Hace un par de semanas Carolina, la administradora del conjunto donde vivo, una mujer joven de aproximadamente 50 años, estaba haciendo unas compras y se desmayó. La llevaron a la clínica y tuvo varios infartos y murió. Esa mañana nos habíamos encontrado en la recepción del edificio, el saludo cordial de siempre y esa misma noche ya no estaba.
Todos estos días la he tenido en la mente, pienso en su hijo, en su perrito, en su esposo, en ese vacío absoluto que deben estar sintiendo, cuando se va para siempre un ser querido. ¿Cuál fue su última palabra? ¿Su última comida? ¿Su último abrazo?
En estas tardes cuando salgo a caminar con mi perrito Copito, he pensando mucho en ella, porque continuamente me la encontraba en el parque paseando a su perrito. He pensado mucho en la vida, en la crudeza del día a día… En que así uno no quiera, el reloj no entiende de dolores, de sufrimientos, de frustraciones, de tristeza: La mañana sigue llegando, el sol continúa saliendo, la luna ocultándose, el calendario sigue su curso cada día, sin detenerse, sin esperar a nadie.
Se busca un reemplazo rápidamente en su puesto de trabajo, porque esa es la vida por muy duro que parezca, y dejará un vacío profundo en sus seres amados que nada ni nadie lo reemplazará. El implacable paso del tiempo.
Todos tenemos una fecha de caducidad de la que desconocemos su cuándo y su cómo. Y lo más triste de todo, es que todos los seres humanos sabemos que algún día llegará ese día y aún así, a veces, solo vemos lo que nos falta y no lo que tenemos.
En días pasados estaba en el apartamento de mi hermana y llegó de trabajar mi cuñado Mauricio, tan pronto sonó la llave en la puerta, mi hermana, mi sobrinita y Estrellita la perrita, salieron a su encuentro a abrazarlo. Era una escena maravillosa. Al final eso es lo importante, eso es lo que vale, eso es lo que cuenta. Eso es lo que debería importar: nuestros seres amados, a quienes tenemos. Y ¿Lo demás? Claro que es importante, porque estamos en modo terrenal, pero todo tiene su momento y las cosas que nos preocupan del día a día, se soluciona de una u otra forma. Pero ante la muerte no hay nada que hacer. Por eso es importante establecer prioridades en la vida. Yo siempre he dicho en mis blogs que creo, que lo que llaman libre albedrío, en verdad se trata de que lo único que podemos controlar en la vida es la manera en que reaccionamos a lo que nos pasa. Lo demás es cuestión de mover las velas del barco dependiendo del clima de la vida.
Alguna vez leí un texto que decía:
“Cada minuto alguien deja este mundo. Todos estamos en “la fila” sin saberlo. Nunca sabremos cuántas personas están delante de nosotros, ni quiénes detrás… No podemos movernos al fondo de la fila. No podemos salirnos de la fila. No podemos evitar la fila.
Así que mientras esperamos en línea. ¡Haz que tus momentos cuenten! Organiza tus prioridades en la vida. Deja una buena huella en las personas que te rodean. Ten más seguido momentos que te hagan feliz. Haz que la gente que te importa se sienta importante. Haz cosas grandes de instantes pequeños. Haz sonreír a alguien. Haz el cambio tú y deja de quejarte por lo que no hizo el otro. Haz el amor, haz la paz. Arréglate. Asegúrate de decirle con acciones a tu gente que la amas. Arregla las cosas con las personas con quienes tuviste algún problema. Asegúrate de no tener arrepentimientos. Asegúrate de estar listo”.
No sé quién lo escribió, pero me encantó. En este momento cae bien recordar que en la vida nada es garantía de nada.
La vida no es estática, cambia, se mueve, se transforma, es incierta y como alguna vez le escuché decir a alguien “uno controla lo que puede controlar y se pone a salvo de lo que puede ponerse a salvo, uno trata lo más que puede, pero cuando no hay manera de escapar de la tormenta… es cuando uno le entra a la batalla de la vida… de ser posible… con heroísmo”.
Tal vez cuando pasan cosas así, que se va gente de este mundo de repente, es como un sacudón para quienes nos quedamos, como si nos recordaran qué es lo más importante, y como dice el autor anónimo, de esta manera asegurarnos de estar listos sin pendientes.