Brigitte

Por Robert Max Steenkist.

Insistir en que el ser humano ha causado un daño casi irreversible al planeta suena, a estas alturas, a redundancia. Pero aún así, no puedo dejar de sumarme al llamado urgente a regenerar nuestra relación con el entorno.

El negacionismo, la resignación y quienes aún pretenden tapar el sol con las manos del odio o la desinformación son más débiles que la voluntad de la vida.

Afortunadamente, la ciencia sigue ahí, recordándonos con hechos —y no con dogmas— que la verdad es un proceso, no un monumento.

En sociedades poco dadas a la investigación y menos a corroborar las verdades a medias, la ciencia actúa como una brújula ética: nos enseña que avanzamos sobre nuestras propias dudas, y que solo en la incertidumbre puede florecer el infinito que nos habita.

Un cuestionamiento incómodo que invita a evolucionar

La ecología queer, por ejemplo, cuestiona la dualidad tajante que ha dominado nuestra sociedad. Nos recuerda que “lo natural” nunca ha sido una lucha entre opuestos, sino una danza de híbridos y transiciones.

La vida no es un tablero de blancos y negros: es una selva donde cada especie, cada identidad, inventa su propio color y depende de los otros para contribuir co su individualidad a un cosmos dinámico y hermoso.

Esa pregunta —“¿qué es lo natural?”— abre Brigitte Planeta B, el nuevo documental dirigido por Simón Posada. La película retrata la realidad y las ensoñaciones de Brigitte Baptiste, quizás la figura más disruptiva y provocadora del pensamiento científico y el activismo contemporáneo.

El filme reconoce su papel en la tarea urgente de tejer un puente entre la justicia ambiental y la liberación de las identidades no normativas, proponiendo una relación más flexible, inclusiva y respetuosa con la Naturaleza.

Ver Brigitte Planeta B fue para mí reencontrarme con una pregunta esencial: ¿qué tan dispuesto estoy a cambiar mis propias certezas para salvar lo que amo del mundo? Baptiste cuestiona —y a veces hace tambalear— las estructuras jerárquicas que han sostenido el pensamiento tradicional.

En su mirada, la diversidad y la fluidez no son excepciones, sino principios vitales para regenerar lo que hemos dañado.

Para mi, la realidad y el camino de Brigitte funciona como un sistema gravitacional donde giran tres fuerzas esenciales: el respeto, la libertad y el sentido del humor.

El respeto, como la ciencia, parte de reconocer que ninguna verdad es absoluta y que el otro siempre puede contribuir a mis búsquedas. Respetar es aceptar la diferencia como fuente de conocimiento. Es la antesala de la admiración mutua, y la admiración, la puerta de entrada a una sociedad pacífica.

La libertad: El principio que une a los clanes y fortalece a los individuos

El amor incondicional hacia quienes elegimos como parte de nuestro ecosistema más cercano depende del grado de honestidad que tengamos con nosotros mismos. Solo así puedo elegir conscientemente dónde quiero estar y de quienes quiero verme acompañado.

El humor, esa forma luminosa de la libertad, nos une en la risa, en la trasgresión y en el alivio. Nunca es simple frivolidad: el humor compartido disuelve tensiones, construye puentes emocionales y nos enseña a resistir con alegría.

Si las decisiones de los otros sacuden mis certezas, lo menos que puedo hacer es sonreír ante el cambio, admitir mis miedos y agradecer lo vivido.

El respeto abre las puertas del entendimiento, pues ve en el otro la capacidad de nutrirme. La libertad nos permite elegir la coherencia sobre el miedo. El humor nos recuerda que incluso en el caos hay potencial para la unión a partir de la sagrada experiencia de la risa y el alivio.

El amor que mantiene unida a la familia de Brigitte —al margen de dogmas y señalamientos— es quizá lo más poderoso del documental. Esta película debería verse en todos los espacios educativos (empezando por los hogares) que deseen formar mentes críticas, inclusivas y creativas.

Un enfoque pedagógico digno del siglo XXI debe reconocer que la diversidad biológica, cultural y de género no son “temas” que se enseñan, sino las bases mismas de la vida que reclama cada vez más nuestra intervención.

No solo muestra a una científica o activista, sino a una posibilidad que inspira

Brigitte nos muestra que el pensamiento crítico es la capacidad de analizar y cuestionar desde múltiples perspectivas, priorizando siempre la coherencia interior.

El primer compromiso es con uno mismo: comprender las energías heredadas, interpretarlas y transformarlas en la persona que deseo ser. La existencia no puede reducirse a repetir verdades ajenas.

A través de ejemplos concretos, Baptiste demuestra cómo la naturaleza recurre constantemente a la transexualidad: el pez payaso que cambia de sexo cuando muere la hembra dominante; la hiena moteada, cuyas hembras poseen un clítoris con forma de “pseudopene”; la palma de cera, árbol insigne de Colombia, cuyos individuos alternan su sexo cuando el equilibrio del ecosistema está en riesgo. La naturaleza no impone reglas fijas: ama desde el cambio.

Nos enseña que superar el miedo a la contradicción es nuestra forma más alta de evolución.

Brigitte Planeta B afirma con belleza algunas certezas ya presentes en su libro Transecología: una guía patafísica para habitar las transformaciones del mundo.

Pero ahora, esa reflexión se vuelve un desafío tangible: rediseñar una Tierra polifacética e incluyente, donde lo más ingenioso y poderoso de nuestras identidades salga de la represión y florezca.

La posibilidad de un planeta donde la diversidad es la forma más alta de inteligencia, y la alegría, la energía más revolucionaria.

Como el centro de un carnaval cósmico y provocador, Brigitte Baptiste festeja constantemente su existencia, su recorrido y el de todos los que la hemos acompañado (así muchos de nosotros seamos seguidores muy recientes).

Rompamos-el-silencio

Su celebración, nos invita —con ternura y valentía— a volver a creer en que cada uno de nosotros habita la cualidad más sagrada de la vida: el poder de elegir ser indomables, irreductibles, imposibles de detener en nuestra expansión.

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