Putamente libre - Feminismo Artesanal

Publicado el Mar Candela

Opinar sobre Álvaro Uribe Vélez o cualquier tema espinoso

¿Obligación de hablar o de callar?

La situación judicial del expresidente Álvaro Uribe Vélez ha generado una avalancha de publicaciones en redes sociales. Desde personas que han expresado abiertamente su felicidad hasta quienes no dejan de mostrar su amargura.

Pero más allá del hecho concreto, sobre el cual pongo sobre la mesa mi deseo de que se haga justicia con base en los hechos concretos y no en las preferencias ideológicas, surgen muchas preguntas.

¿Estamos actuando desde las dinámicas de la posverdad? siempre me ha incomodado el término posverdad Por qué Aunque suena muy elegante y elocuente no le deja claro a las mayorías que estamos hablando simplemente de la avalancha de mentiras que se levantan después de una verdad. ¿Estamos tomando posiciones con base a información y pruebas o nos estamos limitandonos a reforzar nuestras creencias previas a través de la lectura de personas están de acuerdo con lo que pensamos?

Una pregunta igual de delicada. ¿Sentimos obligación de opinar en redes sociales? ¿Hay presión para etiquetarnos en uno u otro “bando” por expectativas de grupos políticos, asocianes o amistades? ¿Exponemos nuestra integridad y vida dejando constancia pública de todos y cada uno de nuestros pensamientos en una sociedad tan polarizada?

Para quién es encontramos una herramienta deconstrucción social en opinar como yo nada de esto es nuevo y es un riesgo con el que aprendimos a vivir. Sabemos que cada semana firmamos al menos un comunicado de “confesiones” de largo aliento en columnas o corto aliento, como lo son los trinos que nos hacen fácilmente perfilables, clasificables o hasta discriminables. Mi nula simpatía por el expresidente en líos judiciales es conocida por todas las personas que me rodean y leen , y que me siguen, así como lo han sido mis evidentes rupturas con muchos grupos de centro y de izquierda que terminan, a propósito o sin intención, actuando patriarcalmente.

Pero hoy el auto etiquetado publico no es un costo exclusivo de referentes de opinión. O de ciudadanas que se encuentran dentro de una dinámica que les exige “confesarse” en redes y que no pocas veces les pone en aprietos. Hoy al parecer cualquier persona que expone su posición frente a la vida debe estar dispuesta asumir las consecuencias Por hacerlo Son muchos los casos de personas que han perdido contratos u oportunidades de trabajo por un trino. Las redes sociales, que son un dinamizador valioso para los movimientos sociales y la generación de opinión pública, se han convertido en herramientas de autoespionaje sin igual, en las cuales muchas personas se autoexponen a ser clasificadas y hasta discriminadas por organismos estatales o privados por una u otra posición política. Ya no tienen que abrir nuestra correspondencia a escondidas o chuzar nuestros teléfonos… casi todas nuestras posturas están cuidadosamente sistematizadas, organizadas cronológicamente y listas a ser puestas en manos del mejor postor.

Y hablo de politica porque la coyuntiura lo exige. Pero está claro que esto va más allá. Las redes sociales, combinadas con el Big Data (análisis de grandes volúmenes de información para sacarles provecho político y comercial, a menudo sin muchas consideraciones sobre la privacidad de la gente) están poniendo en jaque cosas tan fundamentales como la libertad de asociación o el derecho a tener una vida que no esté siempre expuesta a todos los reflectores.

Hoy fue lo de Uribe, mañana será cualquier otra polémica sobre la minería, el aborto o la dosis personal. Y aunque insisto en que las redes sociales son una herramienta sin igual para hacer activismos y resistencias, está claro que son un sistema de vigilancia sin par en la historia de la humanidad, y por eso vale la pena recordar que también conservamos el derecho a guardar silencio. A no opinar.

Retomando a Foucault es tan dictatorial la obligación de callar como la obligación de hablar. En ambos casos hay mucha violencia y enormes peligros.

Ojalá las autoridades y las organizaciones ciudadanas estén muy pendientes de las posibles retaliaciones a las múltiples posiciones, fundamentadas o no, que están registradas hoy en las redes sociales sobre el caso Uribe. Finalemente la libertad de pensamiento es crucial para la democracia y esta no puede quedar secuestrada por la vigilancia de las redes sociales. De la misma manera que nuestro criterio propio y nuestra capacidad de análisis no pueden ser rehenes de la temible posverdad: ¡Analicemos antes de concluir, no al contrario! Y una vez hayamos tomado una posición, analicemos cuidadosamente los riesgos y costos de publicarlo. Allí afuera hay gente maquinando como castigar a quién diga o piense diferente mientras ingenuamente tú y yo mordemos el anzuelo de la autoconfesión pública sistemática y sin filtro.

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