Las personas que están emocionalmente desgastadas por las interacciones interpersonales y que han experimentado dolor frecuentemente pronuncian la siguiente frase:

“No confío en nadie, solo encuentro desilusión, todos me traicionan”.

Como nuestra especie No es capacitada  en la retribución afectiva justa no sabemos devolver el cariño a las personas de manera compensatoria .

Casi siempre alguien no recibe lo que espera afectivamente y quienes sienten que han entregado demasiado y no recibieron en justicia de lo mismo que dieron, piensan que toda la especie humana es traicionera y que somos una especie completamente inútil, mezquina y oportunista.

Es parte de la realidad y debemos comprender que no todas las personas llenen nuestras expectativas.

Muchas personas han llegado a un acuerdo con esta situación después de haber filosofado, concluyendo que las personas tienen derecho a no estar siempre disponibles, a rechazar nuestras solicitudes para vernos o hablar con nosotros, a ocultar información, a no responder nuestros mensajes virtuales o llamadas, a perseguir sus propios intereses y otros derechos.

Esa no es la única verdad en el ejercicio de las relaciones interpersonales.

Otra verdad de la que no podremos escapar jamás es del hecho de que nuestra manera de vivir siempre tiene consecuencias y es por esta razón que las personas que no asumen la responsabilidad afectiva. Eventualmente sufrirán  todo tipo de frustración y sensación de soledad  como resultado de que sus vidas no se dediquen a prevenir el dolor no solo el dolor personal si no el dolor de la otredad.

Por higiene mental debemos respetar la autonomía de las demás personas y mantenernos en nuestros estándares afectivos y sociales.

Dado que la empatía se deriva de las neuronas productoras de emociones que son una clase de células del sistema nervioso conocidas como neuronas Cubelli o neuronas espejo (Tienen una responsabilidad importante en las habilidades cognitivas próximas a la vida social).

Algunas personas no cuentan con la cantidad suficiente de estas neuronas o no desean cultivar el sentir y el ejercicio de la empatía  y deciden suprimir las manifestaciones químicas de estas neuronas.  Para esa gente la capacidad de sentir empatía ni siquiera forma parte de su estructura neuronal.

No podemos exigir empatía a nadie porque la empatía no es algo que se pueda cuantificar de modo homogéneo y muchas personas simplemente No tienen como producir ese sentimiento.

Lo que sí podemos exigir es responsabilidad social afectiva.

Nadie debería ser justificado ni excusarse en su falta de empatía e incapacidad de solidarizarse para seguir ejercitando su indiferencia e incluso maldad.

Nadie debería afirmar que, por su incapacidad de sentir empatía, compasión o de solidarizarse tiene derecho a hacerle daño a otras personas.

El discapacitado emocional tiene derecho a No sentir compasión ni nada similar sin ser cruel para  luego pretender  justificarse en su condición.

En los casos de estas personas , las consecuencias de su irresponsabilidad afectiva son imposibles de ver. Y generalmente el mundo gira a su alrededor simultáneamente de sus propias necesidades. Transitan la vida viéndose al ombligo lo que las otras personas necesiten de la relación interpersonal que han desarrollado no es de su interés.

Les importa poco o nada todo el tema en torno a cuidar de cualquier daño y proteger a las personas con las que están relacionadas de alguna manera.

Está bien; esa fracción de la humanidad existe y es un signo de la diversidad humana que no todos puedan empatizar con el sufrimiento de los demás.

Podemos asumir como especie que la empatía no es un rasgo inherente a lo que somos.

Que no toda persona puede ser empática.

Lo que está mal es mentir referente a quienes somos.

Esta mal fingir que tenemos la capacidad de relacionarnos no solo para recibir bienestar y placer a causa de esa relación, sino que también queremos aportar al desarrollo humano de las personas que elegimos para cultivar afectos, vínculos o cualquier relación por sencilla que sea.

 Cuando afirmamos que cuidarnos a nosotros mismos es más importante que cuidar a los demás.   Estamos siendo egoístas.

Lo más importante es el cuidado mutuo.

A partir del cuidado mutuo se genera parte de la salud mental y podemos tener un desarrollo humano y social más efectivo.

Por diversas razones en nuestra especie existen personas que no pueden asumir la responsabilidad del cuidado mutuo y comunicarlo de manera precisa y directa. Paradójicamente  comunicar que no estamos en capacidad para  desarrollar el cuidado mutuo es correcto.Decirles a las demás personas que no queremos cuidarles porque apenas tenemos capacidad para cuidarnos a nosotros mismos es otro ejemplo de responsabilidad afectiva.

  Responsabilidad social afectiva no es solo corresponder a los afectos y llenar las expectativas emocionales de las personas que nos rodean. Es tener la capacidad de reconocer que el afecto que nos dio la naturaleza no es suficiente para bríndalo generosamente . Que ese afecto  apenas alcanza para el autocuidado, siempre debemos tener el coraje de decir nuestras verdades y ser personas abiertas referente a nuestras falencias y expectativas emocionales con las personas vinculantes a los diferentes roles de nuestra vida.

 

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