Esta semana mi amiga y colega Diana Mejia, (23 años de amistad) vino a visitarme a mi casa. Estuvimos conversando acerca de la vida, esas charlas profundas que muy pocas veces tenemos las personas la oportunidad de sostener por el ajetreo y las ocupaciones de cada día.
A Diana la admiro profundamente, pues tiene un sentido social y una ética periodística increíble. Es de esas periodistas investigadoras, totalmente comprometidas con su labor y tiene el corazón muy buen puesto, siempre trata de ayudar a quienes se cruza, es una persona muy vinculada con la verdad en la profesión. Ha ganado premios de periodismo como el Simón Bolívar, pero más que reconocimiento y fama, su compromiso está más allá de los aplausos.
En nuestra charla me contaba sobre una persona cercana quien está pasando por un cáncer terminal muy fuerte y ella ha estado involucrada y muy pendiente de su amiga, tratando de ayudar de alguna manera. Cuando se tienen personas queridas con este tipo de enfermedades, donde se van apagando como una velita, hace que uno termine haciendo evaluaciones personales sobre el sentido de la vida, sobre lo efímera que es, en un abrir y cerrar de ojos todo cambia.
En la conversación Diana dijo algo que me quedó sonando: “A mi me gustaría ser recordada por todo lo que he hecho, por mi trabajo, por lo que hago diariamente” y completó “¿Alguien se acordará de lo que hice cuando no esté?” y eso me puso a pensar acerca del legado que cada uno de nosotros va dejando a su paso, en cada momento. No sabemos cuándo será el final, pero si fuera hoy, ¿De qué se acordará la gente de nosotros?.
Sin embargo, yo le daría la vuelta a esa pregunta: ¿Somos conscientes de lo que hacen las personas que están a nuestro lado? A veces no notamos todo lo que otras personas hacen porque estamos muy metidos en nuestros temas. Considero que nos falta ver a la gente a nuestro alrededor con ojos de turista, como si las viéramos, como si compartiéramos por primera vez.
Cuando ya damos por sentado que tenemos a la gente de siempre a nuestro alrededor, llámese amigos, familia, pareja, compañeros de trabajo, etc, a veces no notamos todo lo que hacen y no valoramos su presencia ni su hacer. Reconocer y valorar es importante y no se trata de decirlo todos los días, porque lo que es diario se vuelve paisaje, pero sí es importante decir de vez en cuando lo importante que son las personas y lo que hacen.
Cosas tan simples, como valorar el desayuno que esa persona nos prepara cada mañana y agradecerlo. Valorar y reconocer el trabajo que hacen las personas a nuestro lado que ayudan a que el nuestro también salga bien, porque nadie es independiente, todos terminamos haciendo equipo, con la pareja, con los hijos, la familia, con los compañeros de trabajo, con los amigos, etc. Es como el fútbol, los jugadores hacen goles, pero los equipos ganan partidos. Y por eso creo que es supremamente importante ser conscientes de lo que hacen las personas que nos rodean.
Con Diana hemos trabajado juntas en varias ocasiones a lo largo de estos años. En uno de los momentos en que no compartíamos el mismo lugar de trabajo, mi mamá murió y me sorprendió gratamente que ella hubiera dejado sus múltiples ocupaciones de lado, por asistir al funeral. No una simple llamada, no un mensaje. Verla ahí dándome un abrazo en un momento tan duro, siempre lo voy a recordar con el mayor agradecimiento.
La vida está en sesión, hay que hacer las cosas en el momento que son y no después. No esperar que esa persona esté enferma en sus últimos días para ahí si llamarla, despedirse y reconocer lo que alguna vez hizo. No. Creo que el valor, el reconocimiento, el agradecimiento hay que demostrarlo cuando es. “Todos somos reemplazables, pero irrepetibles. Es ahí la pequeña diferencia”.
Que nunca se nos haga tarde para empezar a valorar a una persona y darse cuenta que, nunca se encuentra la misma persona dos veces en la vida.
Andrea Villate
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