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Humanidad

Esta semana fui a que me realizaran una cirugía en mi ojo. Tenía un sentimiento ambivalente, por un lado quería que se llegara rápido el día de la cirugía para salir de eso, ya que llevaba un poco más de un mes en diferentes tratamientos sin mejora alguna y por otro lado, tenía miedo al dolor de la cirugía, años atrás había pasado por un procedimiento similar y había sido bastante doloroso. 

Me llamarón para entrar a sala,  llegó la anestesióloga de turno que me atendería, nada cordial debo decir, ni un saludo amable ni nada. Vio que yo había solicitado anestesia general e inmediatamente me pidió prueba de Covid 19, se la entregué y de manera bastante molesta me dijo que para qué anestesia general si eso era una bobada y dijo  -¿Me va a poner a intubarla por una bobada que se demora 20 minutos?. Obviamente que se refiriera a mí procedimiento de mi ojo, como una “bobada”, me pareció poco compasivo y ahí la relación paciente-médico se fisuró.  Yo perdí la confianza inmediatamente. 

Le expliqué que yo no quería sentir ningún tipo de dolor… En esas llegó una amiga también anestesióloga, que no la veía hace mucho tiempo, nos saludamos, le conté y ella me dijo que lo mejor era por sedación para salir más rápido, que yo no iba a sentir ningún tipo de dolor, entonces me fue tranquilizando.    Durante la conversación, entre mi ignorancia,  pregunté si era igual la sedación de endoscopia o colonoscopia, por aquello que uno no siente absolutamente nada, ahí interrumpió la anestesióloga de turno y me dijo que no, que era diferente. Sin embargo mi amiga insistía que no me preocupara que no iba a sentir nada, entonces teniendo en cuenta sus recomendaciones, aunque estaba bastante nerviosa dije bueno, hagámoslo por sedación. 

Le dije a la anestesióloga de turno en tono suplicante: ¡Pero me profundiza, no quiero sentir nada!… y ahí explota la anestesióloga de turno y me dice con un grito:  Usted a mi no viene decir lo que yo tengo que hacer.     Todos los que estaban ahí presentes desaparecieron… Entonces después de escuchar ese grito, viendo esa actitud tan poco ortodoxa, poco delicada, poco amable y poco compasiva, le dije, -No, así no, entonces yo prefiero la anestesia general.  Ella toma los papeles y se va refunfuñando furiosa y me quedé sola en el cubículo.  

A los pocos segundos entró la enfermera, me entregó la ropa de cirugía para que me cambiara no sin antes pedirme disculpas por la actitud de la anestesióloga.  Le pedí ayuda a la enfermera, le dije que tenía miedo. Ella muy compasiva me pone la mano en el hombro y me dice – Tranquila, quédese aquí, váyase cambiando y miro qué podemos hacer. Al ratito llega y me dice que me cambiarían la anestesióloga.

Ya estaba lista cambiada para cirugía, sentada en una silla y mientras me preparaban llegó la nueva anestesióloga que me atendería, se presenta y me dice – No vas a sentir ningún tipo de dolor, yo me voy a quedar a tu lado para que no sientas nada, no te preocupes, yo no voy a permitir que nada te duela – y pone por unos segundos, su mano sobre la mía. Con esas palabras respiré profundo!  Y le dije, ¡GRACIAS! Hagamos el procedimiento que usted considere que es el mejor-.  

Luego llegó mi oftalmóloga me saludó con la amabilidad y calidez de siempre y haciendo las marcas de rigor de la cirugía notó que iba a tener que hacer algo más profundo porque lo que tenía en mi ojo había crecido mucho, me explicó y me dijo que tranquila que todo iba a salir bien. 

El trato lo es todo! Si para cualquier profesión u oficio es importante la manera en cómo nos relacionamos con los otros, en la medicina aún más. Cuando un médico minimiza el dolor, la angustia, el susto de su paciente algo está funcionando mal. Puede ser una “bobada”  de procedimiento según los médicos, pero para el paciente es su ojo, su piel, su sentir, un órgano fundamental. Todos los seres humanos cuando estamos ante una situación médica, somos vulnerables porque estamos en las manos de otra persona y es necesario sentir que le importamos. 

Pero miren como es la vida: A la hora y media ya estaba despertando, las enfermeras muy amables me dieron unos medicamentos, me dieron un té de hierbas y unas galleticas a ver cómo me sentía. Luego me desconectaron de todo lo que le ponen a uno durante el procedimiento y ya estaba lista con mi hermana para irnos. Llegó un muchacho, no se si era enfermero, pero era la persona encargada de llevarme hasta la salida en la silla de ruedas, ya que yo no podía ver, se presentó de una manera muy amable, nos bajó al sótano y le dijo a mi hermana que fuera a pagar el parqueadero que él se quedaba conmigo hasta que ella volviera para no dejarme sola en la camioneta. Se quedó a mi lado, luego cuando regresó mi hermana se despidió muy amablemente, deseándome pronta recuperación.  De esos tratos humanos. 

A la salida con mi hermana nos encontramos con un trancón típico de las 6 de la tarde y se fue despertando mi dolor, me dolía mucho el ojo. Mientras yo lloraba del dolor, mi hermana me charlaba, me contaba películas que había visto con lujo de detalles, me contaba lo que había hecho el fin de semana pasado, me contaba que había estado en un asado, lo que había comido y yo con los ojos cerrados y su voz, hizo que mi mente se distrajera, a pesar del dolor.  Al día siguiente mi otra hermana llegó para ayudarme y llevarme a la cita con la oftalmóloga.  

Y ahí viene una pregunta: Si estuvieras enfermo, cómo te gustaría que te cuidaran y qué cualidades humanas te gustaría que tuviera la gente a tu lado?     Para mi, así: Con una médica como mi oftalmóloga Silvia Mosquera, con una anestesióloga como la segunda que tuve: compasiva y dulce ante el dolor del otro, con un equipo de enfermeras y administrativo como el que tuve y siempre con mis hermanas a mi lado. 

El buen trato lo es todo. El 3 de diciembre es el día del médico y los felicito a todos con anticipación, por su valiosa labor!. Les dejo un mensaje: 

Nunca olviden que un paciente,  más que buena medicina, necesita humanidad.

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