“El pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar” -Harold Pinter- Era todo magnífico. La vida era como un cuento de hadas. La suerte no parecía acabar nunca. El amor llenaba los días y las noches. Ni un enojo, ni una pizca de…
“El pasado es lo que recuerdas, lo que imaginas recordar, lo que te convences en recordar, o lo que pretendes recordar” -Harold Pinter-
Era todo magnífico. La vida era como un cuento de hadas. La suerte no parecía acabar nunca. El amor llenaba los días y las noches. Ni un enojo, ni una pizca de soledad y hasta levantarse temprano cada mañana resultaba inmensamente satisfactorio. Luego llegó el presente y todo se derrumbó, anticipando el futuro como una imposible misión que pesaba ante unos ojos temerosos por lo que vendría.
El presente se convertirá mañana en el pasado y vuelve la rueda a girar, con la misma versión ampliada a medida que pasan los años, ya que habrá algunas historias más por recordar.
Le pasó al Doctor Juvenal Urbino, personaje de “El amor en los tiempos del cólera”, de Gabriel García Márquez:
“En París, paseando del brazo de una novia casual en un otoño tardío, le parecía imposible concebir una dicha más pura que la de aquellas tardes doradas, con el olor montuno de las castañas en los braseros, los acordeones lánguidos, los enamorados insaciables que no acababan de besarse nunca en las terrazas abiertas, y sin embargo, él se había dicho con la mano en el corazón que no estaba dispuesto a cambiar por todo eso un solo instante de su Caribe en Abril. Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado. pero cuando volvió a ver desde la baranda del barco el promontorio blanco del barrio colonial, los gallinazos inmóviles sobre los tejados, las ropas de pobres tendidas a secar en los balcones, sólo entonces comprendió hasta qué punto había sido una víctima fácil de las trampas caritativas de la nostalgia.”
Y así es como caemos una y otra vez en nuestra propia trampa, la que nos pone la venda en los ojos para evitar estar en el aquí y ahora, escapando del presente por lo que trae de incertidumbre, de esfuerzo o de pura y dura realidad.
“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice con sorna este refrán tan popular. Y así es como vamos seleccionando los mejores momentos para acabar sumidos en una nostalgia que condiciona la percepción. Porque ese amor que se perdió sí, fue bonito cuando estuvo, pero también hubo alguno que otro desencuentro… ¿recuerdas?. Esa persona, o nosotros mismos, no llegamos a tiempo cuando se esperaba o, de cualquier manera, hubo algo que se pareció demasiado a lo imposible.
Y ese otro episodio que recordamos con rencor, seguramente tuvo sus buenos ratos, si es que permanecimos un tiempo participando de sus acontecimientos. Lo que acabó siendo nos gusta o nos disgusta pero, como mínimo, algo nos enseñó.
Los años de la infancia, de la adolescencia o de la primera juventud estuvieron llenos de colores pastel, pero también de grises oscuros, rojos intensos y blancos con tonos de nada. Dudas, inquietudes, abandonos e incertidumbres que la experiencia de los años siguientes parecieran no comprender aunque, por cierto, muchas veces se repiten con algunas variaciones en otros rostros, en otros espacios, en diferentes circunstancias, se tengan los años que se tengan.
El país que se dejó estaba lleno de paisajes hermosos, de risas, de gente querida, de momentos cuyas fotos se mantienen en nuestra memoria selectiva. Son esas vivencias las que permiten seguir adelante, al menos al principio. Pero poco a poco la vida en el nuevo lugar va creando historia, entre nuevos y no menos hermosos paisajes, diferentes pero no menos queridas personas y risas que frecuentemente se nublan con la melancolía.
“Volver la vista atrás es una cosa y marchar atrás, otra”, decía el poeta Charles Caleb Colton. Por esto es que reconocer el pasado y mirarlo de frente, es muy diferente de engancharse con él. No se trata de evadirlo ni de olvidarlo, pero tampoco de seleccionar solamente los momentos convenientes para sufrirlo o para añorarlo. El pasado es nuestra memoria y estaría bien utilizarlo como fuente de nuestra biografía y no como sillón paralizante.
Así es como se puede vivir en el presente, dando a cada día su lugar y su tiempo, mientras creamos el incierto futuro con la confianza que da el gusto de estar vivos.
María Clara Ruiz
María Clara Ruiz
Psicóloga Colombiana, Psicoterapeuta Caracteroanalítica. Trabaja en Denia (Alicante-España), Autora del blog https://mariaclararuiz.com
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