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Memoria de charlas con Plinio Córdoba, pionero del jazz colombiano

El mes pasado se publicó la biografía autorizada del legendario baterista y formador de talentos. Un paisano suyo, Douglas Cújar, recuerda sus conversaciones con el maestro y el deseo de este de volver al Chocó definitivamente, después de más de medio siglo.

Por: Douglas Cújar Cañadas (cortesía de El Manduco).

A propósito del libro biográfico del maestro Plinio, escrito por uno de sus alumnos, Homero Daniel Rodríguez, recordé las extensas horas de diálogos y vivencias con él en Bogotá, cuando recurrí a entrevistarlo en varias oportunidades, teniendo el privilegio de permitirme acompañarlo en su experiencia musical de jazz y salsa en los años ´70 y en su dedicada carrera de forjador de talentos en la primera década del siglo.

Una fortuna acumulada de conocer a una leyenda viva del jazz interpretando un variado repertorio de obras tradicionales de grandes figuras de este arte musical.

Tuve la oportunidad de encontrarme con Plinio en agosto de 2012 en la sala de su Fundación Musical, y allí me recordó de sus comienzos musicales cuando párvulo salió de Quibdó y en sus primeros años en la capital logró comprender y penetrarse con el ritmo de jazz que sonaba en la radio de su viejo tocadiscos.

Luego deambuló por el cabaret Miramar, donde la música era en vivo, fijándose especialmente en los bateristas y esperando a que le dieran una oportunidad.

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Luego en el año de 1971 tomó la decisión de fundar su propio negocio, el Grill La Pampa, en la carrera 13 con calle 58, con su grupo de jazz. En poco tiempo el local alcanzó una fama inusitada y todas las noches se llenaba de gente ansiosa por escuchar buena música en vivo.

Durante su larga alocución de apología al jazz y, aprovechando mi atención chocoanista, le pregunté lo inevitable de su instrucción en la percusión, contestándome:

“A mí no me enseñó nadie a tocar la batería, mis conocimientos los logré escuchando en la radio y los discos a los maestros. Me formé con mucho sacrificio”.

En cuanto a sus visitas al Chocó fue más directo, desenfundando una perorata por encontrar en su último viaje a Quibdó a algunos músicos nativos apegados a la tradición instrumental de la “percusión sin formación”.

Me anunciaba, como en un repetitivo discurso de jazzista moderno que no respeta canon: “El jazz tendrá futuro mientras existan músicos que quieran hacer cosas nuevas y no se conformen con recrear el pasado. Puede que no sea la música más popular en Colombia, ni del mundo, pero tampoco vive encerrada en la capsula del tiempo como dicen algunos».

Frente a mi respuesta de que encontraba que en algunos pasajes de su vida, sobre todo en los años setenta cuando aún no teníamos la valoración del jazz que percibimos hoy, él y muchos de sus amigos como los caribeños Joe Madrid y Justo Almario tuvieron que recurrir en sus inicios a la cumbia y el porro, como lo demuestra el LP donde ellos tocaron con la Orquesta de Chucho Fernández  la “música incidental y abstracta”, como la llamaron para sostener sus caprichos jazzísticos.

Le recordé que solo el atrevimiento del pastuso Eddy Martínez, quien se probó y logró un espacio en la salsa neoyorquina, pudo en aquellos tiempos mantener el “estatus” de jazzista.

Incluso le demostraba con sus propias memorias, de la mención que hicieran en el LP Cumbia Colombia, Volumen 2, donde en la contraportada anunciaban refiriéndose a Joe Madrid, quien luego dirigió la orquesta de Salsa La Colombia All Stars .

“Quién le podía creer a un muchacho de 22 años que a la cumbia se le podía integrar Jazz, bossa nova, Twist, etc? [Chucho Fernández] espectador de la inercia de nuestros directores de orquestas tropicales creyó en Madrid, quien ha evolucionado nuestros ritmos”.

Le afirmé que para aquella época, en Colombia “evolucionar” era introducirle quizás unos solos de piano jazzístico a la tradicional cumbia o a la Salsa. Quizás, le repetía, había mucho más de jazz en los mambos que realizaban los grupos de chirimía en el Chocó, cuando los clarinetes se soltaban en un solo gozoso e interminable.

Eso era jazz. Frente a lo cual Plinio Córdoba me contestó: “Respeto mucho la música de mi tierra y, desde luego, acaricio dentro de mi ser el sonido de las chirimías, el sabor que tienen los muchachos al interpretar los ritmos vernáculos […] es un buen comienzo para atreverse a experimentar con el jazz”.

Volviendo a su historia indagué por qué no se grabaron sus interpretaciones de la época del Fredy’s Club, o del Bocaccio, responde: “Algunos llevaban grabadoras y esas cosas pueden estar por ahí: Manrique tocando, yo tocando… Pero en ese tiempo no se apoyaba al jazz en Colombia, en ese tiempo las casas disqueras no iban a hacer una inversión con una música que según ellos no tenía muchos adeptos”.

De hecho, la historia de Plinio podría ser la de un músico luchando por hacerse oír encima de las corrientes.

A propósito de su mención de Armando Manrique “Manricuras”, le indagué de las agrupaciones con quienes ha compartido escenario: Alex Dirroma y Alfredo Linares, Lorenzini y Lorenziti, Bob Taylor y Bill Slater, Humberto Blande.

Con músicos colombianos como: Eddie Martínez, Antonio Arnedo, Óscar Acevedo, Joe Madrid.

De los eventos y lugares donde ha participado: Festival de Arte en Cali, Centro Colombo Americano; Museo de Arte Moderno y universidades como la Javeriana, Nacional, Jorge Tadeo Lozano, y un bello homenaje de la Santo Tomás inspirado por Manuel Antonio Rodríguez en 2006.

Al abordar las orquestas nacionales gocé de anécdotas y experiencias de músicos nacionales e internacionales con los cuales compartió: Francisco “Pacho” Galán, Hernando Artuz, Orquesta Cumbia Colombia, Orquesta del Maestro Francisco Cristancho y Don Américo y sus Caribes.

Internacionalmente, con Armando Bosa de Panamá, Habana Internacional y Pepe Reyes de Cuba.

Retomando el tema de sus caprichos, de la dedicación a enseñar a las juventudes fue tajante: “Lo que quiero dejar es una escuela de bateristas. En eso llevo diez años y ya he graduado algunos que tocan bastante bien”.

A propósito de un reportaje a jóvenes universitarios que me mostró donde recalca: “Quiero que personas con capacidades logren aprender a tocar la batería, no todo en la vida debe ser plata, yo quise fue hacer una fundación, para que me recuerden”.

Le lancé la idea de acompañarnos en la inauguración del Teatro Cesar Conto en Quibdó, que sería el momento de regresar a formar a los niños del Chocó.

Asintió: “Sería un honor. Quiero volver a mi tierra, morir en ella”.

**Trazador misional de esta publicación de Fundación Color de Colombia: Línea estratégica 4: Cultura, identidad y comunicaciones. Iniciativa 1: Periodismo cultural. Proyecto: Dinastías y leyendas musicales.

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