Se lo presto si me lo devuelve

Publicado el prestosidevuelve

El lugar de la voz

 

“Habla para que yo te vea”, dijo Sócrates.

 

Si existe un medio de comunicación que desarrolle la imaginación, ese es la radio. Al locutor lo imaginan gordo, flaco, histérico, tranquilo, canoso, peli corto, bonito, feo, hasta le achacan defectos como la tacañería o la necedad… todo por una suposición, un tono más o menos fuerte de voz, un sonido más agudo u otro muy grave que a algunos, al parecer, les deja ver nuestra personalidad como si nos vieran en un espejo.

 

“Ay ve, ese que está hablando es muy terco” , dicen. “cambia de emisora que esa que está hablando es muy feminista”, aseguran.

La gente que oye radio se concentra en nuestra voz,  analizan nuestras palabras como si fueran claves para conocernos y si nos tiramos una que otra opinión al aire, ¡Que peligro! Eso es lo que seremos siempre para ellos: esa opinión.

Nos enseñan a leer y a escribir, como si hablar llegara por añadidura luego de aprender esas dos cosas. Y no, hay quienes a pesar de escribir no pronuncian bien la r o la s; existen personajes que leen, que escriben, pero que no terminan una palabra porque ya están empezando otra. Hay gente básica al hablar, gente que de 20 palabras pronuncia 16 muletillas y tan solo 4 palabras importantes. Y esos nunca serán locutores.

La voz, es un lugar que no existe en el plano físico. Cuando informa da un super poder, la gente cree que esa voz acelerada está exenta de sufrir, que es un observador de las tragedias. Cuando opina, regala esperanza o produce rabia. Cuando esa voz ríe, se pegan otras risas silenciosas y cómplices; cuando esa voz suspira fuerte, hace suspirar. Esa voz es otro ser. Por eso, el locutor, son dos seres conviviendo.

 

Son tantos los mundos que regala un locutor, que acabamos con soledades o las hacemos, al menos, soledades soportables. Y eso que estar frente al micrófono representa de manera exacta lo que decía Bécquer: eso de que la soledad es muy bonita cuando se tiene a alguien con quien compartirla.

 

El locutor está solo. Con su realidad y su voz, esa a la que todos le imputan realidades. Por eso es una labor bonita,  porque como en la última película de Spike Jonze, hacemos con la voz que mucha gente odie o ame a un ser … imaginario.

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