Mientras tú creías que yo no estaba mirando, aprendí muchas cosas que me dejaron enormes enseñanzas para la vida. Tal vez nunca te diste cuenta lo que tus acciones impactaron en mi. 

Vi lo feliz que te pusiste cuando te conté que en una semana cultural en el colegio iba a declamar un verso, por eso de inmediato me interesé tanto en la poesía… 

En una ocasión nuestra perrita se partió una pata y saliste rápidamente a llevarla al veterinario, entonces entendí que a los animales hay que cuidarlos y tratarlos con amor y respeto.

Era la semana de mi cumpleaños, estábamos de vacaciones fuera de Bogotá, pero tuviste que viajar a una reunión de trabajo un par de días antes, pero no faltaste a mi cumpleaños, llegaste esa noche visiblemente cansado, luego de varias horas de viaje con un pastel de crema y fresas para mi. Ahí aprendí que las acciones valen más que mil palabras y que en ellas ocultan mucho sentido.

Cuando le llevabas serenatas a mi mamá o le enviabas orquídeas cada aniversario, ahí aprendí que el amor se alimenta de pequeños detalles.  

Eras de pocos amigos y formabas equipos de trabajo que no solo te tenían respeto y admiración, sino afecto. Incluso hoy, después de tantos años, te recuerdan con cariño por todo lo que les enseñaste. Ahí aprendí que hay que dejar bonitas huellas en nuestro paso por la vida de otros. 

Una noche llegaste de trabajar y escuchamos en la calle unos gritos, eran de un par de vecinos adolescentes que habían tenido un accidente estando solos en casa, su mamá no estaba y saliste corriendo a auxiliarlos y llevarlos a una clínica y te hiciste cargo de todos los gastos. Ahí comprendí que lo más importante en la vida es ayudar a otros. 

Tratabas con mucho cuidado nuestra casa, cualquier detalle que se fuera deteriorando lo ibas arreglando de inmediato. Ahí entendí que cada persona debe cuidar lo que tiene y lo que quiere.

Llevaba noches sin poder dormir y en una oportunidad te sentaste en mi cama, acariciaste mi frente y me preguntaste qué me pasaba, no recuerdo muy bien qué te dije, pero si recuerdo tus palabras que me hablaste acerca de la importancia de creer en algo y de la fe. Ahí aprendí que unas palabras y una caricia pueden quitar el miedo y recargar el alma. 

Cuando te diagnosticaron cáncer te vi tranquilo y sereno, enfrentando con valor lo que se venía y aunque te sentías mal continuabas cumpliendo con tus obligaciones e ibas a trabajar. Ahí aprendí lo que significa la responsabilidad.

Al final de tu enfermedad te noté muy triste por dejarnos, a mi mamá, a mis hermanas y a mi. Un día me secaste una lagrima tiernamente acariciándome la mejilla. Ahí entendí que en la vida hay tristeza y dolor, y llorar es normal.

Organizaste todo en vida, para que cuando no estuvieras nunca nos faltara nada, carreras universitarias, casa confortable, comida siempre en la mesa, hasta vacaciones y hasta pensaste más allá, en los matrimonios de tus cuatro hijas, a pesar que no estarías para verlos ni nos tomarías de la mano para llevarnos al altar.  Ahí aprendí la importancia de tener todo organizado y estar preparados para el momento de partir. 

Mientras tú creías que yo no estaba mirando, aprendía de tí la vida. Tomé tu ejemplo y he tratado de ser como tú, aunque llegar a ser el gran ser humano que tu eras, es difícil de lograr. 

Es una lástima que hayas tenido que partir tan pronto. Siempre he pensado que te faltó mucho tiempo por vivir.   Tengo la leve esperanza que, junto a mi mamá, ambos nos acompañen desde el cielo.  

Gracias por todo lo que he visto mientras creías que yo no estaba mirando.

Feliz Dia papá – Dedicado a Enrique Villate Bahamón.

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