Demasiado rápido colapsó la coalición dominante, la que le proporcionaba las mayorías al gobierno para las leyes en las que vierte como en un molde las reformas del cambio. Prevista para los cuatro años del período presidencial, el empuje le duró apenas para el brevísimo lapso de 8 meses largos, al término del cual, el presidente Petro que es el que manda en estos asuntos y en otros muchos, sentenció sin una sola lágrima: simplemente ya no existe; por poco añade, la tal coalición.
-Insólito, reclamó el presidente del Senado, el mismo Roy Barreras, que le había ayudado, diligente, a levantar esa coalición multipartidaria de activistas alternativos y políticos tradicionales.
-Inédito, reiteró perplejo: nunca antes una alianza en el poder tan amplia y tan bien hecha, había sido enterrada en semejante tiempo récord; un verdadero dislate, parecía murmurar, sobre todo si se pensaba en el hecho histórico de que él mismo había contribuido a estructurarla con tan buenos auspicios.
Casi en el mismo momento en que surgió a la vida política, se vino abajo, aunque ciertamente pasara la primera prueba, la de sacar adelante la reforma tributaria; solo que este examen exitoso, no le dio el combustible suficiente para resistir el segundo, la reforma a la salud, objeto de un tortuoso debate de dos meses sin un acuerdo definitivo y más bien con un desencuentro fundamental, sobre la manera como se procedería a modificar el sistema de salud.
¿Lo que rápido comienza, muy pronto termina?
Quizá la prontitud con la que la coalición desembocó en una parálisis, se debió a la alegre rapidez con la que se levantó ese edificio, por cierto, sin muchos cimientos. La alianza de los partidos quedó para el bautizo en un santiamén, como nacida por las artes de un prestidigitador; por supuesto, bajo el apremio de los plazos que los partidos tienen para pertenecer al gobierno o a la oposición. Sin embargo, nadie sabía exactamente cómo sería el contenido de los proyectos en la agenda legislativa. Entre todos montaron y echaron a andar, sin ensillar las bestias, como bien reza el adagio popular. Y muy pronto la caravana se detuvo, sin atinar a reemprender la marcha, como varada en los pedregosos senderos de la geografía nacional.
Hoy las mayorías parlamentarias se constituyen, no desde un partido, tampoco desde el pacto entre dos grandes familias partidistas que cogobiernan. De esa manera sucedían las cosas en ese pasado tan remoto, pero tan fantasmalmente presente, en el que imperaba un orden más estable, pero más oligárquico. Las mayorías se forman por la suma de un cierto número de partidos y facciones de tamaño medio; en realidad, un mosaico de minorías diversas. Es lo que ofrece, sin remedio, el orden vigente, ese conjunto fragmentado de partidos. Es un sistema de partidos, particularmente fraccionado, que además está surcado por diferencias ideológicas y por la competencia de las élites políticas, afanadas por un relevo en el control de la representación política.
Sumas mecánicas y distancias ideológicas.
Así, la construcción de una coalición mayoritaria supone la suma de muchos de esos grupos y movimientos que han conquistado una porción de la representación parlamentaria. Pero además exige la gestión de las contradicciones surgidas de las diferencias ideológicas y de la competencia entre élites y patronazgos. Es por un lado la suma numérica o la dimensión mecánica; y por el otro lado el encuentro complejo en un horizonte común, nucleado por el proyecto político. La coalición que surgió cuando el gobierno comenzó su andadura, solo cumplió con la tarea de la suma mecánica, no con el horizonte ideológico común, el mínimo desde luego.
La suma mecánica solo proporcionó la energía para el despegue, no para la marcha inercial sostenida, la que ahora trastabilla, después de la interminable confrontación de ideas y propuestas, a propósito de la ya mencionada reforma a la salud, una circunstancia que llevó al jefe de gobierno, no ya únicamente a dar por terminada la coalición parlamentaria, sino a cancelar la otra coalición que él dirigía, la del gabinete ministerial. Lo hizo al prescindir, primero, de Alejandro Gaviria y luego de José Antonio Ocampo y Cecilia López, ministros, cuyas inclinaciones podrían estar inscritas en el centro progresista y, por tanto, representantes indirectos de esa misma tendencia dentro del espectro político del país, unos cuatro millones de votos, depositados por cierto en la misma bolsa de los once millones seiscientos mil, consignados por Gustavo Petro.
De cualquier modo, el reto es el de recomponer en cada coyuntura, en cada trámite legislativo, la mayoría suficiente; a fin de garantizar la aprobación de una agenda razonable y progresista. En cada momento, el gobierno estará obligado a tejer esa composición virtuosa, una meta para la cual requiere la formulación de propuestas sensatas y la construcción inteligente de consensos.
RicardoGarcia
Politólogo del Instituto de Estudios Políticos de París y abogado de la Universidad Nacional de Colombia. Fue Rector de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, catedrático de varias universidades y analista político de coyunturas nacionales e internacionales. Ensayista en revistas como Foro y cofundador de la revista digital Razón Pública. Entre sus obras como coeditor figuran “Teorias y Tramas del Conflicto Armado en Colombia”, “Esta guerra que se va…” y “La Colombia del Posacuerdo”. Partidario del espíritu libre y la emancipación del sujeto.