Medios de comunicación

Por: William Ríos. Gerente Género e Impacto Comunicaciones.

En el mundo, los medios de comunicación suelen mirar al bullying con el lente equivocado. Lo mencionan cuando ocurre una tragedia, cuando un joven se quita la vida, cuando un video se hace viral o cuando un colegio queda expuesto en redes sociales. Se multiplican las entrevistas, se habla del “flagelo”, aparecen opinadores repentinos y voces sin formación en convivencia escolar; luego, apenas pasan unos días, el caso se diluye, la agenda cambia y el fenómeno vuelve a quedar en silencio.

La anterior es una constante mundial

El bullying solo aparece cuando duele. Lo más preocupante es que esa mirada reactiva no solo es limitada: es peligrosa.

Los medios —tradicionales y digitales— son formadores de cultura. Moldean valores, transmiten ejemplos, crean referentes sociales y acompañan a los ciudadanos desde que son niños hasta que se convierten en adultos. Por eso, cuando los medios reducen el bullying al titular dramático del día, están renunciando a su papel más importante: convertirse en agentes permanentes de prevención, educación y construcción de ciudadanía.

Una de las confusiones más extendidas es creer que el bullying es un fenómeno exclusivamente escolar. No lo es. Comienza en el hogar, se manifiesta en el colegio, reaparece en la universidad y, en la edad adulta, toma la forma de mobbing o acoso laboral. Hay que entenderlo: este fenómeno se transforma y en ocasiones muta.

Agencias como la ONU y UNICEF reiteran permanentemente la responsabilidad de los medios de comunicación en la lucha contra el ciberacoso, la violencia de género y los discursos de odio, todos elementos presentes en el bullying, y que escalan a dimensiones sin proporciones.

Hace menos de un mes, en el marco de sus actividades del Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, la Unesco aseguró que “Aproximadamente el 58% de las niñas y los jóvenes del mundo sufren de acoso en línea, mientras que los estudiantes pertenecientes a minorías y comunidades migrantes sufren de manera desproporcionada el odio y la exclusión en Internet”.

Sin embargo, según el Informe GEM 2024 – edición juvenil, solo el 16 % de los países ha adoptado una legislación destinada a prevenir el ciberacoso a través de la educación.

Como ocurre con el ciberacoso, las cifras de cualquiera de las manifestaciones del bullying (y de las múltiples formas en que se mimetiza) son escalofriantes.

En Colombia normalizar el bullying ha sido demasiado fácil

Cuando llevamos la conversación al contexto colombiano, la urgencia es mayor. No es un secreto que Colombia ha vivido décadas de violencia política, urbana y rural. Esa historia ha dejado cicatrices profundas, pero también una peligrosa costumbre: la de normalizar la agresión.

En un país donde la violencia ha moldeado durante tanto tiempo las relaciones sociales, el bullying no es un asunto menor: es un termómetro cultural. Es un indicador de qué tanto hemos logrado transformar la manera en que tratamos al otro.

Por eso, los medios colombianos deberían asumir esta causa como una preocupación nacional permanente, no como un tema que despierta interés únicamente cuando hay tragedias que lamentar.

Los medios de comunicación tienen una responsabilidad que va más allá del titular: crear cultura de prevención, promover valores, difundir rutas de atención, consultar expertos y mantener la conversación abierta. Necesitamos periodismo y comunicadores que generen conciencia, acompañen a las familias, brinden herramientas a los niños, y que incomode a las instituciones cuando miran hacia otro lado.

Además, necesitamos medios que entiendan su poder pedagógico. Cada vez que presentan un caso de bullying sin análisis, sin contexto, sin especialistas, están fortaleciendo la confusión. Cada vez que cubren el tema desde el morbo, están repitiendo el ciclo de violencia que dicen rechazar. Y cada vez que dejan de cubrirlo, contribuyen al silencio que permite que prospere.

Educar testigos hoy es formar ciudadanos que alzan la voz mañana

Prevenir el bullying en el entorno escolar es una prioridad nacional. Una de las claves más poderosas para lograrlo es educar a los testigos: a los compañeros que ven, escuchan o conocen una agresión. Cuando un niño entiende que puede denunciar, que no está solo y que su palabra importa, se rompe la cadena del silencio.

Pero esto va más allá del colegio: un niño que denuncia bullying hoy es un adulto que denuncia corrupción mañana, que señala la desigualdad, que exige equidad, que no se queda callado frente a las injusticias. Formar testigos valientes es formar ciudadanos íntegros.

En esa tarea, los medios tienen un rol esencial. No solo informan sobre la realidad: ayudan a construirla. Y si queremos un país donde la violencia deje de ser parte de la cotidianidad, donde los niños crezcan con valores sólidos y donde la ciudadanía se atreva a alzar la voz, necesitamos un periodismo responsable, constante y comprometido con la prevención del bullying.

Rompamos-el-silencio

Los medios no pueden seguir llegando cuando es demasiado tarde.

Su responsabilidad es estar antes, durante y después.

Su deber ético es acompañar.

Su compromiso ineludible es educar. En síntesis, su obligación es ayudar a “Romper el silencio”.

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