La mejor política pública es la que produce más felicidad.
JEREMY BENTHAM
«¿Están ustedes mejor hoy que hace cuatro años?» fue la fulminante pregunta que en 1980 formuló Ronald Reagan en pleno debate televisivo con Jimmy Carter para definir las elecciones presidenciales de ese año. Como la respuesta de la mayoría de votantes fue negativa, Reagan triunfó y el mundo cambió para todos los habitantes de la tierra. Comenzó la era neoliberal.
En el discurso del 27 de septiembre pasado en la «Marcha por la vida» organizada por el gobierno, el presidente Petro afirmó que su propósito es que al final «la gente sienta que vive mejor que cuando llegamos». Así es que los colombianos en el 2026 podremos plantearnos el mismo interrogante: ¿estamos mejor que hace cuatro años?
Sin duda se trata de un noble propósito y un poderoso indicador de éxito de un gobierno. Tenemos pues a la mano un claro criterio de evaluación para las próximas elecciones presidenciales.
De inmediato el reto que se viene a la mente es concretar en qué consiste «vivir mejor». Que el gobierno lo defina con claridad para evitar malos entendidos e interpretaciones conspirativas, previendo la mentalidad paranoica del presidente.
Y ahí empieza el enredo. ¿Se referirá a todos los ciudadanos o solo al «pueblo» que lo apoya? ¿Vivir mejor es lo mismo para todos? ¿Todos sienten igual malestar?
Aunque no es una idea original, vale la pena considerarla para evitar que se reduzca a un lance lírico dentro de un discurso. Bután, por ejemplo, un pequeño país de no más de un millón de habitantes enclavado en la frontera entre China e India, desde hace años diseñó un indicador de bienestar para sustituir al tradicional Producto interno bruto (PIB). Se llama Indice de Felicidad Nacional bruta (FNB); evalúa el bienestar de los ciudadanos y sus resultados se han convertido en la herramienta fundamental para la planificación y evaluación de políticas públicas. Mide nueve dimensiones: condiciones de vida (bienes, vivienda, ingreso per capita); bienestar psicológico (satisfacción con la vida, emociones negativas, emociones positivas, espiritualidad); salud; uso del tiempo; educación; resiliencia cultural; buen gobierno; vitalidad de la comunidad (familia, seguridad, relaciones con la comunidad), y resiliencia ecológica (responsabilidad hacia el ambiente, etc.). No deja nada por fuera.
Quién sabe si el gobierno se apunte a una medición de estas características.
Pero podría mirar para otro lado. Desde la London School of Economics, Richard Layard, después de una exhaustiva revisión de investigaciones en todo el mundo, identificó siete tópicos de bienestar y felicidad convertibles en políticas públicas. Relaciones familiares, situación financiera, trabajo, comunidad y amigos, salud, libertad personal, valores personales y filosofía de vida. Estos elementos se diseccionan hasta extraer indicadores cuantitativos que permiten evaluar el impacto de las acciones de los gobiernos.
Aterrizando, quiere decir que los factores de los cuales depende el sentimiento de una vida mejor comprenden empleo, estabilidad, inteligencia emocional, tiempo de ocio, nivel de confianza entre las personas y de éstas con las instituciones, calidad de gobierno, equilibrio entre la vida laboral y la personal. Estas definiciones incluyen elementos individuales y colectivos, materiales y psicológicos. Y tienen un enfoque particular: se trata de determinar qué y cómo debe proveer bienes y servicios el Estado a las personas para que sientan que viven bien.
Sin embargo, hay una perspectiva más que abre mejores posibilidades. Implica cambiar de pregunta. Pasar de qué puede entregar el Estado para que la gente se sienta mejor a cómo preparar a la gente para que esté en capacidad y con oportunidades de labrarse una mejor vida. Es la visión de la filósofa Martha Nussbaum. Su propuesta es el desarrollo de capacidades funcionales en los ciudadanos. Puede interpretarse como que no se trata de dar pescado sino de enseñar a pescar. Crear un contexto en el que las personas, a partir de su interés, esfuerzo y talentos, puedan llegar hasta donde decidan hacerlo. Un ambiente en el cual se respete la vida, exista la oportunidad de acceder a una educación de alta calidad en lo científico y en lo ético, exista el derecho de afiliación en cualquier tipo de organización social, haya posibilidad de participar con libertad y poder en asuntos políticos. Se pueda poseer bienes, tener un trabajo estable y decente, disponer de tiempo y espacios para la recreación, desplazarse sin miedo de un lugar a otro, gozar de libertad para la expresión política, artística y prácticas religiosas. En fin: ser, hacer y tener. Un plan para varias generaciones.
Este enfoque es atractivo porque asigna un activo papel a las personas y se aleja de la promoción de una sociedad de víctimas y élites, de beneficiarios y privilegiados. Iguales oportunidades para todos. Quizás políticamente sea menos rentable, pero económicamente es sustentable y culturalmente más edificante. Lo que pasa es que no suena muy «progresista» porque el Estado no sería el agente central de la prosperidad de la gente. Los individuos y sus organizaciones son los que se hacen cargo de su vida a partir de un ecosistema sano para hacerlo. Una sociedad empoderada en la que el Estado es facilitador y no proveedor. Que no es precisamente el camino por el cual este gobierno pretende avanzar. Tengo la impresión de que prefiere el rol de benefactor —gratuidad, subsidios, estatismo—. En vez de desarrollar capacidades ciudadanas promueve acciones paternalistas que las debilitan.
De pronto la vicepresidenta Francia Márquez es quien tiene una concepción pragmática de «vivir mejor», que en sus términos se llama «vivir sabroso». Dice ella en reciente entrevista: «Yo vivía sabroso en mi comunidad, cuando iba al río a pescar, cuando íbamos a nadar y a lavar la ropa juntas… es poder convivir con nuestro territorio, con nuestra naturaleza y en comunidad…». Quizás todo podría empezar halando estos tres hilos: poder trabajar en lo que nos gusta, posibilidad de ir adonde queramos sin poner en riesgo la vida, desarrollar buenas relaciones.
Teniendo en mente estos tres factores —trabajo, seguridad, convivencia— la pregunta es:¿vamos por buen camino?
Para seguir la pista
Una buena vida. Robert Waldinger y Marc Schulz. Planeta.
La Felicidad. Lecciones de una nueva ciencia. Richard Layard. Taurus
Crear capacidades. Martha Nussbaum. Paidós Estado y Sociedad.
Entrevista a Francia Márquez. Revista Cambio. https://cambiocolombia.com/poder/esta-entrevista-me-va-meter-en-problemas-habla-francia-marquez