Tercera y última entrega del historiador Sergio Solano sobre la biografía del pintor al que no le permitieron crear una escuela de dibujo en Cartagena por su color de piel, antes de la Independencia.
Por Sergio Paolo Solano, profesor de la Universidad de Cartagena
Ya hemos anotado, en la primera entrega, que la vida de Pablo Caballero Pimientel (1732-1796), pintor, pardo de condición socio-racial, ilustra la existencia de capas medias de color en la sociedad colonial.
En la segunda entrega, contamos la estima de que gozaba como pintor y su paso por la Expedición Botánica del sabio Mutis.
Para terminar esta serie, acudiremos a las propias palabras de Pablo Caballero, en 1792, ante el Rey para solicitarle que se le permitiera establecer en Cartagena una Escuela de Dibujo y Pintura. Una petición a la postre negada.
Aquí Caballero Pimental habla también desde su condición de miliciano, que había recorrido todos los grados de la oficialidad de color de las milicias pardas.
En esta representación por ningún lado aludió a su condición racial, lo que deja ver una autoestima muy elevada gracias a su condición de artista reconocido.
Las escuelas de dibujo contaban con el antecedente de la creada por José Celestino Mutis en Mariquita y luego trasladada a Santa Fe de Bogotá, dirigida por Sebastián Rizo Blanco, un pardo oriundo de Mompox y discípulo de Pablo Caballero, quien se distinguió, al lado de Francisco Javier Matis, como el más consagrado pintor de la iconografía de esa Expedición.
Hasta ese momento el conocimiento del arte se transmitía por medio de la relación personalizada entre el maestro y el aprendiz. El propio Pablo Caballero sabía de los alcances y de las limitaciones de este procedimiento desde el momento en que pensó en la creación de una escuela de dibujo y pintura.
El documento que envía a su apoderado es de sumo interés por lo que vale la pena citarlo in extenso.
“Pablo Caballero, Capitán de Granaderos y actual comandante interino del Batallón de Pardos de Cartagena de Indias (…) expone:
que desde la edad de trece años hasta la de cincuenta y seis en que se halla, ha servido a Vuestra Majestad en el Batallón de Milicias Pardas de esta ciudad, pasando desde soldado por todos los grados hasta capitán de granaderos y comandante interino, en fuerza de su puntual desempeño en todas las cosas de su cargo y otras muchas que por su particular pericia se le encomendaban, como era adiestrar los reclutas en el nuevo ejercicio pagando de su propio caudal un tambor y un pito para que estuviesen más expeditos en la táctica; levantar y pintar los planos de fortificación de la plaza y su recinto (…)
Una pasión decidida por la pintura le ha hecho dedicarse a ella desde niño con la mayor intención sin perdonar trabajo, costo, ni fatiga, estudiando no solo las reglas de este noble arte, sino también extenderse a adquirir en la Historia Sagrada y profana, y ciencias naturales, todo aquel complejo de conocimientos sin cuya noticia más se borra que se pinta por no alcanzar las proporciones y propiedad que hacen el encanto de los inteligentes.
Desde el año de 1736 no hubo en esta ciudad ni su partido Pintor alguno hasta que el exponente principió a manifestar su habilidad con general aplauso en la Expedición Botánica de la América Septentrional.
(…) se atreve a proponer el modo fácil de establecer en dicha Ciudad bajo vuestros Reales y Soberanos auspicios, una escuela de dibujo que con el tiempo podrá elevarse a Academia de Pintura sin gravamen de los concurrentes ni del público.
En una sala cuyo alquiler mensual no ascienda de cuatro a seis pesos y el corto gasto de papel y luces dará lección de dibujo a cuantos quieran concurrir a ella en las dos primeras horas de la noche todos los días que sean de precepto, explicándole en la media hora primera los elementos y reglas del Arte, y en las restantes se ejercitarán a su presencia en la práctica aplicación de los preceptos; (…)
y en llegando a estado de adquirir conocimientos superiores les dará lección de pintura en otra sala donde se colocarán los modelos que hayan de imitar con los utensilios necesarios, alternando la educación y enseñanza, entre todas las clases para su común aprovechamiento.
De suerte que (…) podrá haber en esta forma al cabo de algunos años suficiente número de Pintores así para las obras que Vuestra Majestad se digne encomendarles, como las que en el país se necesiten sin tener que enviar fuera de él sumas muy considerables como ahora sucede.
Quisiera el exponente además de emplear su trabajo y desvelos en la enseñanza de los discípulos, poder también suplir los gastos, aunque cortos, indispensables de alquiler de la sala, papel y luces, pero sus cortas facultades, y la manutención de su casa y familia le constituyen en la imposibilidad de poderlo hacer, por lo que:
Suplica a Vuestra Majestad se digne asignarle por vía de gratificación o la que sea más de su Real Agrado la cantidad que juzgue conveniente que como invertida en conocido beneficio del público podrá deducirse del caudal de propios, del que igualmente se podrá comprar en España algunos modelos como proponen los Síndicos Procuradores Generales.
Y en atención a sus dilatados y buenos servicios en el ejército, encargos particulares que ha desempeñado, y a este singular beneficio que está pronto a hacer a su patria, conferirle en propiedad la comandancia del Batallón de Pardos que ejerce interinamente, o cuando a esto no haya lugar al sueldo de capitán de Granaderos, según el reglamento de Vuestra Majestad para las milicias disciplinadas de los puertos de mar con la expresión de sus servicios, nombrándole su Pintor en esta ciudad, obligándose por esta gracia a pintar las banderas y todo lo demás que ocurre en las fortificaciones de ella y su recinto por solo el coste de materiales y oficiales que se empleen”.