Atardecer en Manizales – Foto de María Antonia Serna

Una de estas noches estaba en un sitio muy conocido que vende arepas de Chócolo, esperando que me alistaran una para llevar. Mientras esperaba vi que una pareja se encontró con una señora. Las dos mujeres se saludaron alegremente, la que estaba con pareja le presentó al esposo, todo muy cordial. Recordaban que no se veían hace muchos años y se veía un bonito encuentro.  Hasta ahí todo bien. 

La señora que iba sola, en medio de la conversación le dice: -Menos mal te cambiaste el color de pelo, lo tenias espantoso en esa época, te veías horrible, menos mal te lo cambiaste”-  La otra mujer se sonrojó y comenzó a tratar de peinarse, diciendo que si, que se había cambiado el tono hace poco. La otra señora no paraba de decirle – De verdad, te veías horrible en esa época, ese color negro jamás te lo vuelvas a poner, te queda prohibido”. El esposo de la señora la miraba asombrado de ver lo que le decía la señora a su esposa. Yo también, que no tengo nada que ver ahí, porque no conozco a ninguna de esas tres personas, quedé aterrada de la manera tan cruel, tan atrevida de la señora de decirle eso a la otra.  Después del comentario, a pesar de haber sido un encuentro bonito, la pareja se despidió rápidamente, ya no de manera tan efusiva como al inicio.  Un encuentro que puedo haber quedado para el recuerdo, se tornó en un mal momento para una persona. 

La verdad,  esta clase de comentarios desobligantes me molestan mucho y eso lo vemos en muchas partes, en las personas que critican a otras por su aspecto físico, si esta muy delgado o con sobrepeso, en redes sociales si alguien se equivocó con una tilde o una coma o hasta critican si alguien le dice a otro “feliz vuelta a sol” en un cumpleaños. Es una constante crítica del otro y sin importar lo que piense o sienta la otra persona se lo dicen. Como si fuera su deber… 

¿Por qué esas ganas de minimizar al otro? Psicológicamente dicen los que saben, que la gente que critica, que se la pasa tratando de corregir a otros, en la manera como escriben, como se visten, como lucen, como hablan, lo que dicen, etc. Es una necesidad de superioridad, de sentirse más que el otro, así sea por unos cuantos segundos. 

Alguna vez escuché hablar a alguien, que era supremamente ofensiva, que decía “es que yo digo lo que pienso”… Y no! Qué tal uno porque “dice lo que piensa” entonces decirle a alguien: Oye como estas de feo… Cómo estás de gorda, te queda mal ese pantalón, tu tono de voz es horrible, eres muy bajito, eso que escribiste es una pendejada, ¿Qué es eso?   Hay cosas que uno no debe referirse ni criticar a otra persona y mucho menos si la va a hacer sentir mal.   Es cuestión de respeto! 

Una premisa que todos deberíamos tener presentes: Vive y deja vivir.

Hoy quiero invitarlos a que antes de criticar pensemos, si lo que vamos a decir realmente aporta a la otra persona.

Si no tenemos nada bueno que decir, mejor no digamos nada.

 

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