felices que lo adornan, pero también tendremos que responder a todos los mensajes, porque en el teléfono no existe una opción para desaparecer solo por un rato. En el teléfono, las decisiones son siempre definitivas, se desaparece del todo o, si se cambia de opinión, se exige la humillación con una nueva solicitud que puede ser ignorada.

Justo hace poco leí a Ernesto Sábato en su ensayo: La Resistencia. Recuerdo que hablaba sobre la prevención: “no debemos equivocarnos, la competencia aquella, tiene como base un individualismo que nos separa de los demás, contra quienes combatimos”. Sábato, que murió hace poco apenas en el comienzo del fin, terminaba además uno de sus párrafos con una sentencia directa, asegurando que si nos cruzábamos de brazos seríamos cómplices de un sistema que ha legitimado la muerte silenciosa.

Hace algunos años, tal vez, aquella sentencia fue exagerada y pretenciosa. Fuerte, directa y para algunos innecesaria. Hoy, en cambio, se cumple como si fuera una profesía, se viven las palabras de Sábato con miedo y curiosidad.

Hoy, estamos mas vigilados que siempre. Somos menos humanos, existimos solo para parecer cuando finalmente alguien ya maneja el simulador nuestro y nos controla desde una enorme y escondida torre de control que está en ninguna parte.

Solo existe una opción para sobrevivir: combatir, no ignorar y desaparecer definitivamente a aquellos fantasmas nuestros que hemos vuelto públicos.

¿Dónde está Amalia?

Nada se compara a saber, que esta vez, el programa inventado por un joven universitario, no podrá responderle a todos la pregunta.

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