De las cosas más dolorosas de la vida es ver a un ser querido apagarse como una velita por una enfermedad que llegó de repente. Comienza la recta final, haciendo que ese ser comience a entrar en momentos de cavilación profunda mirando hacia atrás, para cerrar ciclos y entender las lecciones de su vida. 

Hoy es un día triste… No es fácil ver a personas pasando por ese proceso de irse desprendiendo de la vida y que uno, por más que quiera, se tenga que limitar a ser solo un espectador de la situación sin poder hacer nada más que estar ahí, que visitar y decir con un abrazo, con unas palabras, con una caricia, con una mirada de amor, con la presencia: eres importante para mi y me duele lo que estás pasando. 

Cuando se viven esos momentos, ya no importa los cargos, las metas, los resultados, el dinero, los viajes, la competencia, la figura, incluso la política… Ya todo eso pierde importancia y solo se comienza a agradecer y a vivir los días que faltan en un profundo estado de amor y agradecimiento por quienes sostienen su mano y están a su alrededor. Desafortunadamente entre el cierre de ciclos, también llegan los remordimientos por cosas que no se dijeron, por visitas que no se cumplieron, por momentos en que el egoísmo, el ego, se apoderaron de uno mismo, de momentos que hubieran sido especiales. Momentos que se dejaron para después y ya no habrá un después. 

La vida es corta, escuchamos esa frase a diario, pero no es más que una frase de cajón que muy pocas veces la tomamos en serio.  Seguimos, como si fuéramos a vivir para siempre, desperdiciando la vida, en competencias absurdas, en discusiones que no llevan a nada, desperdiciando amor, enfrascados en preocupaciones por el día a día y no caemos en cuenta de lo efímera que es la vida y que de saberlo con el alma y el corazón y de manera consciente, seguro viviríamos y actuaríamos de otra manera, porque sabríamos que solo contamos con el hoy.   A veces nos la pasamos esperando que pase algo y lo único que pasa es la vida. 

Si de verdad creyéramos que la vida es corta, no seriamos despectivos con nadie, no menospreciaríamos una palabra de afecto, una llamada, un mensaje, una visita, una palabra de amor, un momento, un instante, lo intentaríamos todo, para no quedarnos con “Qué hubiera pasado si……….”   

Hoy los quiero invitar a que tengamos presente que nunca sabremos cuando será la última vez que vemos a alguien, así que queramos mucho, digamos lo que sentimos, no nos guardemos nada, para que esos silencios no nos hagan ruido el resto de tiempo que nos quede por vivir. 

Después

Después te llamo.

Después lo hago.

Después te respondo.

Dejamos todo para “después” cómo si después fuera mejor que ahora mismo…

Porque no entendemos que:

Después el café se enfría.

Después las prioridades cambian.

Después el encanto se pierde.

Después, temprano se convierte en tarde.

Después la añoranza pasa.

Después la gente envejece.

Después el día se vuelve noche.

Después la vida se acaba…

No dejes nada para “Después”.

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