El sistema colonial: nuestro pan envenenado de cada día
A diario escucho personas que dicen que en Colombia no hay racismo, que solo hay pobreza, que da lo mismo ser de cualquier raza, que la pobreza no distingue. Se lo hemos escuchado hasta al expresidente Uribe Vélez ( en internet pueden encontrar valiosa información donde el niega el racismo existe en Colombia ) . ¡Cuánta ignorancia!
Basta con sacar un rato de la vida para conocer trabajos latinoamericanos, como el de las feministas decoloniales negras Rocío “Ochy” Curiel o Yuderkys Espinosa para saber que el expresidente y todas las personas que niegan la existencia de un racismo estructutal avasallador están profundamente equivocados. Y esto es especialmente grave porque, aún presumiendo un error de buena fe, lo cual me cuesta muchísimo trabajo porque en los ejercicios de poder casi nada es casual, es evidente que este tipo de afirmaciones generan una enorme desinformación y solo sirven para agudizar el despreciable fenómeno del racismo en Colombia y el mundo.
Vivimos en sociedad construidas alrededor de los intereses, necesidades y deseos del hombre blanco heterosexual rico, heredero del conquistador y del colonizador. Casi que está de más decir que la abrumadora mayoría de productos culturales televisivos y cinematográficos giran alrededor de estos hombres, casi siempre jóvenes y sin discapacidad ni enfermedad, y claro, fuertes y esbeltos. Basta con revisar rápidamente una revista o un periódico, o con ver televisión un par de horas en casa para comprobar esto, aunque hay múltiples investigaciones universitarias que así lo demuestran.
Por eso no me soprendió el discurso racista de Donald Trump el pasado 4 de julio, en la fiesta nacional más importante de los Estados Unidos de Norteamérica, ampliamente analizado por The New York Times en su podcast The Daily. Cuando se trata de ocultar el racismo patriarcal de los “padres fundadores” de esa Nación y de darle más gravedad a la caída de unas estatuas que a las crueldades innombrables de la esclavitud y la segregación racial, es prácticamente imposible no darse cuenta de que esto es un contrataque del racismo, proveniente de la misma persona que nunca ha marcado distancias ni con los símbolos del sur esclavista ni con los integrantes del Ku Klux Klan. Una actitud que, insisto, no me sorprende, pero que resulta particularmente monstruosa tras la muerte de George Floyd el pasado 25 de mayo, causada por la agresión brutal de un policía blanco.
Negar el racismo es como negar el machismo. Y atacar a los movimientos antiracistas es como atacar al feminismo. Las pruebas de ambos fenómenos, evidentemente coloniales y moderno occidentales, como lo explican las profesoras Curiel y Espinosa, son abundantes, y basta con que uno se ponga a buscar un poco para encontrar textos, investigaciones y realidades de a puño que hablan claramente. Y claro, ser mujer o persona LGTBIQ+ negra, indígena, gitana o migrante hace que múltiples formas de discriminación se confabulen para hacer aún más difícil y dolorosa la existencia.
Así que, querida persona que me lee, no caiga en la trampa de negar el machismo y el racismo, ni ninguna forma de discriminación o segregación derivada del plan moderno occidental de explotar al planeta y a todos sus seres para bien de la criatura que, supuestamente, está en “la cima de la creación”: el hombre blanco heterosexual rico, joven, esbelto y sin discapacidad. ¡Deje la pendejada! Si usted es portador de privilegios, de todos o de algunos, visualice como sus prejuicios lo favorecen y perjudican al resto, es lo mínimo que la ética le exige. En todo caso dese cuenta también de en qué espacios es inferiorizado, si los hay. Y si usted padece la discriminación colonial con todo su peso, por favor, deje de justificar a Trump, a los reyes españoles o a los expresidentes colombianos que dicen que “el racismo no existe”. ¡Despierte! ¡Despertemos y construyamos una sociedad diferente, un mundo mejor! también se de feministas colombianas que los ojos me han dicho que el racismo no existe que lo que existe es una desigualdad de clase: ¿ Es difícil de comprender que una verdad no convierte en mentira a otra verdad? Obviamente es más difícil Ser mujer afrodescendiente o negra según quién prefiera ser nombrada de una u otra manera, cima ser pobre. Ser mujer que encima de alguna etnia acompañada de pobreza es diferente si tienes recursos económicos. No necesitamos negar ninguna realidad necesitamos enfrentar cada realidad –