Valencia, España. Foto de mi hermanita Angelica

Esta semana me enteré de la muerte de una persona joven con la cual me cruzaba a diario en el ascensor del edificio donde vivo. Me estremeció la noticia, una enfermedad llegó de la nada, sin importar la edad de ella, ni lo mucho que la necesitarán sus hijos pequeños. Todo acabó esta semana de diciembre.  

Esta semana me contó un amigo que está haciendo los preparativos de su boda, en sus ojos se veía alegría, ilusión, amor y una pizca de certeza y fe en el futuro por venir. 

Esta semana vi en Crepes and Waffles a un padre con su hijo ambos coloreando mientras esperaban que les llegara su comida. Nada de celulares en la mesa, solo ellos dos coloreando muy concentrados… Tal vez debía ser algo normal, pero sorprende en estos tiempos donde en los restaurantes siempre se ve gente con el celular en la mano, chateando en vez de conversar con quien tienen enfrente.

Esta semana vi a una pareja de adultos mayores tomados de la mano disfrutando estas tardes soleadas en Bogotá y conversaban con tanto ánimo, que me alegró el día. Eso que dicen que las parejas con el tiempo no tienen de qué hablar, no es tan cierto. 

El día de las velitas la pasé en casa, con mi perrito Copito, fue un momento muy profundo prendiendo una velita por los seres queridos y por lo que tuvieran en su corazón. Me pareció un momento muy lindo pues es encender luces por otras personas con un deseo ferviente de que todo en su vida marche bien.  

Y ayer sábado me enteré del fallecimiento de otro vecino, adulto mayor, que estaba pasando por una enfermedad muy dura. Hablando con los vecinos todos recordábamos una escena: Sentado en la recepción del edificio, leyendo los periódicos del día y siempre dando un saludo alegre y cordial. Al final somos recuerdos. 

Esta semana comenzó y terminó con noticias que me confirman lo efímera que es la vida… y recordé un texto que me encanta de Defreds, y lo leo con cierta frecuencia, cuando me doy cuenta que la vida va volando… y por eso debemos exprimir segundos: 

“Mira en qué mundo vivimos. Cualquier día puedes salir a la calle y, por infortunios, nunca volver. Puedes viajar y nunca hacer el camino de vuelta. Simplemente estar en un sitio en el momento exacto, por desgracia. Puedes tener el día más feliz de tu vida y que aparezca al día siguiente una enfermedad que igual nunca desaparece. No entiende de edades, ni de momentos.

Con el paso del tiempo aprendes a vivir cada minuto como si fuera el último. Para que, pase lo que pase, sepas que has exprimido al máximo cada momento. Sin miedos, porque ya nada es evitable. No sabes dónde está el último beso. El último abrazo.

He aprendido a soltar todos los “te quiero” que me salen. Aunque algunas veces parezcan demasiados.

He aprendido a disfrutar de un atardecer, una canción, una conversación, un vino. Una película. Un instante al lado de quienes amo. 

No voy a cambiarlo. No tengo ni idea de cuántos segundos quedan. Pero van a ser apasionantes”

Los invito a exprimir segundos. No sabemos cuántos nos quedan, pero ¡hagamos que sean fascinantes! Y que cuando no estemos en este mundo, la gente sonría por haber tenido el gusto de conocernos. 

 

Andrea Villate

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