Hace mucho rato quería sostener un diálogo de mujer a mujer con Claudia Palacios ,periodista colombiana, un diálogo con todo tipo de preguntas: «bobas» y de fondo . Desde afirmaciones que nos hacemos en las redes sociales referente a su trabajo en relación a los derechos de las mujeres hasta asuntos filosóficos sobre el feminismo .
Sentí una enorme vergüenza al hacer este tipo de preguntas. Sin embargo, consideré que era necesario para este experimento reflexivo, me puse en los zapatos de todas las feministas que me han dicho una y otra vez que Claudia Palacios es una mujer que ha obtenido beneficios de su propia belleza , de sus relaciones sociales e incluso han señalado que estar casada con quien está casada le otorga algún tipo de espacio de poder.
Yo sabía que sí me lanzaba a hacer estas preguntas así de naturales y poco estructuradas corría el riesgo de que Claudia me ridiculizara como interlocutora o, se enfadara y decidiera no seguir dialogando. Eso era una posibilidad, sin embargo, obedeciendo a la profunda curiosidad que Claudia Palacios causa en las bases solidarias del tejido feminista donde las mujeres sin conocerla personalmente, ni haber tenido la oportunidad de sostener un debate, hemos lanzado juicios de valor sobre su trabajo.
Efectivamente note un poquito de incomodidad con las preguntas y esa sensación en ella de que pareciera que yo no hubiera preparado la entrevista. Y al mismo tiempo noté una altura emocional e intelectual donde de ninguna manera intentó ningunearme ni ridiculizarme, ni tampoco buscó evadir las respuestas o cancelar el diálogo. Fuí un poco impertinente interrumpiendo alguna de las cosas que ella quería narrar ya que buscaba la manera de evidenciar el trato jerárquico de poder entre mujeres, la poca paciencia que tienen las mujeres con poder en sí mismas frente a otras que apenas están en el proceso, sin embargo, de ninguna manera ella fue descortés como sí lo son decenas de mujeres poderosas en este país a la hora de hablar con mujeres barriales que no tocan los temas de su interés como ellas esperan.
Lo cierto es que Claudia manejó las cosas de una manera que estoy segura que ni siquiera yo hubiera podido. Es decir: Una tipa ahí, toda desparpajada viene en primera instancia a confrontarme con boberías como la presentación que hace Google sobre mí, en cuanto a mi belleza física y los beneficios que me ha dado o el poder que me da ser la esposa de quién soy… Yo por muy sencilla que sea debo confesarles que definitivamente cerraría el diálogo, es decir , ¡coja oficio!
La sorpresa fue que sucedió todo lo contrario a lo que esperaba. Claudia respondió una a una las preguntas con tranquilidad y sin ningún comentario odioso.
Hablamos frontalmente sobre su posición frente a la prostitución ( trabajo sexual en lenguaje políticamente correcto o eufemismo ) sobre las críticas que ha recibido su manera de hacer feminismo, de cómo el feminismo ha trascendido en su vida y del porqué hoy dedica un gran esfuerzo profesional al tema. También de clasismo y de las diferencias que se viven dentro del movimiento feminista. Para sorpresa mía ella habló de sus raíces como mujer de estrato tres, dejando claro que no es ninguna mujer de «de cuna » nunca ha vivido los asuntos de la inclemencia de clase.
Yo les invito a conocer este diálogo detalladamente.
Soy una convencida de que a las palabras se las lleva el viento y que las acciones son lo único contundente. Y salta a la vista y es contundente el hecho de que en medio de todos los prejuicios que se puedan tejer alrededor del nombre de Claudia Palacios, ella ha demostrado un honesto interés por la realidad de las mujeres y hace su parte día tras día en esta búsqueda de transformación social auténtica .