Se lo presto si me lo devuelve

Publicado el prestosidevuelve

No me robes la fe, Colombia

El país me está robando todo. Se gasta en pedazos mi paciencia y ha acabado con mi capacidad de asombro, desaparece las personas a las que le tengo fe y me secuestra, intentando obligarme a creer eso que se publica en la mayoría de los medios y que, casi todos, terminan asumiendo como la verdad.

Me había propuesto ya, hace un tiempo, no hablar sobre política ni opinar sobre la vergüenza que me da tener que aceptar la corrupción en mi país. Sin embargo, no he cumplido. Me resisto.

Empiezo a creer que la verdad sobre Colombia está más en la ficción que en el periodismo, no es sino leer el último libro de Santiago Gamboa (Plegarias Nocturnas) y empieza uno a sentir que por lo menos alguien cuenta un poco de verdad, así lo encierre en una novela.

A todas estas, ya “acostumbrados” a tantas malas noticias, pocas cosas crean emociones físicamente incontrolables. Uno hasta se va acostumbrando a la musiquita de Enya que ponen en el noticiero cuando liberan a los secuestrados y después del primero, ya no se derraman lágrimas sino que dejamos un seco “siquiera” rodando en el aire.

Pensé que no sentiría más. No quería dejarme de los medios, de esa repetición de imágenes que nos habla como si fuéramos simios. Sin embargo, el caso de Sigifredo me dio un puño en la cara, una bofetada fuerte que todavía me duele… me hizo sentir terror, pánico, asco.

No quiero creerlo. Me uno, aunque escéptica y con miedo, a Julio César Londoño quien en su columna semanal en El Espectador narró el secuestro del ex diputado recalcando tantos años de encierro en el que se perdió de incontables momentos con su familia.
Esta vez, no quiero que metan a la cárcel al implicado, como suelo pensarlo con tanta gente que detienen en Colombia. Ahora espero ansiosa la noticia que le recupere la moral y el buen nombre a Sigifredo López, que nos recupere a todos de este accidente mental y nos permita, otra vez, creer que no todo está perdido.

Por eso escribí, para evidenciar mi poca fe y luego poder decir que tanto miedo fue innecesario, que también se puede creer en la inocencia y que más bien son los medios y la desinformación los que nos están volviendo ciegos, de esos, que decía Saramago y que son ciegos que ven, pero que no miran.

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