El hombre libre y feliz es a la vez plenamente él mismo 

y siempre abierto al otro.

JEAN-PAUL MARGOT 

Muchos tienen por santo y sabio al Papa Francisco. Sin embargo, también ha caído en la tentación. Lanzó su propio libro sobre los quince pasos para alcanzar la felicidad —Te deseo la felicidad— y se unió al vasto número de autores que desde la antigüedad ha reflexionado al respecto. No contento con haber gestionado a medias los problemas que aquejan a su rebaño (el no a la mujeres sacerdotisas, limpieza de las finanzas de la iglesia —«El pueblo de Dios no necesita dinero sucio»—, su negativa a los matrimonios homosexuales, la comunión a divorciados vueltos a casar, etc.), ahora se enfocó en un problema que supone remediable. Pero se equivoca. No prevé Su Santidad que es más fácil resolver aquellos asuntos que encontrar una fórmula para la felicidad. Ya lo han intentado vanamente otros maestros como Aristóteles, Epicteto, Buda, Séneca, San Agustín, y la lista se prolonga hasta nuestros días con Martin Seligman y Jorge Bucay…

A la mayoría de los autores poco les preocupa que la humanidad haya desoído sus consejos porque la idea es vender la ilusión y obtener unas regalías interesantes. La industria de la felicidad es seductora porque es multimillonaria y multinacional. Supongo que no es la intención del Papa.

Ser felices se convirtió en el ideal supremo del mundo moderno. La felicidad es tanto un derecho como un deber. Hay gobernantes que aspiran a incrementar la felicidad de sus ciudadanos mediante políticas públicas; inclusive, aparece como un derecho en la Constitución norteamericana; y muchas organizaciones empresariales han instituido «gerencias de la felicidad» en sus organigramas para promover la motivación y el compromiso de sus empleados (¡suerte con eso!)

Con este gesto, el Papa perdió la oportunidad de guardar silencio en un tema donde quizás le falta experticia. Porque es dudoso que él sea feliz. A sus 87 años y mal de salud, estar a cargo de una organización mundial envuelta en escándalos imperdonables y con serias dificultades para adaptarse al siglo XXI, no es un oficio deseable para el otoño de una vida. Seguramente por su investidura divina —atribuida por sus creyentes— se siente obligado a contribuir no solo con la salvación eterna de ellos sino también con su salvación terrenal. 

La voz del vicario de Cristo en la Tierra merece ser escuchada. De los quince pasos que propone, hay uno, el noveno, que se explica por el buen humor pontificio: No prestes atención a los vendedores de humo. Y que seguramente es consecuencia del cuarto: Aprende a reírte de ti mismo. Por lo visto, el Papa no se considera dueño de la verdad, como ocurre con otro jefe de Estado que conocemos.

Hay que aceptarlo. Siete son lugares comunes, frases de afiche; con un leve tufo a los insepultos Krishnamurti y Osho. Lee dentro de ti. Recuerda que eres único. Deja salir tu belleza. Sé una persona de inquietudes sanas. Sueña en grande. Ten valor para ser feliz. Recuerda que estás destinado a lo mejor. 

Aquí se nota que Bergoglio apenas está calentando el brazo. Pero se recupera. 

Hay seis que vale la pena considerar. Aprende a perdonar. Aprende a leer la tristeza. Arriésgate a costa de equivocarte. Camina con los demás. Vive la gratitud. Mira más allá de la oscuridad. 

Seis de quince. No está nada mal el resultado. No son propiamente de pancoger; convierten la búsqueda de la felicidad en una trabajosa misión. Podrían inspirar una filosofía de vida que nos haría, si no felices, al menos beneficiarios de una existencia psicológicamente rica. Si los tomáramos en serio. Pero las recomendaciones del Papa, como las órdenes de la Corona de España durante la Colonia y las estipulaciones del Estado colombiano moderno, se acatan pero  no se cumplen.

Seamos sinceros. Ninguna es desechable… ni fácil. Al menos se distanció de las típicas orientaciones hacia la felicidad: darle un significado a la vida, tener un espíritu virtuoso, y buscar el placer y huir del dolor. (Y de la fórmula colombiana: volver todo un baile, con tragos, peleas y muerto).

El primer obstáculo que vislumbro para su aplicación es nuestro repertorio emocional. El perdón no tiene un lugar allí: criamos y heredamos con esmero viejos odios. Tampoco aceptamos que la tristeza y la equivocación hacen parte de la vida, por lo que las evitamos terminantemente. No somos agradecidos con lo que hemos logrado (el Presidente predica incansablemente que no hemos avanzado nada en los últimos cincuenta años, y algunos se lo han creído). Y nuestro individualismo agreste termina debilitando los proyectos colectivos.

No nos hagamos ilusiones. De los consejos papales se puede decir lo mismo que advertía Bertrand Russell en su magnífico libro «La conquista de la felicidad», escrito en 1930: «…limitaré mi atención a personas que no están sometidas a ninguna causa externa de sufrimiento extremo…». 

Y así lo determinó en el mismo sentido la investigación del DANE sobre la felicidad de los colombianos (2016): son más felices las personas  a quienes los ingresos les alcanzan, tienen un empleo formal, acceden a la salud, cuentan con niveles de formación más avanzados, no viven en arriendo, disponen de tecnología, se sienten más seguras, han disfrutado de mayor movilidad social, y viven en zonas urbanas. 

La precariedad material no es tierra fértil para la plenitud personal.

La felicidad es irreductible a una receta absoluta e individual. Depende tanto de causas internas como externas. Además, nuestra definición de felicidad está influenciada por la cultura de la sociedad y el momento en que nos pregunten. Y la vida es tan imperfecta, compleja, mudadiza, impredecible, que es mejor apostarle a una actitud de exploración, ensayo y error, flexibilidad, para conquistar instantes —irremediablemente fugaces— de felicidad. 

Aunque se entiende, creo que el Papa Francisco también dejó inconcluso este tema.

 

Para seguir la pista

  • Te deseo la felicidad. Para que tengas una vida plena. Papa Francisco, 2024. Plaza & Janés.
  • La felicidad, en Ensayos Filosóficos. Jean-Paul Margot. 2011. Editorial Porrúa México. (Versión PDF del ensayo: https://praxisfilosofica.univalle.edu.co/index.php/praxis/article/view/3112/4615
  • Qué es la felicidad? Primer diagnóstico para Colombia. 2016. DANE https://2022.dnp.gov.co/Paginas/DNP%20revela%20primer%20diagnóstico%20de%20felicidad%20para%20Colombia.aspx
  • La conquista de la felicidad. Bertrand Russell. 2000. Debate Editorial.
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