Palabras sobre la emblemática escritora sanandresana Hazel Robinson (der. en foto), pronunciadas por su amiga y colega Claudine Bancelin (izq), en el homenaje a cinco raizales históricos realizado por el Espectador y la Fundación Color de Colombia, el 30 de julio de 2024, en alianza con la Academia Colombiana de Historia, la Universidad Nacional de Colombia-Sede Caribe, el canal Teleislas, el Centro Cultural del Banco de la República y la Cámara de Comercio de SAI.

Por Claudine Bancelin

He tenido la fortuna de conocer a Hazel Robinson desde hace muchísimos años gracias a nuestro común oficio de las letras, tanto en el periodismo como en la literatura. Como colega me dio luces sobre el acontecer isleño con aquella mirada suya, siempre tan contemporánea, tan diferente, tan de vanguardia.

Así también ha sido su vida desde cuando se le ocurrió ser periodista y luego narradora, que es casi lo mismo. Y eso, cuando nadie lo era. Indómita como ella sola, era una adelantada a los tiempos.

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Tal vez en algún momento Hazel fuese considerada peligrosa por ignorar las normas, al desafiar lo asfixiante. Pero no le importó, escribir era una necesidad. Y, sin buscarlo, la oportunidad le llegó.

Su genuino amor hacia las islas, su trasegar por diferentes geografías, sus lecturas, sus investigaciones…, le han permitido entregarnos diversos textos literarios que han salido a la luz gracias a quienes se dieron cuenta de que esta mujer era excepcional.

Durante años, Hazel y yo hemos sostenido juegos literarios y siempre me ha sorprendido con su ingenio.

Múltiples conversaciones, viajes en conjunto, interminables tazas de té de por medio y aquella risa desbordada que nos acosa en cada encuentro, han hecho de estos momentos un delicioso y enriquecedor intercambio.

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Desde sus primeras crónicas en El Espectador, que llegaron a treinta entregas y fueron preámbulo de las cinco novelas editadas luego por la Universidad Nacional, y los textos cortos que han publicado otras entidades, han mostrado una evolución tal que constata que Hazel nunca se rinde.

Allí narra la historia de la isla con todos sus encantos y también con sus decepciones y sus heridas, contadas con una autenticidad tan cautivante como su oralidad.

En atril, Claudine Bancelin; Fidel Cano, director de El Espectador; Elizabeth Taylor Jay, viceministra de Asuntos Multilaterales, y Hazel Marie Robinson, escritora homenajeada.

Hablar con ella es como balancearse en el regocijo, y así como cuenta sus travesías en las goletas por todo el Caribe, también refiere las costumbres isleñas que han enseñado al país la diversidad gastronómica, cultural, lingüística, la esclavitud, la gloria y la decadencia.

Hasta los críticos más mordaces han apreciado su destreza, y, por ello, ha sido convocada a festivales, a encuentros académicos, a publicaciones de la oficialidad cultural de la Nación. Ha sido agasajada y condecorada.

“Su habilidad nata al hilar relatos, el suspenso cautivante que les imprime a sus palabras, le han permitido a Hazel Robinson entregar la memoria del pasado de esta isla que tiene tantas historias por contar”.

Claudine Bancelin, periodista y escritora

Su habilidad nata al hilar relatos, el suspenso cautivante que les imprime a sus palabras, le han permitido entregar la memoria del pasado de esta isla que tiene tantas historias por contar.

Hazel no está interesada en las modas literarias, no tiene afán de lucirse; su única pretensión ha sido relatar la vida de los que se fueron, las voces pasadas que no se narraron y por eso su aporte es esencial.

El trajinar de las mujeres, las obligaciones propias de ellas en la época en que Hazel ejerció como esposa y madre de cinco hijos, le retrasaron el oficio; tal vez, aquello no se consideraba imprescindible en su momento, pero lo era. En ese entonces, lo urgente le ganó a lo importante.

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Sin embargo, la libertad que van dando los años, cuando todos se han ido, propiciaron una dedicación tardía en el oficio de escribir literatura, así como ha sucedido con muchas otras mujeres escritoras.

Lo que estaba agazapado dentro, se desbordó en los últimos veinte años, y esa catarata incontenible es la que hemos podido disfrutar a lo largo de estos últimos tiempos cuando con un apremio contenido, fue publicando sin tregua.

“Ahora que ha pasado el tiempo y que Hazel ha persistido en el arte de narrar, podemos considerar que es una precursora”.

Claudine Bancelin, periodista y escritora

Hoy celebramos a Hazel y le agradecemos su esfuerzo y su perseverancia, pero, especialmente, su pasión para superar cualquier obstáculo y consagrarse como escritora.

Hazel ocupa un lugar importante en la literatura isleña. Su vida y su obra han dejado improntas, han marcado una ruta.

Aprovecho este momento para saludar a los otros homenajeados, con quienes me he relacionado por el oficio y la amistad. A El Espectador y a la Fundación Color de Colombia, mil gracias.

¡Y a ti, Hazel, el reconocimiento por no rendirte nunca! Thank you for never giving up.

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