Adecuarse a las restricciones por el Covid-19 (corto plazo), lograr ingresar a Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial del país y fortalecerse como un circuito nacional que atraiga más turismo cultural (mediano y largo plazo).
Desafíos que se tratarán con los líderes de los tres festivales en un En vivo extra de magazine tv Cuarentena musical Pacífico y Caribe.
Por Ariel Cuello de la Ossa, periodista de la Universidad de Cartagena, curador de Gaita suena en Cuarentena musical Pacífico y Caribe.
A María La Baja, Puerto Escondido y Necoclí los une la música, la cultura y la herencia africana. En estos territorios, que pertenecen a distintos departamentos (Bolívar, Córdoba y Antioquia, respectivamente), la influencia cimarrona permanece en el tiempo gracias al bullerengue, un baile cantado que caracterizó a los antiguos habitantes de Palenque de San Basilio y que se popularizó en la Región Caribe con las migraciones de los afrocolombianos.
En estos lugares, en diferentes fechas del año y bajo sus propios contextos locales, se realiza un festival de bullerengue que busca preservar esas costumbres y tradiciones de los antepasados manifestadas en cantos, historias y baile, y entrelazadas con los tres sones básicos de este género musical: sentao, chalupa y fandango de lengua.
El de Puerto Escondido nació en 1988 y se realiza tradicionalmente en el mes de junio, coincidiendo con las fiestas de San Juan; por su parte, el de Necoclí, que nació el mismo año, se desarrolla en el mes de octubre en el marco de la conmemoración del descubrimiento de América; y el de María La Baja nació en 1993 y se hace en el mes de diciembre.

A estos festivales llegan grupos musicales y de comparsas de varios departamentos del país a competir en distintas modalidades y a compartir sus experiencias y saberes alrededor del bullerengue.
Tienen tantos elementos en común que podrían funcionar como un circuito cultural donde cada festival se complemente y donde juntos caminen hacia el un nuevo posicionamiento del bullerengue en Colombia.
Los tres festivales tienen reconocimiento nacional; y además de ser un movilizador cultural por la participación de grupos y artistas nacionales e internacionales, sirven para impulsar la economía y el turismo local, e integra socialmente a todos los sectores de los territorios donde se realizan.
Retos
Con más de 25 años de existencia, estos festivales se esmeran por conservarse en el tiempo, trabajando arduamente por preservar el legado cultural y artístico de los antepasados cimarrones; quizás ese es el más grande desafío al que se enfrentan cada año.
Realizar un evento como estos no es fácil, y resulta costoso “por la logística que implica la organización, y con ello el deseo de mejorar su calidad año tras año; por eso, se hace necesario un mayor y oportuno apoyo institucional y privado”, afirma Álvaro Arenas, organizador del Festival Nacional de Bullerengue de Necoclí.
La situación actual de emergencia sanitaria por Covid-19 y la prohibición de eventos masivos en el país presenta nuevos retos para estos festivales, ya que necesitan adecuarse o «reinventarse» mientras llega la vacuna contra el Covid-19, priorizando los espacios académicos y las muestras culturales en lugares que no impliquen contacto físico.
En Puerto Escondido, por ejemplo, la Asociación de Gestores y Creadores Culturales (Asocultura) que organiza el Festival utilizaron la red social Facebook para realizarlo y transmitirlo recientemente.
Por primera vez se vivió de manera virtual con el desarrollo de charlas, conversatorios, alboradas y presentaciones de grupo de bullerengue, bajo el lema “Quédate en casa del 23 al 25 de junio”.
En el marco del festival también se promovió la decoración de las casas a través del concurso “Mi casa en modo bullerengue” que premió las tres mejores viviendas decoradas, valiéndose de las interacciones de las fotografías de estas publicadas en Facebook como medio de votación.
El turno ahora es para los festivales de Necoclí y María la Baja, que se enfrentarán a la nueva realidad social y deberán crear estrategias que mantengan viva la tradición.

Un tercer reto, el más importante, que vincula a todos los hacedores y gestores culturales relacionados con el bullerengue es lograr el reconocimiento de este género musical y su danza como patrimonio cultural de la nación; así la preservación y la salvaguardia de este legado afrodescendiente estaría garantizado.
*Trazador misional de esta publicación de Fundación Color de Colombia: Línea estratégica 4: Cultura, identidad y comunicaciones. Iniciativa 1: Periodismo cultural. Proyecto: Bullerengue nacional.