Mariana Mazzucato es una de las economistas más prestigiosas del mundo. Su consultoría es solicitada por muchos países. Y todo parece indicar que el presidente Petro ya estableció línea directa de comunicación con ella y sus ideas. Lejos de ser una comunista («La izquierda se ha vuelto perezosa. Debe centrarse en la creación de riqueza»), tampoco es neoliberal («Es un error subestimar el papel del estado en la economía») —para sosiego de los fanáticos de cada lado. Está muy recomendada por Bill Gates y el Papa Francisco. En realidad, se trata de una provocadora pensadora que cuestiona viejos paradigmas y propone salidas hacia un desarrollo económico más incluyente.

Una de sus hipótesis capitales es la que llama Estado emprendedor. Como bien lo informa El País (14/12/2009): «¿Qué es lo que hace que tu teléfono sea tan “smart” (listo)? El dinero que ha pagado el Estado para financiar la investigación. Con este ejemplo tan cercano, la economista Mariana Mazzucato (…), intenta desmontar los que ella denomina “mitos puramente ideológicos” sobre el papel que han jugado los inversores privados en la innovación. «Toda la tecnología que hace del iPhone un teléfono inteligente es deudora de la visión y el apoyo del Estado: internet, el GPS, la pantalla táctil e incluso la voz del asistente Siri del smartphone recibieron dinero del Estado (…)» escribe en su libro».

Y este ejemplo se replica en el campo farmacéutico, en donde la investigación básica fue concebida, desarrollada y financiada, corriendo riesgos, por el sistema público antes que por las farmacéuticas, que a partir de allí producen fármacos y se lucran de su explotación. La investigación de la vacunas contra el Covid, para no ir muy lejos, fue costeada en esencia con dineros de los contribuyentes. De ahí que sea inaceptable el difícil acceso de todo el mundo a la vacuna.

Con base en este análisis, Mazzucato resalta el protagonismo del Estado en los procesos de innovación. Hace una defensa de su carácter productivo frente a una visión tradicional de éste como extractor y redistribuidor de riqueza. Reconoce su status de jugador titular, y no simplemente de suplente para que salga a jugar en caso de emergencia (como aconteció en la crisis financiera global de 2008 y en la reciente pandemia del covid).

Está lejos de plantear una sustitución o marchitamiento o expropiación general del sector privado. Por el contrario, supone la construcción de un fértil ecosistema público-privado. Saltarse los límites del sistema público como agente recaudador de impuestos, prestador de algunos servicios y promotor de empresas privadas parásitas. La idea es dejar atrás la creencia de que «público = malo» y «privado = bueno».

Un segundo elemento esencial en sus propuestas es la idea de Misión. Y de nuevo aparece una renovada intervención del Estado. «La mayoría de las políticas económicas de los Gobiernos consisten básicamente en aportar dinero: subsidios, préstamos o avales, en forma de apoyo a distintos sectores. No se centran en resolver problemas. Debemos aspirar a una política económica que se enfoque en problemas concretos y se oriente por resultados». Ese es el motivo por el cual debe plantearse en términos de misión, de tal forma que se proponga objetivos concretos y permita evaluaciones precisas.

Las misiones son acciones coordinadas entre sector público y privado. Sobran ejemplos: acabar con el hambre, garantizar acceso y cobertura a la salud al 100% de la población, eliminar la brecha digital. Numerosos son los problemas de una sociedad que pueden afrontarse con este enfoque. La propuesta no consiste en abandonar la visión de largo plazo sino en forma simultánea emprender la solución de problemas concretos e inmediatos.

Por supuesto, es indispensable un remozamiento de la gestión del Estado. Cultivar una nueva mentalidad en la administración pública. Pasar de una labor de promotor y vigilante a una más activa, que corra riesgos, asuma responsabilidades, reclame los méritos y recaude las rentas tributarias del éxito de las misiones.

Pero no es sencillo. Hay que fortalecer la legitimidad de las instituciones y la confianza del sector empresarial. Que el Estado no se limite a regular los mercados sino a crearlos y definirlos en beneficio de un nuevo tipo de economía, en donde sean centrales la sostenibilidad, la protección del medio ambiente y la inclusión social.

En resumen, se trata de un Estado que cree riqueza y no solo que redistribuya la que otros crean. Sin renunciar, por supuesto, a una tributación progresiva. No es casual que el subtítulo de su último libro sea «una guía para cambiar el capitalismo». Algo así como la búsqueda de un capitalismo con propósito; otros lo denominarían capitalismo consciente. Mazzucato cree que el capitalismo se puede orientar hacia un futuro «innovador y sostenible que funcione para todos nosotros».

Nadie puede jurar que el gobierno Petro implementará a plenitud y con eficacia este tipo de ideas. Por el momento ha hecho señas de que es la dirección que le gustaría imprimir a su administración. Tal vez por esa razón habla de desarrollar el capitalismo y atacar los rezagos feudales de nuestra economía. Por lo mismo, le apuesta a la buena gestión del Estado en el manejo de temas delicados (salud, pensiones, infraestructura).

Sin embargo, uno teme que se esté saltando pasos en este proceso u olvidando detalles. Por ejemplo, la captura parcial de las instituciones por parte de la corrupción y el clientelismo; la pésima eficacia promedio de la gestión del sector público en casi todo lo que emprende; la baja calidad de la educación y los ínfimos logros en ciencia y tecnología. El poder de reacción de los sectores opositores a cualquier cambio económico y político. Y la poca fe que le profesa a sus intenciones una buena parte de la sociedad civil.

Pero justo es reconocer que nadie tiene la fórmula definitiva para sacar adelante el país, y que las propuestas de Mazzucato son imaginativas. Se dice que es de sabios convertir las oportunidades y los obstáculos en ventajas. Veremos. Ya elegimos un piloto para esta nave y está conformando, con algunas excepciones, una buena tripulación. Así, pues, lo prudente es desearnos buen viento y buena mar.

 

Para saber más.
Libros de Mariana Mazzucato
El estado emprendedor (Taurus, 2013)
El valor de las cosas (Taurus, 2017)
Misión: economía. Una guía para cambiar el capitalismo. (Taurus, 2021)

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